miércoles, 1 de septiembre de 2010

Los Beneficios del Autoconocimiento


Extraído del libro "Autoconocimiento", de Muhammad Ali Shomalí
Traducción: Sumeia Younes


            Uno de los beneficios prácticos del autoconocimiento es permitir al ser humano familiarizarse con sus habilidades y aptitudes. Esto resulta de gran ayuda a una persona en la vida, impidiéndole, por ejemplo, elegir un campo de estudio o trabajo inherentemente discorde a las habilidades que Al·lâh le otorgó.
            Resulta también de gran valor a una persona comprender que ella, teológicamente hablando, no existe por sí misma. Esto es importante, desde que le ayuda a entender que no importa cuán poderosa o elevada pueda ser su posición, existen numerosos eventos en la vida sobre los cuales no posee control.
            De aún más importancia es el valor espiritual del autoconocimiento, en el que alguien que tiene autoconocimiento es mucho menos probable que ceda a la arrogancia, orgullo desmedido, y otros tales comportamientos destructivos. Quien está íntimamente en contacto con sí mismo y su Señor, está también mucho mejor equipado para corregir esos aspectos de sí que pueden ser mejorados, y que verdaderamente necesitan ser mejorados. Se pueden evaluar mejor las propias debilidades y fuerzas, y ser agradecido por las bendiciones que le han tocado.
            El autoconocimiento es un método altamente efectivo de autoperfeccionamiento; se puede incluso decir que ma‘rifat-un nafs es, de alguna manera, similar a las terapias o mecanismos de realimentación (o bio-feedback) que muchos médicos recomiendan en algunos países occidentales a los pacientes de quienes se requiere su activa participación en el proceso curativo, o a pacientes para quienes los modernos medicamentos no han encontrado una cura.
            Otro muy importante beneficio de ma‘rifat-un nafs es que un musulmán creyente sabe que él o ella es una creación de Al·lah extremadamente preciosa, y no se ve a sí mismo/a simplemente como otro animal con necesidades básicas para satisfacer y por las cuales luchar.
            Para comprender mejor este punto recurriremos por un momento a un estudio más bien filosófico.
            La mayoría de la gente parece darse cuenta instintivamente de que cada ser posee un nivel diferente de perfección, íntimamente equivalente a esas características inherentes del ser y que se proyectan en el plan de las cosas en el universo. Por ejemplo, un árbol común y corriente que no da frutos, comparado con un manzano que hace esto último además de ser lo primero, es considerado de un estatus más bajo de perfección en el plan de las cosas. Es por esta razón que un manzano en un huerto, que produce suficientes hojas para proveer abundante sombra pero que por alguna razón no da frutos, es más probable que sea cortado y reemplazado por uno que sí dé frutos. El mismo no ha desplegado su potencial, su nivel de perfección. En otras palabras, a pesar de que el árbol sigue siendo útil en muchos aspectos, ha fallado en aquel aspecto que distingue a los árboles menos perfectos que no dan frutos.
            La misma analogía opera cuando comparamos a los humanos con los animales. Si un ser humano no presenta características superiores a aquellas compartidas con los animales, por ejemplo, comer, beber, buscar confort, refugio, placer, y la propagación de la especie, entonces ese ser humano no habrá alcanzado su completo potencial, o perfección.
            Para resumir este punto, se puede afirmar lógicamente que el segundo beneficio más importante de ma‘rifat-un nafs es el reconocimiento de estas características innatas y exclusivas, permitiéndole a uno ver claramente qué es lo que son. Tal ser humano no se permitirá a sí mismo ser corrompido y rebajado al nivel de los animales, habiendo comprendido su estatus en el plan de las cosas, y a los ojos de su Señor. Quienquiera que descubra su verdadero valor no cometerá ningún pecado. Si realmente comprendemos qué ser tan precioso somos, nuestro inefable alto potencial, y las cimas a las que podemos remontarnos, entonces no nos permitiremos ser engrilletados por el pecado, y ser bloqueados.
            Tras haber hablado de los seres humanos que han ascendido a las cimas de la perfección, veamos ahora qué es lo que dice el hombre de Dios y Su siervo, Imam ‘Alî (a.s.) al respecto:
            Los siguientes dos hadices fueron tomados de Nahÿ al-Balâghah:
من كرمت عليه نفسه هانت عليه شهواته‏
 “Quienquiera que se vea a sí mismo con dignidad, ve a sus deseos con desdén”.[1]

