lunes, 29 de noviembre de 2010

DIARIO DE UN PEREGRINO / Parte 8

Por Sumeia Younes

La Festividad de Gadîr (‘Îd Al-Gadîr):    

            Llegó el 18 de Dhûl Hiyyah, y los corazones de los amigos de ‘Alî (P) que nos encontrábamos en Medina, rebosaban de entusiasmo. Participaríamos de tal festividad allí mismo, a unos pocos kilómetros de Gadîr Jumm, aquel mismo lugar donde acaeció la designación de ‘Alî como líder de los musulmanes por parte del Profeta (BP). Gadîr Jumm… allí donde aquel día el Profeta fue ordenado por Dios anunciar aquel importantísimo mensaje que equiparaba a todo el Mensaje del Profeta cuando le ordenó: “¡Oh Mensajero! Proclama lo que te fue revelado por tu Señor, porque si no lo hicieras, no habrás comunicado Su Mensaje…” (Al-Mâ’idah; 5:67).


Es aquí donde el Profeta dijo: “Man kuntu Mawlâh fahadha ‘Aliiun Mawlâh” – Aquel de quien yo fuera su señor, éste es ‘Alî su señor”. Fue aquí mismo, durante este mismo suceso que Dios reveló: “Hoy, os he perfeccionado  vuestra religión, He completado Mis gracias para con vosotros y Me satisface para vosotros el Islam por religión...” (Al-Mâ’idah; 5:3). Es aquí donde la gente felicitó a ‘Alî y los dos Shaij, Abû Bakr y ‘Umar le dijeron: “¡Bravo, bravo por ti, oh hijo de Abî Tâlib! ¡Te convertiste en mi señor y en señor de todo creyente y de toda creyente!”… Es aquí donde se vio al Profeta jubiloso y alborozado, diciendo a la gente: “¡Felicitadme! ¡Felicitadme! Puesto que Dios me particularizó con la Profecía y a mi Ahl-ul Bait con el Imamato”…
            Y ahora nosotros, conmemo­rando aquel día, festejaríamos la Fes­tividad de Gadîr después de la oración de la noche, en la terraza del hotel. Llegada la hora, todos subimos a la azotea, a la que los hermanos habían iluminado entera y colocado alfom­bras para que nos sentáramos allí, y mientras nos refrescábamos con algunas bebidas y algunas frutas, el animador de la reunión comenzó a entonar vibrantes cánticos de alabanza a ‘Alî, alentando a la gente a seguirlo en sus estribillos. Es así que todos los que allí se encontraban, rebosaban de alegría intentando hacer llegar a todos los alrededores de Medina, el grito de ¡Iâ ‘Alî, Iâ Haidar, Ia Mawlâ…! mientras eran arrojados dulces y golosinas a los presentes, quienes se abalanzaban a recogerlos por bendiciones.

                   

            El resto de los días que duró nuestra estadía en Medina los pasamos visitando otros lugares históricos y sagrados, sin abandonar nuestra visita diaria a la Mezquita del dueño del Mensaje (BP).

Mezquita Shayarah

            Entre otras antiguas Mezquitas que datan de la época de los comienzos del Islam, se encuentran Masyid-ush Shayarah, que está ubicada en las afueras de la ciudad de Medina, a unos tres kilómetros. Debido a que junto a la Mezquita había un árbol, esta Mezquita fue conocida con el nombre de la Mezquita del Árbol. Conforma uno de los Miqât donde los peregrinos que se dirigen hacia La Meca desde Medina deben vestir obligatoriamente el Ihrâm. También se la llama Masyid-u Dhûl Hulaîfah. Se la considera uno de los mejores Miqât puesto que es allí donde el Enviado de Dios vistió el Ihrâm para realizar la Peregrinación de Despedida.

Mezquita Al-Yum'ah

            Otra de las famosas Mezquitas que existen en Medina es la de Al-Yum’ah que después de la Mezquita de Qubâ, es la segunda desde el punto de vista histórico. El Profeta (BP), tras marcharse de Qubâ hacia Medina, llegó un día viernes a una región donde vivía la tribu de Banî ‘Amrû ibn ‘Auf, y allí dirigió la primera Oración del Viernes, construyéndose luego una mezquita allí.

Mezquita Al-Gamâmah

            También está la Mezquita de Al-Gamâmah, que significa “nube”. Al-Wâqidî escribió: La primera Oración de Festividad (Salât-ul ‘Îd) que el Enviado de Dios (BP) rezó en Medina fue en el año 2 de la Hégira, en el desierto. Más tarde, en la segunda centuria de la Hégira, fue construida una mezquita en aquel lugar. Se dice que la razón por la que fue llamada Gamâmah es que mientras se encontraba allí el Enviado de Dios suplicó a Dios para que hiciera llover, tras lo cual apareció una nube y comenzó a llover.
Además, se pueden visitar las Mezquitas de Abû Dhar, la de ‘Alî,  la de Zhafr…

