lunes, 28 de noviembre de 2011

La Tragedia de Karbalâ' - Día 6


Preparado por: La Asamblea Mundial de Ahlul Bait (a.s.)
y el Instituto de Cultura y Ciencias del Islam “Al-Gadîr”.

Día 6: La Tragedia de Qâsim


la noche de ‘Ashûrâ’ es una de las más magníficas de la historia del hombre. Fue la noche en que la humanidad se vio ante dos caminos: el bien y el mal. Cuántas personas hasta esa noche se encontraban en el campamento de la incredulidad pero en una noche atravesaron un camino de cien años y se unieron a la Verdad.

En la noche de ‘Ashûrâ’ el Imam Al-Husain (a.s.) reunió a sus compañeros a su alrededor y luego de glorificar a Dios, expresó: “En verdad que no conozco compañeros más leales ni familia más obediente que vosotros. Este ejército me busca a mí y es conmigo que son hostiles y mañana me entablaré en lucha con ellos. Es por eso que os libero de vuestra bai‘ah o juramento de fidelidad y os doy permiso para dejarme. Aprovechad la oscuridad de la noche y partid…”
Tras las palabras del Imam, primero habló Abûl Fadl Al-‘Abbâs, después los demás integrantes de los hashemíes, y luego los compañeros del Imam (a.s.), quienes dijeron: “¿Para qué queremos permanecer vivos después de ti, ¡oh hijo del Mensajero de Dios!? En verdad que si una y otra vez fuésemos matados y vueltos a la vida, jamás dejaríamos de auxiliarte”.
Al escuchar estas palabras el Imam dijo: “Mañana yo seré muerto y vosotros también lo seréis”.
Aquí fue que se manifestó la cúspide de la nobleza humana y en respuesta al anuncio de su muerte indefectible los compañeros y familia del Imam dijeron: “¡Agradecemos a Dios que nos ha concedido el éxito de ser tus auxiliares y nos ha honrado con el martirio junto a ti!”.
Luego de que el Imam (a.s.) les dejara complemente en claro el asunto y se pusiera de manifiesto la inquebrantable bai‘ah o juramento de fidelidad de aquéllos, rogó por ellos y luego dijo: “¡Levantad vuestras cabezas y observad vuestro lugar en el Jardín del Paraíso”. De esta manera, cada uno de sus compañeros percibió con su visión interior su propio lugar en el Más Allá.
Qâsim ibn Al-Hasan, el hijo mayor del Imam Hasan Al-Muÿtabâ (a.s.), que era un adolescente apenas maduro y que también se encontraba allí, contempló esa apasionada y entusiasta escena, y le preguntó a su tío: “¿Acaso yo también seré muerto junto a tus compañeros?”. El corazón del Imam (a.s.) se enterneció por el hijo de su hermano y le preguntó: “¡Oh hijito! ¿Cómo es la muerte para ti?”. Qâsim le respondió con valentía: “¡Más dulce que la miel!”.
El Imam (a.s.) le dijo con ternura y compasión: “¡Que tu tío sea sacrificado por ti! Así es. Tú también serás matado después de que te acontezca una gran aflicción”. Luego agregó: “¡Mi pequeño hijo ‘Alî Asgar también será matado!”. Un ardor y sentido de hombría brotó del adolescente Qâsim y preguntó: “¡Tío! ¿Acaso las manos de los enemigos llegarán también a las tiendas de las mujeres, que matarán incluso a ‘Alî Asgar que es un bebé?”. El Imam le respondió: “¡Que tu tío sea sacrificado por ti! Un corrupto de entre los enemigos lanzará una flecha hacia la garganta de ‘Alî Asgar, y él alcanzará el martirio estando en mis brazos llorando y su sangre correrá por mis manos…”. Luego ambos lloraron, y por su llanto también lo hicieron sus compañeros y auxiliares, elevándose a los cielos, desde las tiendas, el clamor de lamento de la familia del Mensajero de Dios (s.a.w.).


Pero, ¿cuál fue esa gran aflicción que el Imam le vaticinó a Qâsim? Tal vez, de la manera en que fue martirizado se nos manifieste el secreto de tal aflicción…

Algunos escritores narraron que luego de que ‘Alî Akbar se dirigiera al campo de batalla y fuera martirizado, Qâsim ibn Al-Hasan salió de la tienda proponiéndose la lucha.
Cuando el Imam Al-Husain (a.s.) vio al hijo de su hermano que había salido para combatir, le abrazó y lloraron juntos al punto de casi desfallecer. Luego de calmarse, Qâsim le solicitó a su tío permiso para el ÿihâd, pero él no se lo concedió, por lo que Qâsim cayó a sus pies besándole e implorándole, hasta que finalmente obtuvo su consentimiento y se apresuró hacia el campo de batalla.
Los documentos históricos narran de uno de los soldados del ejército enemigo que “un muchacho cuyo rostro era tan bello como un fragmento de luna, salió de las tiendas y galopó hacia nosotros”. Mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, Qâsim recitaba los siguientes versos:
Si es que no me conocéis, yo soy el hijo de Al-Hasan,
El nieto de Al-Mustafâ, el digno de fiar,
Y éste es Al-Husain, apremiado como un prisionero,
Entre personas que no gozarán de la gracia.
Es así, que a pesar de su corta edad y la pequeñez de su cuerpo, guerreó con vehemencia matando a un número de soldados de Iazîd. Los soldados le rodearon en grupo y uno de ellos galopó hacia él, infligiéndole un fuerte golpe. Qâsim cayó al suelo de bruces y clamó por ayuda diciendo “¡Oh tío!”. Entonces, el Imam levantó su cabeza y como un águila aguzó su mirada hacia el campo de batalla, y cual león enfurecido, velozmente atacó, y con un blandir de espada cortó desde el codo el brazo del que había golpeado a Qâsim. Éste dio un grito tan estrepitoso que los jinetes del enemigo lo escucharon y galoparon hacia el campo de batalla para librarle de las manos del Imam (a.s.). Bajo esas severas condiciones, se entabló una lucha entre el Imam (a.s.) y los kufíes, en tanto que Qâsim se encontraba tirado en el suelo… Y tal vez esa, fue “la gran aflicción”.
Luego de que el polvo de la batalla se asentó, vieron al Imam (a.s.) que abrazaba a Qâsim y le cargaba de regreso a la tienda mientras los pies de Qâsim arrastraban el suelo. El Imam dijo: “¡Que esta gente sea alejada de la misericordia divina, y que tu abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.) sea su enemigo en el Día de la Resurrección!”. Luego susurró: “¡Juro por Dios que para tu tío es muy duro que le hayas invocado pero no haya podido salvarte…!”.
«¿Acaso no es así que la maldición de Dios recae sobre la gente opresora?».
«Y pronto sabrán aquellos que tiranizaron a qué destino se dirigen».

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