En otras palabras, el Imam está diciendo que una vez que una persona se vuelve consciente de sí misma, comprende qué tan preciosa es, y las valiosas metas que puede fijarse para sí misma, y sus propios deseos ya parecen ligeros, insignificantes y de poco valor. De este modo, luchar contra la tentación se vuelve fácil, y éste es uno de los beneficios del autoconocimiento.
El segundo hadîz forma parte de la carta que el Imam ‘Alî (a.s.) envió a su hijo, Imam Hasan (a.s.), aconsejándole sobre asuntos importantes para él. Las palabras son como preciosas joyas, y nosotros, los musulmanes comunes, necesitamos escuchar y recordar más tal consejo que el Imam a quien la carta fue dirigida:
اكرم نفسك عن كل دنية وإن ساقتك إلى الرغائب ; فأنك لن تعتاض بما تبذل من نفسك عوضاً ، ولا تكن عبد غيرك وقد جعلك اللّه حراً
“Mantente por sobre toda cosa baja aún cuando pueda llevarte hacia tus deseos, porque lo que recibirás a cambio nunca será tan valioso como lo que tendrás que dar de ti. Y no seas siervo de nadie, puesto que Al·lah te ha creado libre”.[2]

            En el Glorioso Corán encontramos versículos que hacen referencia a las personas que están totalmente perdidas:
﴿ وَالْعَصْرِ * إِنَّ الإِنسَانَ لَفِي خُسْرٍ * إِلاَّ الَّذِينَ ءَامَنُوا وَعَمِلُوا الصَّالِحَاتِ وَتَوَاصَوْا بِالْحَقِّ وَتَوَاصَوْا بِالصَّبْرِ ﴾
«¡Por la tarde!, que el hombre está en la perdición, salvo los creyentes que practican el bien, se aconsejan la verdad y se recomiendan la perseverancia».[3]

Por lo tanto, como vemos tanto en el Glorioso Corán como en los hadices, se ha puesto gran énfasis en el tema del autoconocimiento y en la libertad resultante que le sucede. Desde que existen muchas buenas exégesis escritas sobre el Glorioso Corán, aquí trataremos también de proveer un estudio meticuloso de las palabras de Imam ‘Alî (a.s.) sobre el tema.
En la segunda Tradición, encontramos la palabra “danîiah”, que significa “actos que inherentemente son desagradables y degradantes”. El Imam nos advierte del grave peligro que representan tales actos para nuestra alma, puesto que los mismos avasallan el espíritu y corrompen el alma. Nos aconseja que estemos siempre vigilantes contra acciones que, aunque gratas, confortables, o cómodas, son tan degradantes que uno pierde mucho, mucho más espiritualmente que lo que gana en comodidades o placeres momentáneos.
            En la última frase del segundo hadîz, el Imam dice a su hijo y a nosotros que la libertad del ser humano es un regalo de Al·lâh Todopoderoso tan precioso y preciado, que cualquier acción que lleve al avasallamiento, por grata o cómoda que pueda ser, es extremadamente un mal negocio. El placer momentáneo pasa y el penoso daño persiste.
Ahora continuemos con otro gran beneficio del autoconocimiento. La mayoría de la gente instintivamente se percata de que hay dos rasgos distintos a su ser: el aspecto material, mundanal, y el aspecto espiritual. Sin embargo, no entiende o cree que el último sea incomparablemente más importante. Pero en el Islam, los asuntos espirituales son los que valen más. Se puede ser un miembro enormemente productivo de la sociedad en términos materiales, y no obstante ser considerado indigno de ser llamado un musulmán si se es corrupto; mientras que lo opuesto es impensable en el Islam. Por lo tanto, no es de extrañarse que se haya enfatizado tanto en el Islam respecto a tener conciencia y precaverse de las enfermedades del espíritu. Esto se extiende a todas las acciones, aún cuando aparentemente sean insignificantes.
Existe una dominante idea errónea de que algunos actos no afectan adversamente el alma porque parecen poco importantes. Pero en el Islam se nos enseña que cada acto, cada palabra que uno pronuncia, tiene un efecto en nuestra alma y espíritu, reafirmando la fe y purificando el espíritu, o socavando la fe y dañando el alma. Las palabras pronunciadas para guiar a un alma perdida son valiosas tanto para el orador como para la persona descarriada. Ambos se benefician de diferentes maneras. Así, no debe haber ninguna duda entre los musulmanes creyentes que el Islam nos enseña que cada acción, cada palabra, tiene consecuencias para nuestro bienestar espiritual, y no deben ser descartadas como insignificantes y triviales.
Cuando el Noble Profeta (s.a.w.) envió al Imam ‘Alî (a.s.) al Yemen, le dijo:
يا علي لا تقاتلن أحدا حتى تدعوه و ايم الله لئن يهدي الله على يديك رجلا خير لك مما طلعت عليه الشمس و غربت
“¡Oh ‘Alî! No combatas a nadie antes de invitarlo (al Islam). Juro por Al·lah que si Él guía a una persona a través tuyo, ello será más precioso para ti que todo sobre lo cual sale y se pone el sol”.[4]

