lunes, 28 de noviembre de 2011

La Ética del Imam Al-Husain (a.s.)


Autor: Bâqer Sharîf Al-Qurashî 
Traducido del árabe por: Feisal Morhell


F
ue el soporte del Islam y el restaurador de la religión. Fue una de las más exponentes y grandes personalidades de la Tierra que colaboraron en la construcción del pensamiento humano, y un faro para los asuntos decisivos de todos los pueblos del mundo.
La vida del Imam Al-Husain (a.s.) conforma una escuela de los valores humanos y un símbolo de la justicia social y política, que permanecerá brindando su aporte en todos los tiempos y lugares, desde que lleva luz y guía para la gente toda en sus diferentes idiomas y nacionalidades.


A continuación expondremos -en forma breve- algunos de sus componentes morales:

Sus más elevadas virtudes

1- Su rechazo a la opresión

Entre las más elevadas virtudes del “padre de los libres”, esto es, el Imam Al-Husain (a.s.), se encuentra el rechazo a la opresión.
Ésta es su particularidad más difundida entre la gente, pues es quien elevó la consigna de la justicia y la dignidad, y delineó el camino del honor y la grandeza; y no se sometió a la soberbia de los Omeyas, prefiriendo la muerte bajo las sombras de las puntas de las lanzas.
Dijo ‘Abdul ‘Azîz Ibn Nubâtah As-Sâ‘dî:
Al-Husain es quien vio que la muerte con grandeza es vida / en tanto que vivir en la ignominia es muerte.
Dice Ibn Abîl Hadîd: “Es el señor de aquellos que rechazan la opresión, quien enseñó que el fervor por los valores y la muerte bajo la sombra de las espadas es preferible a la degradación; Abû ‘Abdil·lâh Al-Husain Ibn ‘Alî Ibn Abî Tâlib, es a quien se le ofreció un salvoconducto junto a sus compañeros, pero rehusó la humillación, temiendo que Ibn Ziâd le humillara de alguna manera a pesar de no matarle, por lo que eligió la muerte a eso.
Escuché al Naqîb Abû Iazîd Iahiâ Ibn Zaid decir: Pareciera que los versos de Abû Tamâm respecto a Muhammad Ibn Hamîd At-Tâ’î no hubieran sido recitados sino sobre Al-Husain:
Evitar la muerte le hubiera resultado fácil, pero le llevó a ella / el amargo orgullo y la bravura de carácter,
Así como tener un alma que rechaza la injusticia como si fuera / la incredulidad el día de la Aprensión, o peor que la incredulidad;
De manera que su pie permaneció firme en el estanque de la muerte / diciéndole al mismo: “Luego de tu disputa está el Día de la Congregación”.
Vistió el rojo ropaje de la muerte, y no entró / la noche sino siendo éste de verde brocado”.[1]
Las palabras que pronunció el día de At-Taff (el día de ‘Ashûrâ’) fueron las más excelentes expresadas para representar la grandeza, la dignidad y la elevación personal. Dijo (a.s.):
“¡Sabed que el bastardo hijo de un bastardo me ha dado a elegir entre dos cosas: la espada o la humillación… ¡Y lejos está de nosotros la humillación! ¡Dios rechaza eso y asimismo Su Mensajero y los creyentes; y también las mentes excelentes y puras, los orgullos enardecidos y las almas sublimes, rechazan preferir una obediencia de viles a una muerte de honorables…!”.
El día de At-Taff el Imam (a.s.) se detuvo como si fuera una prominente montaña en tanto pronunciaba para el mundo palabras de honorabilidad, rechazo a la tiranía y sublimidad, diciendo: “¡Por Dios! Que no extenderé mi mano hacia vosotros como lo hace un humillado, ni escaparé como lo hace un esclavo. «Yo me amparo en mi Señor y el vuestro de que me lapidéis…» (44: 20)”.
Estas brillantes palabras fueron pronunciadas con toda la magnitud de la grandeza de aspectos ilimitados que portaba el Imam (a.s.), y fueron de entre las más admirables expresiones de la dignidad eterna en todos los lugares.
Los poetas de Ahl-ul Bait (a.s.) se han ocupado de ese proverbial aspecto de la personalidad del “padre de los libres". El Seîied Haidar Al-Hil·lî lo expresó de la siguiente manera:
La gente anheló imponerle la opresión / y Dios la rechazó, así como las espadas bruñidas;
¿Cómo habrían de inclinarse a la ignominia / cuellos que sino a Dios no se inclinan en sometimiento?
Tenía un corazón más provechoso que una armadura / para lanzas sedientas que se encontraban apuntando;
Por él vuelve el orgullo a un corazón / al que la tierra estruja y por una grieta se hunde.
Rechazó vivir sino con dignidad / por lo que exhibió el combate ya estando abatido.[2]
¿Acaso hay algo más elocuente y preciso para describir el rechazo a la opresión practicado por el Imam (a.s.), que estos versos de este poeta ‘alawî? En otra extraordinaria poesía de “Los Versos Dorados” del Seîied Haidar, éste dice:
Le impuso elegir entre una de dos / habiendo ya la guerra hecho rechinar sus dientes;
O bien verse sometido, o bien que muera / un alma cuyo sometimiento es rechazado por la grandeza;
Por lo cual le dijo a ésta: “Aférrate a rechazar la tiranía; que, / ¡por el alma de aquel que efectuó tal rechazo y lo que la embelleció!,
Que si ésta no encuentra sino investirse de ignominia / ¡que entonces con la muerte, de su cuerpo se despoje!”.
Vio que ser muerto con alevosía es la consigna de los dignos / y un orgullo que engalana su condición;
Así, se dirigió a luchar en una batalla en la cual / la muerte derribó a sus campeones.
Conozco muy pocas poesías tan precisas y tan extraordinariamente descriptivas como ésta, puesto que representó de la manera más veraz la pujanza del “padre de los libres” y la grandeza de su alma, quien prefirió la muerte bajo las lanzas a una vida holgada pero con humillación y sumisión.
Esta característica fue heredada por sus nietos. Dijo el mártir eterno Zaid Ibn ‘Alî Ibn Al-Husain (a.s.): “No ha aborrecido un pueblo el calor del combate sin ser humillado”. Es por eso que se alzó contra el tirano de su tiempo, el omeya Hishâm, y fue martirizado en el campo de batalla. También se alzó contra la tiranía y el despotismo omeya su hijo Iahiâ Ibn Zaid, siendo él quien recitó en el campo de batalla los siguientes versos:
¡Oh hijo de Zaid! ¿Acaso no dijo Zaid / que quien anhela la vida vive humillado?
¡Sé como Zaid! Puesto que eres de su sangre, / y adquiere una densa sombra en los paraísos.
Este campeón fue martirizado en defensa de la dignidad islámica la cual era injuriada por el estado omeya.
También heredó esa grandeza el Seîied Ar-Radî, uno de los descendientes del Imam Al-Husain (a.s.), quien dijo:
Siento un rechazo por la opresión que revolotea sobre mí / y que se aparta de ella como un pájaro silvestre.
El rechazo a la opresión y la grandeza y dignidad del alma conforman uno de los más importantes aspectos morales del “padre de los libres”.

