La historia de la Mubâhalah[1]
Por Sumeia Younes
Con la Conquista de La Meca y la destrucción de los ídolos, el Islam se fortaleció en la Península Arábiga , expandiéndose rápidamente, y la ciudad de Medina fue testigo del ingreso diario de diferentes delegaciones, que en representación de los clanes vecinos y de otras religiones que habitaban el Hiÿâz, anunciaban su alianza y fraternidad al Mensajero de Dios (s.a.w.) y a los musulmanes. Estas idas y venidas llegaron a intensificarse en Medina de tal manera, que ese año fue llamado “el Año de las Delegaciones” (‘Âm al-wufûd). Entre éstas, se encontraba la delegación de Naÿrân (Wafd-u Naÿrân), que estaba compuesta por varios dirigentes cristianos de Naÿrân.
Los narradores de hadices tanto shias como sunníes, en forma general o específica, transmitieron esta historia en los libros de biografía, historia y narraciones, siendo quizás la narración más abarcadora y al mismo tiempo la más resumida respecto a este tema, la del fallecido Al-Tabarsî, en I‘lâm al-Warâ. Procedemos a traducirla en forma compendiada:
La delegación de Naÿrân era un grupo constituido por diez personas de entre sus notables, y estaban presididos y dirigidos por tres personas, una de las cuales era el lugarteniente, otra era el Seîied, cuyo nombre era Aiham y era en quien se amparaban y apoyaban en estos asuntos, y Abû Hârizah, que era el arzobispo, para quien los emperadores de Roma habían construido iglesias.
Cuando se dirigían a Medina, Abû Hârizah había hecho montar a su hermano Karaz -o Bishr- a su lado -en una especie de cesta que se ubicaba a cada lado de la mula-, y mientras andaban, la mula se desplomó en el piso y Karaz -o Bishr- al ver todas las dificultades e incomodidades del viaje que soportaban para poder ver al Profeta del Islam, en tono de sarcasmo dijo: “Que la aniquilación sea con ese hombre alejado de la bendición y la dicha”, refiriéndose al Profeta (s.a.w.).
Abû Hârizah, al escuchar sus palabras, indignado dijo: “¡Que tú seas aniquilado!”. Dijo: “¿Por qué, hermano?”. Abû Hârizah respondió: “Porque, ¡por Dios que él es ese mismo Profeta que estamos esperando!”. Él, con asombro le preguntó: “¿Y entonces por qué no lo sigues?”. Abû Hârizah dijo: “Esta posición y categoría que esta gente nos otorgó, me impide seguirle, puesto que si lo hago, ellos no me seguirán más”, pero finalmente, cuando llegó a Medina, se hizo musulmán a través del Profeta.
Llegaron a Medina al atardecer, ingresando a la ciudad vistiendo suntuosos ropajes de brocado, y engalanados con anillos de oro, con una pompa y extravagancia que hasta entonces no se había visto en la ciudad de Medina, pero cuando se presentaron ante el Profeta del Islam (s.a.w.) y lo saludaron, vieron que el Profeta volvió su rostro y no les respondió el saludo, ni tampoco les habló.
La delegación mencionada, que con anterioridad ya se había conocido con ‘Uzmân ibn ‘Affân y ‘Abdurrahmân ibn ‘Auf, se dirigió ante ellos y dijo: “Vuestro Profeta nos escribió una misiva, y cuando vinimos ante él no nos respondió el saludo ni nos habló. ¿Qué debemos hacer?”.
Aquellos dos, para investigar el asunto y encontrar una solución, se dirigieron hacia ‘Alî ibn Abî Tâlib (a.s.) y le dijeron: “¡Oh Abûl Hasan, ¿tú qué piensas que se debe hacer?”. ‘Alî (a.s.) respondió: “Pienso que si ellos se despojan de sus suntuosas vestiduras y se quitan esos anillos de oro de sus dedos, el Profeta los aceptará”. Y ocurrió que cuando se quitaron las vestiduras y los anillos de oro y se presentaron ante el Profeta (s.a.w.), les respondió el saludo y luego dijo: “Juro por Aquél que me envió con la Verdad , que la primera vez que vinieron a mí, Shaitân se encontraba junto a ellos”.