A fin de sintetizar nuestro análisis de este beneficio, debe decirse que se nos ha dicho clara e inequívocamente que la dimensión más importante de nuestro ser es el alma, y que nuestras acciones y pensamientos afectan directamente este preciado regalo de Dios.
Algunos pueden considerar algo extremo el hecho de que se les diga que el Islam también nos enseña que los pensamientos también deben estar atentos a su efecto sobre el espíritu.
Se nos enseña también que en la mayoría de los casos por erróneos o degradantes que nuestros pensamientos o ideas puedan ser, siempre que uno no actúe en base a ellos, uno no será reprendido severamente por el Señor. Pero desde que las acciones tienen raíces en el espíritu, se advierte a los musulmanes del hecho de descartar la importancia de las ideas en la formación de las vidas. En la jurisprudencia islámica, excepto en casos sumamente raros que están muy minuciosamente definidos, no se es castigado por meros pensamientos u opiniones. Sin embargo, desde un punto de vista ético, se debe tratar de remover los vicios del carácter.
En el Islam la inmensamente compleja naturaleza y educación de los seres humanos está sujeta a dos conjuntos de normas bastante diferentes:
-         Fiqh ( فقه ), Jurisprudencia Islámica;
-         Ajlâq ( اخلاق ), Ética.
Las normas obligatorias del Fiqh se ocupan de las condiciones necesarias mínimas de la perfección humana. Para que los humanos aspiren a nuevos y más elevados niveles de perfección, la guía Divina es proporcionada en el segundo conjunto de normas, Ajlâq, que gobierna tanto el mundo como el alma y nos proporciona todas las prescripciones que necesitamos para alcanzar los más elevados niveles de perfección. De este modo, las dos series de reglas que gobiernan las vidas de los musulmanes, cada una fue dirigida para un diferente propósito. Por ejemplo, mientras que el parloteo inútil no está prohibido en el fiqh, moralmente es considerado un derroche de tiempo precioso y nada útil para el desarrollo espiritual de la persona, y de este modo está prohibido.
Otro ejemplo que ayuda a esclarecer la diferencia mejor es el de “salât al-lail” (la oración de la noche), la cual es altamente recomendada a todos los musulmanes, y en tanto no es obligatoria en fiqh, sí lo es en ajlâq, siendo la razón que, se espera que aquellos que aspiran a nuevas cimas, y luchan por la perfección, se preparen y desarrollen espiritualmente por medio de realizar ciertas tareas, tales como levantarse en la majestuosa oscuridad de la noche para ofrecer sus oraciones al Señor del universo.
Por lo tanto, el fiqh fundamentalmente comprende las leyes básicas y necesarias cuya obediencia es requerida de todos los musulmanes, y es considerado el primer paso hacia el desarrollo. Comprometerse a las leyes del fiqh no es una difícil empresa, al igual que el mismo Islam no es una religión dificultosa.
Sin embargo, siempre hay individuos que observan las leyes obligatorias del fiqh, pero cuando captan un vislumbre de Luz, no desean ya nada más que volar hacia el Resplandor. Para estas extasiadas almas, el Islam ha proporcionado el ajlâq. Entones ellos vuelven obligatorios sobre sí mismos actos que son altamente recomendados, o mustahabb. Además de realizar estas tareas recomendables, obedecen otras leyes de ajlâq y tornan ilícito para sí aquello que no está prohibido en el fiqh, pero que de una u otra manera puede representar un obstáculo en el camino hacia la Luz, hacia la perfección.
Por lo tanto, puede haber pensamientos o cualidades espirituales que no estén directamente prohibidos en el fiqh, pero que lo estén en ajlâq. Un pensamiento o cualidad destructiva que no está prohibida en sí misma en el fiqh es la envidia, la cual no es una falta punible en la jurisprudencia islámica, ni tampoco seremos reprendidos por tales pensamientos en el Más Allá. Pero las acciones que resultan de la envidia pueden estar prohibidas.
Dijo el Noble Profeta (s.a.w.):
إذا تطيرت فامض، وإذا ظننت فلا تقض، وإذا حسدت فلا تبغ
“Si eres pesimista, entonces no permitas que ello te impida continuar; si eres suspicaz respecto a alguien, no juzgues sobre esas bases, y si envidias a alguien, no lo acoses”.[5]