2- Su paciencia

Uno de los más importantes atributos de la moral del “padre de los libres” fue la paciencia ante las aflicciones y las vicisitudes que le rodearon desde su tierna infancia, al ser testigo de los sucesos terribles que le acontecieron a su padre cuando se le usurpó su derecho y se le despojó de su legado, así como otros oscuros sucesos que le acaecieron. Asimismo vio los padecimientos y desgracias de su puro hermano durante la época del tirano y faraón de su tiempo, Mu‘âwîiah Ibn Abî Sufiân, quien le hizo probar las desgracias, le despojó del Califato y le obligó a escuchar los insultos a su padre, hasta finalmente envenenarle y martirizarle.
Entre las calamidades y desgracias que soportó, fue la aniquilación de los seguidores de Ahl-ul Bait (a.s.) a manos del perverso criminal Ziad Ibn Abîh, sin tener ningún poder para protegerlos. Otra de las calamidades que tuvo que soportar fue que el tirano Mu‘âwîiah Ibn Abî Sufiân impusiera a su corrupto y libertino hijo Iazîd como califa y gobernante de los musulmanes, por lo cual se alzó contra su gobierno para salvar a los musulmanes de los males de este perverso criminal que no dejó aberración sin perpetrar. Entre esos actos perniciosos está el hecho de haber dispuesto como gobernante de Irak a ‘Ubaidul·lâh Ibn Ziâd, quien era un repugnante engendro a quien le ordenó matar al Imam (a.s.) y aniquilar a su descendencia y compañeros. Para cumplir con esta orden, alistó un ejército y empujó al nieto del Profeta (s.a.w.) a combatir; rodeó al Imam (a.s.) y a sus compañeros desde todas direcciones y les impidió acceder al agua, al punto que el Imam (a.s.) vio a sus niños y mujeres pidiendo auxilio a causa de la sed devastadora. Luego esa banda de viles del ejército omeya cargó contra sus compañeros e hijos y les ultimó. Ese Imam que estaba siendo probado con tales tragedias, se detuvo ante los restos de la gente de su casa y de sus compañeros dirigiéndose a ellos con total pasividad y firmeza, y dijo:
“¡Paciencia, oh gente de mi casa! ¡Paciencia, oh primos! No veréis ninguna humillación más después de este día”.
Ninguno de los profetas de Dios fue afligido como lo fue el Imam Al-Husain (a.s.), de manera que no quedó desgracia por la que no tuviera que atravesar; sin embargo, aceptó todo ello con paciencia y sometimiento a la orden de Dios, Glorificado Sea, y se satisfizo con Su decreto, conformando esto la cima de la fe. Hemos mencionado este aspecto del Imam (a.s.) en detalle en el primer tomo de nuestro libro La Vida del Imam Al-Husain Ibn ‘Alî (a.s.)”.