Luego, para indagar, formularon algunas preguntas al Profeta, entre las cuales está la que el Seîied le hizo: “¡Oh Muhammad! ¿Qué dices respecto al Mesías?”. Respondió: “Él es el siervo y Mensajero de Dios”. Pero el Seîied no aceptó sus palabras y puso objeciones, de forma que descendieron al Profeta, al respecto, las aleyas de la Sura Âl ‘Imrân -desde la primera aleya hasta la número setenta aproximadamente-, entre las cuales, está la siguiente, en la que Dios responde a sus palabras así:
﴿ إِنَّ مَثَلَ عِيسَى عِندَ اللّهِ كَمَثَلِ ءَادَمَ خَلَقَهُ مِن تُرَابٍ ثُمَّ قَالَ لَهُ كُن فَيَكُونُ ﴾
«Por cierto que el ejemplo de Jesús ante Dios es como el de Adán, a quien Él creó de tierra; luego le dijo: “¡Sea!”, y fue».[2]
Entre estas aleyas se encuentra la orden dada al Profeta de realizar la “Mubâhalah ”:
﴿ فَمَنْ حَآجَّكَ فِيهِ مِن بَعْدِ مَا جَآءَكَ مِنَ الْعِلْمِ فَقُلْ تَعَالَوْاْ نَدْعُ أَبْنَآءَنَا وَأَبْنَآءَكُمْ وَنِسَآءَنَا وَنِسَآءَكُمْ وَأَنْفُسَنَا وَأَنْفُسَكُمْ ثُمَّ نَبْتَهِلْ فَنَجْعَلْ لَعْنَتَ اللّهِ عَلَى الْكَاذِبِينَ ﴾
«Pero quienes te discutan acerca de ella, después de haberte llegado el Conocimiento, diles: “¡Venid! Convoquemos a nuestros hijos y a los vuestros, a nuestras mujeres y a las vuestras; a nosotros mismos y a vosotros mismos; luego imprequemos para que la maldición de Dios caiga sobre los embusteros”».[3]
De esta manera, el Profeta del Islam, por orden de Dios, convocó a los cristianos de Naÿrân a realizar la Mubâhalah , y ellos aceptaron diciendo: “Mañana nos presentaremos para la Mubâhalah ”. Tras ello, Abû Hârizah dijo a sus acompañantes: “Mañana, observad: si Muhammad se presenta a la Mubâhalah junto a sus hijos y familia, absteneos entonces de la misma, pero si se presenta con sus compañeros y seguidores, proceded a realizar la Mubâhalah ”.
Al día siguiente, el Mensajero de Dios (s.a.w.) se presentó a la Mubâhalah mientras que llevaba de la mano a Hasan y a Husain; Fátima (a.s.) venía tras él, y ‘Alî caminaba al frente.
El lugarteniente y el Seîied, junto a Abû Hârizah, también se presentaron, y al ver al Mensajero de Dios (s.a.w.), Abû Hârizah preguntó: “¿Quiénes son los que están junto a Muhammad?”. Dijeron: “Aquél es su primo y yerno, aquéllos dos niños son los hijos de su hija, y aquella mujer es su hija, y son las personas más cercanas y más queridas para él”.
El Mensajero de Dios (s.a.w.) continuó andando, hasta llegar al lugar (especificado) para la Mubâhalah , donde se arrodilló[4]. Abû Hârizah, al ver eso, dijo: “¡Juro por Dios que Muhammad se sentó sobre la tierra de la misma manera que los profetas se sientan para realizar la Mubâhalah!”, y de esta manera se rehusó a realizar la Mubâhalah , diciendo: “Veo a un hombre que decididamente, está dispuesto a realizar la Mubâhalah , y temo que sea veraz en su demanda, y que antes de que transcurra un solo año no quede en el mundo un cristiano, y todos sean exterminados”, y tras ello se aproximaron al Mensajero de Dios (s.a.w.) y le dijeron:
“¡Oh Abûl Qâsim! Nosotros no realizaremos la Mubâhalah contra ti y estamos dispuestos a pactar y pagar la ÿiziah…”[5]
Al-Tabarsî, luego de citar esto, menciona que Abû Hârizah se hizo musulmán a través del Profeta (s.a.w.) en el último día de su estadía en Medina.
[1] Duelo u ordalía que consiste en una mutua imprecación del castigo y la maldición divina sobre aquél que mintiera.
[2] Sura Âl ‘Imrân; 3: 59.
[3] Sura Âl ‘Imrân; 3: 61.
[4] En muchos libros de historia se relató que el Mensajero de Dios (s.a.w.) había especificado un lugar en las afueras de Medina para la Mubâhalah , y que un grupo numeroso de Muhâÿirîn y Ansâr se presentaron allí para observar el suceso.
[5] I‘lâm al-Warâ’, de Al-Tabarsî, t. 1, pp. 254-257.
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