La envidia ha sido llamada “la prisión del alma”[6], y constituye un impedimento tal para el desarrollo espiritual de la persona que no hay lugar para ella en ajlâq.
Podemos encontrar también ejemplos de pensamientos que conforman el tópico de ambos grupos de normas que gobiernan la vida de los musulmanes. Uno de estos, considerado uno de los más grandes pecados que generalmente se manifiestan en los pensamientos de uno, es desesperar de la ayuda de Al·lâh. Hay muchos hadices respecto a este tema y es un pecado tan grave que es considerado una forma de “kufr”, o incredulidad. Existen muchas razones para ello, y solo desde un punto de vista psicológico, tal persona, tan extraviada en el pecado y tan desesperanzada de ser perdonada alguna vez por el Señor, no posee incentivo práctico o de resguardarse, o resguardar a la sociedad de sus futuros delitos. Este sentimiento de desesperación -se nos enseña en el Islam- es peor que los pecados mismos.
Incluso en las leyes obligatorias y prácticas (fiqh), se les prohíbe explícitamente a los musulmanes cualquier clase de pérdida de esperanza en el perdón de Dios. Se nos dice que tales pensamientos desalentadores son una de las armas más efectivas de Satán, quien se regocijará con la imagen de un alma perdida, desesperanzada de la misericordia y perdón de Su Señor. A tales personas se les dice que se arrepientan verdadera y sinceramente, enmienden sus actos pasados lo máximo posible, y que tengan fe en que Al·lâh Todopoderoso los perdonará.
Otro gran pecado, que también tiene que ver mucho con el pensamiento de uno, es pensarse libre de la posibilidad de que Al·lâh no nos impondrá castigo por las malas acciones. Considerarse a uno mismo el amo maquinador, de algún modo capacita para cometer impunemente pecado.
Encontramos en el Glorioso Corán:
﴿ وَمَكَرُواْ وَمَكَرَ اللّهُ وَاللّهُ خَيْرُ الْمَاكِرِينَ ﴾
«Pero conspiraron, y Dios, por su parte, desbarató sus planes, porque Dios es el más ducho de los desbaratadores».[7]