3- Su indulgencia

Entre las elevadas virtudes morales del Imam Al-Husain (a.s.) se encuentra la indulgencia, de manera que a quien le hacía el mal le retribuía con la benevolencia, al igual que su abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.), cuyas sublimes virtudes abarcaban a toda la gente. La indulgencia del Imam se difundió y la gente hablaba respecto a la misma. Ejemplo de ello fue cuando uno de sus criados cometió una falta que ameritaba un correctivo, por lo que el siervo se precipitó hacia él diciendo:
- ¡Oh señor! Por cierto que Dios, Glorificado Sea, dice: «Y los que contienen su ira».
El Imam volvió el rostro hacia él con una sonrisa desbordante y le dijo:
- “He contenido mi ira”.
El siervo se apresuró a decir:
- «Y los que perdonan a la gente».
Otra vez el Imam volvió su rostro hacia él con una sonrisa desbordante y le dijo:
- “Te he perdonado… ¡Dejadle en paz! He contenido mi ira…”.
El siervo se precipitó a requerir más de esa benevolencia y agregó:
- «Y Dios ama a los bienhechores».[3]
El Imam le dijo:
- “Eres libre por la Faz de Dios”.
Luego ordenó que se le diera una elevada gratificación que cubriera sus necesidades para que no necesitara pedir a la gente.[4]
En verdad que esa elevada moral formaba parte de los constituyentes indisociables de la personalidad del Imam (a.s.), que le acompañaron durante toda su vida.

4- Su humildad

Entre las elevadas virtudes del Imam Al-Husain (a.s.) está la humildad y el desdeño al egoísmo y la arrogancia, habiendo heredado ese aspecto de su abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.) y de su padre el Emir de los Creyentes (a.s.). Entre los ejemplos de su humildad se encuentran los siguientes:
1. Pasó junto a unos indigentes que se encontraban comiendo en “As-Suffah” y éstos le invitaron a comer con ellos, por lo que se bajó de su montura y compartió su comida. Luego les dijo: “Yo he aceptado vuestra invitación, ahora aceptad la mía”, y ellos lo hicieron. Él les llevó a su casa, les alimentó y dio vestimentas, y después ordenó que les dieran algunos dírhams (monedas de plata).
2. Pasó cerca de unos pobres que se encontraban comiendo algo que habían comprado con limosas que les habían dado. Él les saludó y éstos le respondieron el saludo y le invitaron a comer. Se sentó con ellos y les dijo: “Si esto no proviniera de la limosna yo comería con vosotros”.[5] Luego les invitó a su casa donde les dio de comer, les dio vestimentas y ordenó que se les diera algo de dinero.[6]
El Imam (a.s.) se entremezclaba con los pobres, se sentaba con ellos, y les colmaba de su caridad y benevolencia, para que el pobre no se exaspere por su pobreza, ni el rico sea arrogante por su riqueza.
3. Entre sus elevadas pautas de moral está que tuvo lugar una discusión entre él y su hermano Muhammad Ibn Al-Hanafîiah, y éste último le escribió una carta en la que decía:
“Tú posees un honor que yo no tengo, y una virtud que yo no alcanzo. Nuestro padre es ‘Alî, en ello no te aventajo ni tú me aventajas. Sin embargo mi madre es una mujer del clan de los Banî Hanîfah en tanto tu madre es Fâtima, la hija del Mensajero de Dios (s.a.w.). Si la tierra estuviera repleta de (mujeres) iguales a mi madre, no se equipararían a la tuya. Si es que lees esta nota mía, ponte tu capa y tu calzado y ven hacia mí y compláceme. Guárdate de que yo te adelante en la virtud sobre la que tienes preeminencia sobre mí”.
Cuando el Imam (a.s.) leyó la carta de su hermano se apresuró a complacerle.[7] Eso fue una muestra de sus elevadas pautas de moral.

5- Su generosidad

Entre las elevadas pautas de moral del Imam (a.s.) está que era dadivoso con aquel que se dirigía a él, y conformaba un refugio para aquel con quien la vida había sido injusta, y mediante sus dádivas colmaba los corazones de felicidad y dicha.
Dice Kamâluddîn Ibn Talhah:
“Se ha vuelto famoso lo que se trasmite de él -esto es, del Imam Al-Husain (a.s.)- sobre que solía tratar generosamente al huésped, concedía lo se le requería, fortalecía los vínculos de parentesco, auxiliaba al mendigo, vestía al desprovisto de vestimenta, saciaba al hambriento, otorgaba al endeudado, apoyaba al débil, era benévolo con el huérfano, enriquecía al necesitado, y pocas veces sucedía que le llegara alguna riqueza y no la distribuyera. Ese es el carácter del magnánimo, la naturaleza del generoso, la característica del condescendiente y el atributo de quien abarca las más elevadas virtudes, de manera que sus continuas acciones dan testimonio de sus obras de generosidad, y expresan que se encontraba investido de las bondades de un noble carácter”.[8]
Ocultaba su caridad y actos de bien, de manera que en la oscuridad de la negra noche solía llevar sacos llenos de comida y dinero a las casas de las viudas, huérfanos e indigentes, al punto de dejarle esto huellas en la espalda.[9] Solía llegarle mucha mercancía y no se levantaba sino hasta haberla obsequiado toda.[10] Cierta vez Mu‘âwîiah envió obsequios y frutos para él y otras personalidades de Medina, e informó a sus contertulios lo que cada uno de aquellos haría con esos bienes. Respecto al Imam Al-Husain (a.s.) dijo: “… En cuanto a Husain, empezará repartiéndolos entre los huérfanos de aquellos que murieron luchando junto a su padre en (la Batalla de) Siffîn, y si sobra algo, con eso sacrificará camellos (repartiendo su carne) o distribuirá leche”.
Envió un espía para ver qué hacían esas personas y éste le comunicó que hicieron tal como él había anunciado, por lo que dijo: “Yo soy el hijo de Hind y el que más conoce a los de Qureish de entre los de Qureish”.[11]
El Imam no consideraba que las riquezas tuvieran valor más que para repeler la irrupción del hambre, la adversidad y la privación. Si él hubiera asumido el gobierno no habría quedado la imagen de pobre alguno en la nación islámica.

