lunes, 28 de noviembre de 2011

La Tragedia de Karbalâ' - Día 5


Preparado por: La Asamblea Mundial de Ahlul Bait (a.s.)
y el Instituto de Cultura y Ciencias del Islam “Al-Gadîr”.

Día 5: La Tragedia de ‘Abdul·lâh ibn Al-Hasan


‘Abdul·lâh ibn al-Hasan, hijo del Imam Al-Hasan Al-Muÿtabâ (a.s.) es uno de los jóvenes adolescentes que se dirigió a Kufa junto a su familia y su tío el Imam Al-Husain (a.s.).
Desde la mañana hasta la tarde del día de Ashûrâ, comenzando por los compañeros del Imam Al-Husain (a.s.) y luego la gente de su casa, uno por uno o bien en grupos se dirigieron al campo de batalla y alcanzaron el martirio. Finalmente llegó el momento en que el Imam (a.s.) quedó sólo en medio de miles de enemigos armados y cada tanto clamaba: “¿Acaso hay algún auxiliador que por Dios defienda la santidad del Mensajero de Dios (s.a.w.)?”.

Para acabar con el asunto, Shimr ibn Dhîl Ÿaushan junto a soldados de infantería atacaron al Imam (a.s.) rodeándole, y una que otra vez alcanzaban a herirle.
‘Abdul·lâh, que se encontraba en las tiendas junto a las mujeres y niños, no pudo soportar ver tan solo a su tío y de repente salió de las tiendas. Zainab -la paz sea con ella- le cogió para impedírselo y no permitir que el hijo de su hermano fuera presa de los lobos hambrientos de Iazîd, pero ‘Abdul·lâh le dijo: “¡No! ¡Juro por Dios que no dejaré solo a mi tío!”. Luego se soltó de su tía y corrió hasta el campo de batalla hasta llegar donde se encontraba el Imam (a.s.) para defenderle con su pequeño y frágil cuerpo.
En medio del tumulto que se había producido alrededor del Imam (a.s.) uno de los soldados de Iazîd batió la espada para golpear al Imam (a.s.), pero ‘Abdul·lâh interpuso su cuerpo para que la espada no le alcanzara. La espada afilada y el fuerte golpe hicieron que la mano del nieto del Profeta (s.a.w.) se separara de su cuerpo, de manera que solo quedó colgando de la piel.
Por lo intenso del dolor, ‘Abdul·lâh lanzó un quejido y evocó a su padre diciendo: “¡Oh padre mío!”…
El Imam (a.s.) lo abrazó; lo apretó contra su cuerpo y le susurró al oído: “¡Oh hijo de mi hermano! Ten paciencia e invoca a Dios Todopoderoso, de manera que te una con tus virtuosos padres”.
Luego el Imam (a.s.) elevó las manos en súplica y dijo: “¡Dios mío! Si es que has decretado que debes hacer permanecer con vida a esta gente por un tiempo, suscita una fuerte discrepancia entre ellos… puesto que nos han convocado y prometido auxilio, pero nos atacaron y asesinaron”.
En ese momento, Harmalah ibn Kâhil, el arquero del ejército enemigo, apuntó al delgado cuello de ‘Abdul·lâh y le degolló en tanto se encontraba en brazos de su tío.        
«¿Acaso no es así que la maldición de Dios recae sobre la gente opresora?»…
«Y pronto sabrán aquellos que tiranizaron a qué destino se dirigen». 








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