         Por lo tanto, se nos dice que no pensemos que estamos más allá de los alcances de la justicia de Dios, y que no confabulemos ni engañemos, puesto que todo ello es en vano.
         Una de las palabras utilizadas en el versículo es “makr”, que, cuando es usada para el hombre, significa “artificio, trama”, pero cuando es usada en connotación con Al·lâh Todopoderoso implica “planear un inocente, pero sagaz comportamiento”. Un ejemplo de esto es encontrado en la historia del intento de Quraish por acabar con la vida del Noble Profeta (s.a.w.). Ellos prepararon su plan cuidadosamente de principio a fin, y con el propósito de extender la culpa y evitar las consecuencias, enviaron a un hombre de cada clan para llevar a cabo el asesinato. Estaban seguros de que esta confabulación impediría a los parientes y seguidores de Muhammad (s.a.w.) declarar la guerra a todos los clanes si acaso se encontraba a los culpables. Pero por la Gracia de Al·lâh, el Arcángel Gabriel reveló sus planes al Profeta. ‘Alî (a.s.) decidió ocupar su lecho y el Profeta (s.a.w.) abandonó la ciudad esa misma noche.
         Para concluir con nuestro análisis de este tópico, el tercer mayor beneficio del autoconocimiento enseñado en el Islam es saber que el aspecto espiritual de nuestro ser es el más importante, y que nuestros espíritus se ven influenciados no solo por nuestros actos sino también por nuestras ideas. Así, debemos estar vigilantes con respecto a nuestros pensamientos, y utilizar nuestro conocimiento de nosotros mismos para evitar las innumerables trampas del alma.
         El cuarto beneficio del autoconocimiento es comprender que no fuimos creados al azar. Si nos contemplamos profundamente a nosotros mismos, a nuestro ser, llegaremos a la inevitable conclusión de que es Al·lâh Quien creó todo, y que no pudimos haber venido a la existencia por nosotros mismos o simplemente como resultado de la unión de nuestros padres, sin haber sido parte de Su Plan. Naturalmente, el hombre está siempre en busca de una razón para su existencia, su ser, pero a través de ma‘rifat-un nafs y contemplando la creación y las metas que persigue la misma, nos percatamos de que cada uno de nosotros somos únicos, con una misión en la vida. No fuimos creados por casualidad y en vano.
         Armados con este conocimiento, estaremos bien equipados para esforzarnos y llevar a cabo el propósito de nuestra creación, para buscar el retorno a Él incesantemente a través de los actos que son amados por Él, actos divinos que constituyen la piedra angular de la religión y dan sentido a la vida.
         El quinto beneficio es la inmensa ayuda que uno recibe al ser verdaderamente conciente del factor de la percepción, el cual es crítico para el proceso del desarrollo y purificación espiritual. A través del autoconocimiento, estamos capacitados para cultivar y desarrollar nuestra autoconciencia, nuestra percepción; de otro modo los factores externos pueden llegar a influir sobre nosotros de manera que no podamos controlarlos.
         Una de las características del hombre es que, en relación con los asuntos cambiantes y constantes, no siempre está consciente de los últimos. Esto es a fin de que nuestra atención no esté fija y absorbida en los asuntos constantes, y estemos, por lo tanto, capacitados para tomar las medidas necesarias ante los nuevos asuntos. Al·lah nos ha hecho de esta manera para capacitarnos a prestar atención a nuevos asuntos; de no ser así nuestra atención estaría fijada en una sola cosa. (Claro está, nos es posible fortalecer nuestro espíritu para poner completa atención a más de una cosa al mismo tiempo). Por ejemplo, cuando primero accionamos un reloj estamos conscientes del mismo, pero tras un momento perdemos conciencia de ello hasta que queremos saber la hora; o sentimos el peso de nuestras ropas al principio y luego no estamos concientes de ello.
         Debemos utilizar este punto psicológico en nuestras vidas espirituales. Hay momentos en que las mayores catástrofes pueden acontecer a nuestra alma, sin que la persona lo advierta. Hay ejemplos de personas que están totalmente perdidas en la vida y ni se dan cuenta de la realidad. Esto puede avanzar hasta un punto de total descreencia en Dios, sin que la persona esté conciente del cambio ocurrido en sí misma, en su conciencia. Ello se debe a que los humanos están creados de tal manera que están más atentos a los cambios súbitos que a los sutiles. Se pueden experimentar cambios drásticos en la creencia y todavía estos cambios no sean agudamente obvios para la persona. Un buen ejemplo es la mentira. La mayoría de los humanos, especialmente en las tempranas etapas de la niñez, no pueden decir una simple mentira -especialmente si es la primera vez que se han entregado a tal comportamiento-, sin sentirse inquietos, incómodos, y más tarde, llenos de remordimiento. No obstante, cuando uno repite este comportamiento, el alma se habitúa a los efectos, y uno puede mentir, timar, y embaucar con pequeño esfuerzo o pena. Aún peor, se puede no estar conciente del todo del cambio que se ha sufrido. El autoconocimiento le permite a uno ver avecinarse estos cambios, dando a la persona la oportunidad de corregir tales defectos del carácter, y otra vez dar pasos en el sendero de Al·lâh.
         Sin embargo, con la mayoría de la gente, solo eventos catastróficos en sus vidas personales pueden hacer que se vuelvan concientes de estos defectos de carácter. Con aquellos armados con ma‘rifat-un nafs ello no llegará a suceder. Por medio de prestar atención a la conciencia y cuidándola, uno puede llegar a percatarse de los cambios sutiles que ocurren en la vida interior y tomar medidas correctivas cuando sea necesario.
         Al·lâh Todopoderoso nos dice en el Glorioso Corán:
﴿ ثُمَّ كَانَ عَاقِبَةَ الَّذِينَ أَسَآءُوا السُّوأَى أَن كَذَّبُوا بِاَيَاتِ اللَّهِ وَكَانُوا بِهَا يَسْتَهْزِئُونَ ﴾
«Luego, será la suerte de quienes cometieron la impiedad de desmentir las aleyas de Dios y las escarnecieron».[8]