Reseñas de su generosidad:

Los narradores han transmitido numerosas muestras de la benevolencia del “padre de los libres”, entre las que se cuentan las siguientes:

1. Con Usâmah Ibn Zaid:

Usâmah enfermó de la dolencia que le ocasionaría la muerte, y el Imam (a.s.) le visitó. Cuando se hubo sentado, Usâmah exclamó lamentándose:
Usâmah: - “¡Ay por la congoja!
El Imam: - “¿Qué es lo que te acongoja?”.
Usâmah: - “Una deuda de sesenta mil”.
El Imam: - “Yo me hago cargo”.
Usâmah: - “Temo morir antes de que sea pagada”.
El Imam: - “No morirás hasta que yo la pague por ti”.
El Imam Al-Husain (a.s.) se dirigió presuroso a pagarla antes de que Usâmah muriera.[12] De esa manera, hizo caso omiso del hecho de que Usâmah se hubiera contado entre aquellos que se negaron a dar la bai‘ah o juramento de fidelidad a su padre, no retribuyéndole de igual forma sino con la benevolencia.

2. Con un beduino:

Llegó un beduino a ver al Señor de los Mártires -la paz de Dios sea con él- procurando su magnanimidad, y le dijo:
“Escuché a tu abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.) decir: “Cuando requiráis una necesidad pedidla a cuatro personas: a un árabe noble, a un patrón generoso, a quien se ocupa del Corán y lo memoriza, o al poseedor de un rostro gallardo”. En cuanto a los árabes, te has ennoblecido a través de tu abuelo; en cuanto a la generosidad, ésta ha comenzado en vosotros y es vuestra conducta en la vida; en cuanto al Corán, es en vuestras casas que fue revelado; y en cuanto al rostro gallardo, yo escuché decir al Mensajero de Dios (s.a.w.): “Si queréis verme a mí, entonces mirad a Al-Hasan y Al-Husain”.
En verdad que estas cuatro nobles características se reunieron en la persona del Imam, “padre de los libres” (a.s.). Luego el beduino se levantó y escribió su necesidad sobre la tierra. El Imam (a.s.) se volvió hacia él con una desbordante sonrisa y le dijo:
“Escuché a mi padre ‘Alî decir: ‘La benevolencia debe ser en la medida del conocimiento (de aquel con quien se es benevolente)’, por lo cual te preguntaré acerca de tres cuestiones, y si contestas una te daré un tercio de lo que tengo conmigo; si respondes dos te daré dos tercios; y si respondes las tres te daré todo lo que tengo”.
Le dijo eso en tanto le había sido traído al Imam desde Irak un saco que contenía dinero. El beduino dijo: - “¡Pregunta! Que no hay poder ni fuerza sino en Dios”.
El Imam: - ¿Cuál es la mejor de las acciones?
El beduino: - La fe en Dios.
El Imam: - ¿Qué es lo que salva al siervo de la aniquilación?
El beduino: - La confianza en Dios.
El Imam: - ¿Qué es lo que engalana a la persona?
El beduino: - Conocimiento acompañado de indulgencia.
El Imam: - ¿Y si ha fallado en ello?
El beduino: - Pobreza acompañada de paciencia.
El Imam -ya en tono de chanza-: - ¿Y si ha fallado en ello?
El beduino: - ¡Entonces un rayo que baje del cielo y le calcine!
El Imam rió y le entregó el saco de dinero.[13]
Así es como el “padre del rechazo a la tiranía”, era un hálito de la moral de su abuelo el Mensajero (s.a.w.) y una merced de parte de Dios, Glorificado Sea, para con Sus siervos.