            Finalmente llegó el día en que debíamos partir. Era difícil abandonar Medina, y tal vez jamás tendríamos la oportunidad de volver. Llevaríamos en nuestro corazón aquellos días en que fuimos los invitados del Enviado de Dios (BP), esas noches junto al aquietado Baqî‘ y aquellas ilustres personalidades sepultadas bajo tierra; el sonido del Adhân, y los fulgurantes pórticos del Harâm del Elegido (BP) rodeados de constelaciones de espiritualidad que tomaban luminosidad del sepulcro profético. Llevaríamos con nosotros todas las noches que nos sentamos allí a escuchar la recitación de la Luz, y los días que contemplamos aquella cúpula verde de la Raudah del Profeta (BP). Permanecerían por siempre con nosotros los mártires de Uhud, la Mezquita de Qubâ, de Dhûl Qiblatain, las palmeras datileras de Medina que nos recordaban a ‘Alî, Bait-ul Ahzân, el Minbar y el Mihrâb del Profeta, las columnas de la Mezquita que encierran tanta historia... Pero ahora debíamos partir y era difícil. ¿Acaso volveríamos a ver Medina otra vez? ¿Acaso se nos permitiría ser nuevamente los invitados del Haram Divino en La Meca? ¡Al·lahumma ay‘alnâ min ahsani huyyâyi Baitikal Harâm fi kul·li ‘âm! – “¡Dios mío, tórnanos de entre los mejores peregrinos a Tu Casa, en cada año!”.


  
            Por fin, durante la noche, aunque nos costaba hacerlo, subimos al autobús que nos llevaría al aeropuerto de Yiddah. No puedo explicar lo que sentía al saber que abandonábamos esa tierra bendita, sobre todo cuando uno de los hermanos libaneses que nos acompañaba comenzó a leer, en tanto pasábamos por última vez frente a la Mezquita del Profeta (BP) y el Baqî‘, con una voz melodiosa y melancólica, la Ziârat-ul Wadâ’ (la Salutación de Despedida) para el Enviado de Dios y los Imames Inmaculados (BP):
“La paz sea contigo, ¡oh Mensajero de Dios! Te dejo al resguardo de Dios y te confío a Su custodia. Te envío mis saludos. Creo en Dios, en lo que trajiste y en aquello hacia lo cual indicaste. ¡Dios mío! No dispongas que sea la última vez que visite el sepulcro de Tu Profeta (BP), y si tomas mi alma antes de ello, en verdad que testimoniaré en mi muerte aquello que testimoniaba en vida: que no hay divinidad más que Tú, y que Muhammad es Tu siervo y Mensajero, que Dios le bendiga y a su familia.”
“La paz sea con vosotros, ¡oh Imames de la buena guía!, y asimismo la misericordia y bendición de Dios. Os dejo al resguardo de Dios y os envío mis saludos. Creemos en Dios, en Su Mensajero, en lo que vosotros trajisteis y en aquello hacia lo cual indicasteis. ¡Dios mío! Inscríbenos entre los que testimonian (la verdad).”

            Después de llegar a Yiddah, y tras una breve espera, comenzamos a embarcarnos en el avión que nos llevaría de regreso a Teherán, mientras cada uno de nosotros recibía de manos de nuestros hermanos sauditas un ejemplar del Sagrado Corán como obsequio, el cual nos acompañaría siempre como un signo de hermandad y fraternidad islámica. Llegamos al mediodía al Aeropuerto Mehr Abâd de Teherán, donde veíamos a una multitud de gente que daban la bienvenida a sus familiares y amigos peregrinos con ramos de flores, abrazos de ternura y los ojos bañados en lágrima.

Santuario del Imam Al-Jomeini (r.a.)
            Subimos todos juntos al autobús que nos llevaría de regreso a Qom, y en medio del trayecto, en un paso obligado, pasaríamos por el Santuario del Fundador de la República Islámica de Irán, uno de los descendientes de Fâtimah Az-Zahrâ (P) que supo, en nuestra época, revivir las huellas espirituales y humanas de la Madh·hab de Ahl-ul Bait (P), envalentonando a los temerosos y despertando de un antiguo letargo a todo el mundo islámico, haciendo vibrar al mundo de tal manera que intranquilizó a los déspotas e incrédulos del orbe entero, encendiendo una lámpara cuyos rayos se irradiaron tanto hacia al oriente como al occidente, disponiendo así los preparativos para el gobierno de Al-Mahdî –que Allah apresure su aparición-.
El Imam Al-Jomeini, una persona sin parangón, que nos enseñó a todos los musulmanes que podemos dejar de lado las leyes e imposiciones de oriente y occidente y aferrarnos a los preceptos islámicos genuinos, y que el común de la gente puede conformar una fuerza poderosa ante los opresores de toda época y lugar. ¡As-Salâmu ‘Alaika ia Rûhul·lah Al-Jomeini!


Universidad Az-Zahrâ' (P) en Qom

Cuando por fin llegamos a Qom, el conductor nos llevó en primer lugar a la Universidad Az-Zahrâ (P), donde el director de la misma y las hermanas nos estaban esperando. Cuando descendimos del autobús, un cordero fue sacrificado en la acera de la Universidad, siguiendo las tradiciones islámicas, y en el portal de entrada, se agitaba un lienzo donde estaba inscripto:Hayyukum Mabrûr ua Sa‘iukum Mashkur” – “Que sea aceptada vuestra peregrinación y que vuestro esfuerzo sea agradecido”…


¡Ual-Hamdulil·lah Al-ladhî hadâna li hadha ua ma kunna linahtadiâ lau la an hadâna Al·lah!

¡Y Alabado sea Allah, quien nos guió hacia esto, y no nos habríamos guiado si Allah no nos hubiera guiado!

- FIN - 

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