         Por lo tanto, son los seres humanos, dotados de conciencia y libre voluntad, los que pueden destruirse a sí mismos, o bien alcanzar la felicidad y la paz si es que están concientes de sí mismos, de sus acciones, y más importante que ello, concientes del Dios Todopoderoso en todo momento.
         El sexto beneficio del autoconocimiento es que sirve como un medio de acceso al mundo inmaterial o espiritual. Una vez que atravesamos las puertas encontramos muchas cosas que, desde un punto de vista estrictamente materialista, no tienen sentido. Un ejemplo de ello es la conciencia, la cual no puede ser justificada o explicada por leyes meramente materialistas. ¡Qué maravilloso es que todos los seres humanos, desde tiempos inmemoriales, sin tener en cuenta educación, cultura y religión escuchen el mismo llamado interior! La gente parece percatarse instintivamente de lo que es correcto o de lo que constituye algo errado. Toda persona considera a la opresión e injusticia como algo malo, y a la justicia como algo bueno y deseable. Incluso los opresores mismos desean ser tratados con justicia. Se dice que inclusive los ladrones, al momento de dividir el botín, escogen de entre ellos a quien consideran confiable para hacer ese trabajo.
         A través del autoconocimiento llegamos a entender que todas las cosas, excepto los seres humanos, poseen una naturaleza inherente que no puede ser cambiada. Por ejemplo, una piedra será por siempre piedra, no importa cuántos cambios ocurran en ella cuando son hechas diferentes cosas de ella. Con los seres humanos sucede exactamente lo contrario. A pesar de que todos nosotros habitamos más o menos en la misma clase de cuerpo físico, poseemos diferentes naturalezas.
         Se nos dice que en el Día del Juicio, cuando el velo sea finalmente levantado de enfrente de nuestros ojos, nos veremos a nosotros mismos y a los demás como realmente somos. Aflorarán nuestras verdaderas naturalezas. Leemos en el Glorioso Corán:
﴿ يَوْمَ تُبْلَى السَّرَآئِرُ ﴾
«El día en que sean revelados los secretos».[9]

         y hay otro versículo:
﴿ يَوْمَ يُنفَخُ فِي الصُّورِ فَتَأْتُونَ أَفْوَاجًا ﴾
«El día en que la trompeta sea tañida y comparezcáis en tropeles».[10]

         De acuerdo a los hadices, “tropeles” significa “grupos de gente y otros seres”, agrupados según su verdadera naturaleza. Es posible que algunos aparezcan como perros o monos. Algunos seres humanos pueden haber caído más bajo que un insecto, mientras otros pueden haber ascendido más alto que los ángeles. Hemos aprendido que en el Islam, los seres humanos no son valorados de la misma manera. Uno puede, a través de actos desdeñables, ocupar una posición por debajo de la más baja de las especies y viceversa, ascender más alto que los ángeles, a los ojos de Al·lâh.
         Según otras cosmovisiones, todos los seres humanos son considerados como uno y la misma persona. Los sionistas y sus víctimas, o los serbios y sus víctimas son considerados humanos poseedores de los mismos derechos y ambos deben ser respetados. Pero para el Islam, existen dos niveles distintos de humanidad, y por consiguiente, dos niveles distintos de leyes, relaciones, etc.
         En primer lugar, existen leyes básicas aplicadas a todos los seres humanos, surgidas de sus derechos básicos, sus derechos de nacimiento por haber sido creados humanos. El segundo nivel de leyes es aplicado exclusivamente a los seres humanos reales, quienes, a través de innumerables actos divinos se han elevado a un nivel inaccesible para otros que no se han conducido a sí mismos de una manera similar. La razón fundamental para esto es que la relación entre el Creador y el hombre es una muy especial relación, con el Señor otorgando ciertos derechos exclusivamente a aquellos que dan pasos en Su camino.
         Un aspecto de esta relación, aparte de las leyes, es el discernimiento que Al·lâh Todopoderoso otorga al creyente, permitiéndole comprender la verdadera naturaleza y carácter de las personas en la vida. Hay también algunos portentosos privilegios concedidos a los probos que ni siquiera han sido otorgados a los ángeles. Luego, la razón parece ser que el hombre, a quien se le otorgó libre voluntad, si es sumamente recto y piadoso, se le otorgan también ciertos privilegios negados a los ángeles. Por ejemplo, cuando el Noble Profeta (s.a.w.) ascendió a los Cielos en la majestuosa noche del Mi‘râÿ (Ascensión), a veces era acompañado por el Ángel Gabriel, pero había lugares y dimensiones del universo que le eran negadas al arcángel, por lo que, en palabras suyas, citadas por el Noble Profeta (s.a.w.):
لو دنوت أنملة لاحترقت
 “Si yo me hubiese acercado más allá, incluso en la medida de una falange del dedo, me hubiese quemado”.[11]