3. Con su esclava:

Anas narró lo siguiente: Me encontraba junto a Al-Husain, y he ahí que llegó a verle una esclava que sostenía un ramo de flores de arrayán y se lo obsequió. Él le dijo: “¡Tú eres libre, por la Faz de Dios!”.
Anas quedó atónito y le dijo: “¡¿Liberas a una esclava solo porque te trae un ramo de flores de arrayán?!”.
El Imam (a.s.) le respondió como Dios le educó, diciendo:
“Así es como Dios, Glorificado Sea, nos educó, al decir: «Cuando os dirijan un saludo, respondedlo de un modo mejor o devolvedlo de igual manera»;[14] y algo mejor que lo que ella hizo, fue liberarla”.[15]
Ciertamente que él adoptó la educación islámica como método y marchó en base a la misma en sus dádivas, generosidad y en la totalidad de sus asuntos.
4. Con un mendigo:
Un mendigo golpeó a la puerta del Imam (a.s.) en tanto recitaba lo siguiente:
No se decepcionará hoy quien tiene esperanzas en ti / ni quien toca la aldaba detrás de tu puerta;
Tú eres el dueño de la generosidad y su tesoro / habiendo sido tu padre el ejecutor de los corruptos.
El Imam (a.s.) se encontraba ocupado rezando y cuando concluyó salió a ver al mendigo y observó en él huellas de miseria, por lo que llamó a Qanbar para que le trajera lo que quedaba de los gastos y he ahí que eran doscientos dírhams que había destinado para la gente de su casa, por lo que dijo: “Ha venido quien es más acreedor a los mismos que ellos”, y se los entregó en tanto se disculpaba y recitaba los siguientes versos:
¡Tómalos!, y en verdad que ante ti me disculpo, / y sabe que soy solícito para contigo;
Si en la vida tuviéramos (cual Moisés) un bastón que se extendiera, / nuestra lluvia (de bendiciones) sobre ti se vertería;
Pero las vicisitudes de la época son rigurosas / y poco es lo que mi mano tiene en posesión.
El mendigo agradeció esa prodigalidad y procedió a elogiarle con los siguientes versos:
Purificados, sin manchas sus vestimentas, / la bendición discurre sobre ellos donde sean mencionados;
Y vosotros, vosotros sois los encumbrados; / tenéis el conocimiento del Libro y lo que las suras transmiten.[16]
5. Se encontraba el Imam Al-Husain (a.s.) en la Mezquita del Profeta (s.a.w.) y en la misma estaba ‘Utbah Ibn Abî Sufiân e Ibn Az-Zubair. Un hombre se acercó a ‘Utbah, lo saludó y le dijo: “He matado a un primo mío y se me requiere la dîiah (precio de sangre). ¿Acaso puedes darme algo?”. Ordenó que se le dieran cien dírhams, pero el hombre lo encontró poco y lo rechazó. Después se dirigió hacia Ibn Az-Zubair y le planteó su necesidad. Éste ordenó que se le dieran doscientos dírhams, pero el hombre también lo consideró poco y los devolvió. Luego se dirigió al nieto del Mensajero de Dios (s.a.w.) y le planteó su preocupación. El Imam (a.s.) ordenó que se le dieran diez mil dírhams y agregó:
“Eso para que pagues tu deuda”. Luego ordenó que se le dieran otros diez mil dírhams y le dijo: “Con esto recompone tu situación, mejora tu estado y gasta para tu familia”. El hombre fue dominado por un oleaje de alegría y felicidad, y en arranque de entusiasmo comenzó a decir:
Me he emocionado y lo que me ha agitado es profundo / y no es por haber alcanzado una (gran) posición ni estar enamorado;
Sino que me he emocionado por la familia del Mensajero, / y en la poesía y el habla me surge lo agradable;
Ellos son los más generosos y los más nobles, / y los astros del cielo es por ellos que brillan;
Has aventajado a los humanos en las acciones nobles; / eres el magnánimo y (en ello) no eres alcanzado;
Tu padre es el que prevaleció en las nobles acciones, / y los más aventajados, fueron incapaces de superarle;
Fue mediante él que Dios abrió la puerta de la rectitud, / y es mediante vosotros que la de la corrupción se cierra.[17]
Éstas fueron reseñas de su desbordante caridad y benevolencia para con la gente. Con toda esa generosidad que se transmitió de él, no procuraba sino la Faz de Dios, Glorificado Sea, y ganar Su complacencia.

6- Su contrición a Dios

Entre sus elevadas pautas de moral se encuentra su contrición a Dios, Glorificado Sea, y el hecho de aferrarse a ello, de manera que su amor a Dios influyó en sus emociones y sentimientos. Dicen los historiadores: Practicó todo aquello que acerca a Dios; es así que era de mucho rezar, ayunar, peregrinar, dar limosna y hacer el bien.[18] Los siguientes son ejemplos de su piedad:

1. Su temor a Dios

El Señor de los Mártires e Imam de los temerosos, tenía un intenso temor a Dios, al punto que uno de sus compañeros le preguntó: “¿Qué es lo que hizo que tu temor a Dios fuese tan intenso?”.
Le respondió: “No estará a salvo en el Día de la Resurrección, excepto aquel que en el mundo ha temido a Dios, Glorificado Sea”.[19]
Tenía siempre presente a Dios, Glorificado Sea, por lo que cada buena acción que realizaba, la hacía procurando Su Faz.