         En el Glorioso Corán leemos que cuando el Noble Profeta (s.a.w.) ascendió a los Cielos se aproximó tanto al Señor del Universo como ningún ser creado pudo esperar hacerlo jamás:
﴿ ثُمَّ دَنَا فَتَدَلَّى * فَكَانَ قَابَ قَوْسَيْنِ أَوْ أَدْنَى * فَأَوْحَى إِلَى عَبْدِهِ مَآ أَوْحَى
«Luego, se le aproximó cerniéndose lentamente, hasta una distancia de dos arcos o menos aún y reveló al siervo de Dios lo que Él reveló (a Gabriel)».[12]

       Aquí no debemos olvidar que en el Glorioso Corán a veces Al·lâh nos habla en forma alegórica, especialmente cuando los temas están fuera de nuestro alcance. Por lo tanto, la distancia mencionada aquí debe ser tomada también en el mismo tono, significando que el Noble Profeta (s.a.w.) se encontraba solo a dos etapas de vislumbrar al Señor del Universo en toda Su Majestuosidad.
         Estos temas y otros semejantes se aprenden a través de ma‘rifat-un nafs. Es, como mencionamos anteriormente, la puerta de entrada al mundo no-material, metafísico.
         De este modo, hemos reseñado algunas enseñanzas islámicas relacionadas a los valores muy divergentes de diferentes seres humanos en lo que respecta a su Creador y entre sí. También vimos cómo el autoconocimiento ayuda a abrir las puertas del mundo espiritual, presentando un panorama sublime a aquellos que ingresan al mismo.
         En cuanto a aquellos que eligen una vida diferente, hundiéndose profundamente, y ahogándose en la vorágine del pecado, el Glorioso Corán dice:
﴿ وَلَقَدْ ذَرَأْنَا لِجَهَنَّمَ كَثِيراً مِنَ الْجِنِّ وَالإِنْسِ لَهُمْ قُلُوبٌ لاَيَفْقَهُونَ بِهَا وَلَهُمْ أَعْيُنٌ لاَيُبْصِرُونَ بِهَا وَلَهُمْ ءَاذَانٌ لاَيَسْمَعُونَ بِهَآ اُوْلَئِكَ كَالاَنْعَامِ بَلْ هُمْ أَضَلُّ اُوْلَئِكَ هُمُ الْغَافِلُونَ
«Hemos creado, para el infierno, numerosos genios y humanos, que tienen mentes con las cuales no razonan, ojos con los cuales no ven y oídos con los cuales no oyen. Son como las bestias, pero están más desviados aún, porque son indiferentes».[13]

         Éstos, que permanecen totalmente abstraídos de su Señor y de sus propios aspectos espirituales, son llamados “muertos”, por el Glorioso Corán, desde que se nos enseña que de los dos aspectos de nuestra vida, la vida física, material y la vida espiritual, la última es mucho más superior, y está centrada en la fe y la acción.
         Para estar verdaderamente vivos y conscientes en este mundo, en el Glorioso Corán se nos enseña a creer en Al·lâh Todopoderoso, en Sus Palabras y en Su último Profeta:
﴿ يَآ أَيُّهَا الَّذِينَ ءَامَنُوا اسْتَجِيبُوا لِلّهِ وَلِلرَّسُولِ إِذَا دَعَاكُمْ لِمَا يُحْيِيكُمْ ﴾
«¡Oh creyentes! ¡Responded a Dios y al Mensajero cuando éste os convoque a lo que os vivifica…».[14]

         Algunas personas solo tienen la vida física, y por ende pueden comprender solo las cosas materiales y físicas; otras tienen las dos, la vida material y la espiritual, y así, pueden comprender ambas.
         Dado el inmensamente constructivo rol que la religión, como sistema para la conducta en esta vida, puede jugar en las vidas de la gente, y la cosmovisión que la misma presenta al creyente para guiar sus vidas, es asombroso que hoy un gran número de gente abandone su fe. Para algunos, esto se debe a que ellos sienten que perderán su “libertad” de hacer lo que desean, que la religión de alguna manera se lleva su libertad, y uno será un esclavo, como quien dice. Bien, somos todos esclavos en cierto modo; algunos de Dios, algunos del dinero, del poder, de los deseos, etc. La manera entonces de ser realmente libres, es obedecer a Al·lâh y a Sus preceptos, y liberarse a uno mismo del resto de los “dioses”. No es una tarea fácil satisfacer a muchos dioses, pero complacer a uno, especialmente cuando la misma creencia fortalece a la persona y la exime de las limitaciones, no es una difícil empresa.
         La persona que elige a Dios, ya no será un siervo de otros, sino que habrá alcanzado un nivel de señorío. Vemos en los hadices que:
العبودية جوهرة كنهها الربوبية
 “La servidumbre a Dios (‘ubudiiah) es una sustancia cuya esencia es el señorío”.[15]

         El Profeta del Islam era un siervo de Al·lâh Todopoderoso por elección. Nosotros también expresamos este sentimiento varias veces por día durante nuestras oraciones rituales:
أشهد أنّ محمدا عبده ورسوله
         “Testimonio que Muhammad es Su siervo y Enviado”.

         Sin embargo, este hombre aparentemente esclavizado, cambió la historia del mundo. Al mismo tiempo que luchó exitosamente contra poderes que se oponían a Dios, también tuvo el honor de prosternarse ante Al·lah.
         Nada más que la libertad es la recompensa de uno cuando se elige una vida sin religión, sin una relación con el Creador. El Glorioso Corán nos advierte:
﴿ أَرَأَيْتَ مَنِ اتَّخَذَ إِلَهَهُ هَوَاهُ أَفَاَنتَ تَكُونُ عَلَيْهِ وَكِيلاً * أَمْ تَحْسَبُ أَنَّ أَكْثَرَهُمْ يَسْمَعُونَ أَوْ يَعْقِلُونَ إِنْ هُمْ إِلاَّ كَالاَنْعَامِ بَلْ هُمْ أَضَلُّ سَبِيلاً
«¿No has reparado en quien toma por divinidad a su concupiscencia? ¿Osarías ser abogado suyo? ¿O piensas que la mayoría de ellos oye o razona? ¡Quía! Son como las bestias, pero están (aún) más descaminados que ellas».[16]

﴿ ضَرَبَ اللَّهُ مَثَلاً رَجُلاً فِيهِ شُرَكَآءُ مَتَشَاكِسُونَ وَرَجُلاً سَلَماً لِرَجُلٍ هَلْ يَسْتَوِيَانِ مَثَلاً الْحَمْدُ لِلَّهِ بَلْ أَكْثَرُهُمْ لاَيَعْلَمُونَ ﴾
«Al·lâh propone un ejemplo: un hombre tiene consocios antagónicos y otro está al servicio de un (solo) amo. ¿Podrán equipararse? ¡Alabado sea Al·lâh! Pero su mayoría lo ignora».[17]

         Hay tres versos atribuidos a Imam ‘Alî (a.s.) con lo que daremos fin a este análisis. Es apropiado aquí, desde que las palabras del Imam elocuentemente muestran la importancia del autoconocimiento:

دواؤك فيك وما تبصر                                 وداؤك منك وما تشعر
وأنت الكتاب المبين الذي                             بأحرفه يظهر المضمر
وتزعم أنك جرم صغير                            وفيك انطوى العالم الأكبر
         
  La cura está contigo, pero no la ves,
         la enfermedad es de ti, pero no estás conciente de ello.
         Tú eres el claro libro cuyas letras
         hacen manifiesto lo oculto.
         ¿Piensas acaso que eres un minúsculo cuerpo
         siendo que dentro de ti está contenido el gran universo?[18]


[1] Nahÿ al-Balâghah, Máxima 441.
[2] Nahÿ al-Balâghah, Carta 31.
[3] Sûra al-‘Asr; 103: 1-3.
[4] Mizân al-Hikmah, t. 10, p. 325, nº 20835.
[5] Bihâr al-Anwâr, t. 77, p. 153.
[6] Mizân al-Hikmah, t. 2, p. 422, nº 3902.
[7] Sûra Âl-i ‘Imrân; 3: 54.
[8] Sûra ar-Rûm; 30: 10.
[9] Sûra at-Tariq; 86: 9.
[10] Sûra an-Naba’; 78: 18.
[11] Al-Asfâr al-Aqlîat al-Arba‘ah, Sadr ad-Dîn Shirâzî, t. 6, p. 300.
[12] Sûra an-Naym; 53: 8-10.
[13] Sûra al-A‘râf; 7: 179.
[14] Sùra al-Anfâl; 8: 24.
[15] Mizân al-Hikmah, t. 6, p. 13, nº 11317.
[16] Sûra al-Furqân; 25: 43-44.
[17] Sùra az-Zumar; 39: 29.
[18] Ensân-e Kâmel, Shahîd Murtadâ Mutahharî, p. 203.

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