2. Su rezo y su ayuno

La mayor parte del tiempo el Imam se encontraba rezando y ayunando.[20]
Su hijo el Imam Zain Al-‘Âbidîn (a.s.) se refirió a la abundancia de sus rezos diciendo que solía rezar entre el día y la noche mil ciclos de oración,[21] lo cual fue confirmado por Ibn Az-Zubair, quien al enterarse que había sido muerto, dijo:
“¡Por Dios! ¡En verdad que lo mataron! Se mantenía en pie prolongadamente rezando durante las noches, y era profuso su ayuno durante el día”.[22]

3. Su peregrinación a la Casa de Dios

El Señor de los Mártires (a.s.) peregrinó a la Casa Sagrada de Dios veinticinco veces a pie,[23] en tanto los camellos eran conducidos delante suyo.[24] Realizó la mayoría de sus peregrinaciones junto a su puro hermano el Imam Al-Hasan (a.s.). Solía aferrarse al ángulo de la Piedra Negra y dirigirle a Dios la siguiente letanía:
“¡Dios mío! Me has agraciado y no me has encontrado agradecido; me has probado con la aflicción y no me has encontrado paciente; pero ciertamente que Tú no me has quitado la gracia por dejar de agradecerte, ni prolongaste la adversidad por dejar de lado la paciencia. ¡Dios mío! ¡Del Generoso sólo surge la generosidad!”.[25]

4. Sus limosnas

El Señor de los Mártires (a.s.) concedía limosnas en abundancia. Solía llevar comida a los pobres en la oscuridad de la noche.[26] Cierta vez heredó tierras y otras cosas y las dio como limosna antes de recibirlas,[27] sin procurar con eso más que la proximidad a Dios, Glorificado Sea.

5. Su compasión y benevolencia

El “padre de los libres” (a.s.) era bondadoso y compasivo con la gente, incluso con sus enemigos. Solía acoger a quien procuraba su ayuda y responder al pesar de todo apesadumbrado. Asimismo sucedió después con su noble sepulcro que se convirtió en refugio y amparo para todo oprimido y desposeído. Dijo al Ÿauharî:
Te destacaste como cobijo ante la ruina / y fue bendecido tu sepulcro como amparo;
Las épocas se refugian en el mismo, encontrándose / a sus lados los prosternados y los inclinados.
El necio y vil Marwân Ibn Al-Hakam buscó el amparo del Imam (a.s.) y de su hermano luego de ser derrotado en la Batalla del Camello. Esta batalla fue liderada por ‘Âishah para combatir al hermano del Mensajero de Dios (s.a.w.) y puerta de la ciudad de su conocimiento, ‘Alî Ibn Abî Tâlib (a.s.). Marwân requirió de los dos nietos del Profeta (s.a.w.) que intercedieran ante su padre por él. Ellos fueron a ver a su padre y le dijeron: “¿Te debe dar la bai‘ah, oh Amîr al-Mu’minîn?”, a lo que respondió:
“¿Acaso no me dio [ya] la bai‘ah luego de ser muerto ‘Uzmân? ¡No necesito su bai‘ah! Esa es una mano engañosa. Si me jurara la bai‘ah, mientras me diera la mano me traicionaría con el dedo índice. Sabed que él gobernará lo que tarda un perro en lamerse la nariz. Él es el padre de los cuatro machos cabríos. La comunidad encontrará días sangrientos con él y sus hijos”.
El Imam ‘Alî (a.s.) se refirió a Marwân diciendo que era un ejemplo de engaño y traición, de manera que si le hubiera dado la mano en juramento de fidelidad al mismo tiempo le habría traicionado con el dedo índice. Además, el Imam en estas palabras hizo un presagio sobre que Marwân llegaría a gobernar, solo que por un tiempo muy corto, tan breve como “lo que tarda un perro en lamerse la nariz”, y que el Califato después estaría en manos de los hijos de éste, quienes se empeñarían en asolar y tiranizar a la gente. ‘Abdul Mâlik Ibn Marwân designaría luego como gobernante de Irak y otras regiones a Al-Haÿÿâÿ Ibn Iûsuf, quien vertió un alud de dolorosos tormentos sobre la gente, dejando diseminadas por todo el Irak madres desconsoladas por la pérdida de sus hijos y familias de luto.
Otra de las facetas de la benevolencia del Imam Al-Husain (a.s.) es cuando recibió a Hurr, quien había llegado ante él para enfrentarle y combatirle con una división del ejército compuesta por unos mil jinetes. Éstos se encontraban al borde de la muerte a causa de la intensidad de la sed, pero el altruismo y grandeza de alma del Imam no consintieron que los abandonara a su suerte, por lo que ordenó a sus criados y a la gente de su casa que les dieran de beber así como a sus caballos. Entre ellos se encontraba el criminal ‘Alî Ibn At-Ta‘ân Al-Muhâribî, quien a causa de la intensidad de su sed no podía beber por sí mismo, por lo que el mismo Imam se ocupó de darle de beber. Esa actitud es uno de los actos de nobleza más sublimes que hayan sido registrados en el diccionario del humanismo.

7- Su inflexibilidad en relación con la verdad

Entre las elevadas pautas de moral del “padre de los libres” se encuentra la inflexibilidad en relación con la verdad, de manera que la gente no conocía a nadie más entregado a auxiliar a la verdad que él. Echó abajo los reductos de la falsedad y socavó las células de la injusticia y la tiranía.
El Imam (a.s.) vio que la comunidad islámica se había sumergido en la opresión y la injusticia, no quedando en su ámbito ninguna sombra para la justicia ni para la verdad. Es por ello que emprendió rumbo hacia el campo del Ÿihâd o lucha en el camino de Dios, para hacer prevalecer la Palabra de Dios, Glorificado Sea, y establecer la Verdad y la Justicia. Él anunció esto en la disertación que ofreció a sus compañeros en la noche del diez de Muharram, cuando dijo:
“¿Acaso no veis que no se actúa en base a la Verdad, y que no se prohíbe la falsedad? ¡Que el creyente anhele estar con la verdad al encontrar a su Señor!”.
Ciertamente que aferrarse a la verdad era una de las características intrínsecas más exponentes del Imam (a.s.). El Profeta (s.a.w.), mediante su conocimiento de lo oculto, había predicho que su gran nieto sería quien se levantaría para establecer la Verdad, por lo cual solía colmarle de besos.

8- Su franqueza

Entre las pautas de moral del “padre de los libres” se encuentra la franqueza en sus palabras y acciones, de forma que en ninguno de los períodos de su vida se valió de la simulación y el engaño, ni utilizó ninguna vía torcida ni sinuosa, sino que marchó por el sendero claro que se correspondía con su conciencia viva. Una de las formas de ese comportamiento brillante se puso de manifiesto cuando Al-Walîd, el gobernador de Medina, le llamó en medio de la noche para informarle de la muerte del tirano Mu‘âwîiah y le requirió que diera la bai‘ah a Iazîd, y que le bastaba con que lo hiciera durante la noche y no en público, pero él se rehusó a hacerlo, rechazando oficialmente la bai‘ah y diciendo:
“Por cierto que nosotros somos la Gente de la Casa del Profeta, el tesoro del Mensaje y a quienes frecuentan los ángeles. Es por nosotros que Dios despliega [los asuntos] y [los] cierra, en tanto que Iazîd es un hombre corrupto, que bebe embriagantes, asesino de vidas respetables, que practica abiertamente la corrupción y el libertinaje. Quien es como yo no da la bai‘ah a alguien como él”.
El Imam (a.s.) hizo caso omiso del gobierno y manifestó abiertamente su luminosa opinión de rechazo a dar la bai‘ah a Iazîd, en quien confluían todas las bajezas y perversiones.
Otra manifestación de la franqueza a la que estaba habituado tuvo lugar en su camino hacia Irak cuando le llegó la dolorosa noticia de la muerte de su representante Muslim Ibn ‘Aqîl y la traición de la gente de Kufa, y he ahí que dijo lo siguiente a quienes le seguían procurando una vida mejor:
“Muslim ha sido muerto y nuestros seguidores nos han traicionado. Quien de entre vosotros quiera marcharse que lo haga y sepa que no tiene ningún compromiso”.
Es así que se separaron de él los que tenían algún tipo de codicia y permanecieron los elegidos de entre la gente de su casa y sus compañeros.[28] Así, aún en esos graves momentos en los que requería de auxiliares y amigos, se abstuvo de instigar y engañar.
Otra de las manifestaciones de esa franqueza, es que en la noche del diez de Muharram reunió a la gente de su casa y a sus compañeros y les informó que al día siguiente él y todos aquellos que lo acompañaran serían martirizados. Les dijo eso explícita y llanamente para que estuvieran conscientes de la situación, y así también les ordenó que se escabulleran y lo dejaran solo aprovechando la oscuridad de la noche. Pero esas grandes personas rehusaron abandonarle e insistieron en alcanzar el martirio junto a él.
Los gobiernos sucumben y los reinos desaparecen, pero esa elevada moral es más idónea que cualquier ente viviente para permanecer, puesto que representa los nobles valores sin los cuales el ser humano no posee dignidad.[29]

9- Su valentía

Entre las elevadas pautas de moral del “padre de los líderes” se encuentra la valentía y la bravura, de manera que, en lo que respecta a su sólida determinación e intrepidez, la gente no conoció a nadie como él en ninguna de las etapas de la historia, habiendo gente que llegó a anteponer su valentía a la de su padre, la cual había abarcado todos los idiomas de la Tierra.
Sus enemigos quedaron deslumbrados por el brío de su coraje, puesto que no se desmoronó frente a todas las tragedias que le circundaron, sino que cuanto más trágica se tornaba su situación, más se incrementaba su arrojo y mejoraba su semblante. Luego de que sus compañeros y la gente de su casa fueran martirizados, se abalanzó contra él el ejército omeya, cuyo número -según transmiten los narradores- ascendía a treinta mil soldados. Él cargó contra ellos y éstos se abrieron poniéndose en fuga –tal como lo expresan los narradores-, como lo hacen las ovejas cuando el lobo arremete contra ellas. Permaneció firme como una montaña recibiendo estocadas desde todas direcciones, pero sin flaquear; por el contrario, se mantuvo desafiando a la muerte y menospreciándola. Dijo al respecto el Seîied Haidar:
Enfrentó a la multitud sólo, empero / cada miembro suyo, por el pavor que infundía, era una multitud;
Siendo sus dedos las lanzas, y como si el filo / de su espada estuviera estampado con su determinación;
Unió la espada con la vida, pareja cuya / dote fue la muerte y su ornato la sangre.
El Seîied Haidar también describió su inusitada valentía diciendo:
Mientras él firme permanecía, en la tierra, bajo los guerreros, / una convulsión a los más impávidos estremecía;
Más afianzado a la tierra que su superficie él estaba / siendo que el pavor, a sus rivales agitaba;
Aumentaba la serenidad en su semblante / mientras ellos, por el temor, palidecían.
Cuando el “padre del rechazo a la opresión” cayó abatido sobre la tierra, herido y agotado por el desangramiento, el ejército omeya, intimidado y atemorizado, evitaba acercársele para rematarle. A este respecto dijo el Seîied Haidar:
Cayó derribado y los guerreros le veían; / aún así, por el temor, palidecían;
¡De qué manera la guerra se detenía / por un abatido que a sus valientes acobardaba!
La gente de su casa y sus compañeros se habían nutrido de ese gran espíritu, y es así que se aventajaban para dirigirse a morir con total pasión y sinceridad. El enemigo fue testigo de su bravura e intrepidez. Se le dijo a uno de los hombres que estaba con Ibn Sa‘d: “¡Ay de ti! ¿Matasteis a la descendencia del Mensajero de Dios (s.a.w.)?”, y éste respondió:
“Si tú hubieras sido testigo de lo que nosotros vimos, habrías hecho lo que hicimos. Arremetió contra nosotros un grupo cuyas manos empuñaban las espadas como si fueran leones hambrientos; derribaban a los jinetes a derecha e izquierda y se abalanzaban hacia la muerte sin proveerse de salvoconducto alguno; no anhelaban riquezas, y no había ningún obstáculo que les impidiera abrevar del manantial de la muerte o hacerse del poder. Si le hubiéramos dado tregua habrían llegado en tropel hasta quienes estaban en el campamento, y entonces no habríamos podido hacer nada”.[30]
Dijo cierto poeta:
Si las rígidas montañas hubieran estado en su lugar / se habrían agitado sobre la planicie y pulverizado abruptamente;
He ahí a quien erguido, las flechas su rostro perseguían / y quien con arrojo derribaba las lanzas con el pecho.
Con su valentía excepcional el “padre de los libres” desafió la naturaleza humana, se mofó de la muerte y escarneció a la vida, prefiriendo el martirio a vivir en la humillación.

Éstos fueron algunos distinguidos ejemplos de la moral del Imam Al-Husain (a.s.), la cual conformó una prolongación de la moral de su abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.), quien desencadenó un estallido de conocimiento y sapiencia en el orbe.


[1] Sharh Nahÿ al-Balâgah, de Ibn Abîl Hadîd, t.13, p.249.
[2] Al-Diwân, del Seîied Haidar, p.87.
[3] Sura Âl ‘Imrân; 3: 134.
[4] Haiât Al-Imâm Al-Husain Ibn ‘Alî (a.s.), t.1, p.124.
[5] Al Profeta (s.a.w.), los Imames (a.s.) y sus descendientes les está prohibido aceptar limosnas (N. del T.).
[6] Haiât Al-Imâm Al-Husain Ibn ‘Alî (a.s.), t.1, p.125.
[7] Nihâiat al-Irb, t.3, p.260; Alif Bâ, t.1, p.467.
[8] Matâlib as-Su’ûl, p.73.
[9] Haiât Al-Imâm Al-Husain Ibn ‘Alî (a.s.), t.1, p.128.
[10] Ibíd.
[11] ‘Uiûn al-Ajbâr, t.3, p.40.
[12] Haiât Al-Imâm Al-Husain Ibn ‘Alî (a.s.), t.1, p.128.
[13] Fadâ’il al-Jamsah fî as-Sihâh as-Sittah, t.3, p.268.
[14] Sura an-Nisâ’; 4: 86.
[15] Al-Fusûl al-Muhimmah, de Ibn As-Sabbâg Al-Mâlikî, p.184.
[16] Ta’rîj Ibn ‘Asâkir, t.14, p.185.
[17] Haiât Al-Imâm Al-Husain (a.s.), t.1, pp.129-130, transmitido de ‘Aqd al-Âl fî Manâqib al-Âl.
[18] Tahdhîb al-Asmâ’, t.1, p.163.
[19] A‘iân ash-Shî‘ah, t.4, p.102.
[20] Tahdhîb al-Asmâ’, t.1, p.163; Jutat al-Maqrîzî, t.1, p.173.
[21] Ta’rîj Al-Ia‘qûbî, t.2, p.19; Ta’rîj Ibn al-Wardî, t.1, p.173.
[22] Ta’rîj At-Tabarî, t.6, p.273.
[23] Ta’rîj Ibn ‘Asâkir, t.13, p.254; Siar A‘lâm an-Nubalâ’, t.3, p.193; Maÿma‘ az-Zawâ’id, t.9, p.201; Tahdhîb al-Asmâ’, t.1, p.163.
[24] Sifwat as-Safwat, t.1, p.321; Tabaqât, de Ash-Sha‘rânî, t.1, p.63.
[25] Al-Kawâkib ad-Durrîah, t.1, p.58.
[26] Haiât Al-Imâm Al-Husain Ibn ‘Alî (a.s.), t.1, p.135.
[27] Da‘â’im al-Islâm, t.2, p.337.
[28] Ansâb al-Ashrâf, t.1, p.240.
[29] Haiât Al-Imâm Al-Husain Ibn ‘Alî (a.s.), t.3, pp. 119-120.
[30] Sharh Nahÿ al-Balâgah, t.3, p.263.

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