viernes, 17 de junio de 2011

Exégesis de la Sura Al-Fâtihah (La Apertura)



Fuente: Una Exégesis Esclarecedora de La Luz del Sagrado Corán
Traducción: Sumeia Younes

Exégesis de la Sura Al-Fâtihah

(La Apertura)
Nº 1 (7 Versículos)

Contenido de la Sura:


La frase “En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso” (Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm) es mencionada tanto al principio del Corán como al comienzo de cada Sura, excepto en la Sura 9 (la Sura At-Taubah – El Arrepentimiento). Sabemos que el propósito final del Sagrado Corán es la guía y orientación de los siervos –así como fue explicado en las aleyas 15 y 16 de la Sura Al-Mâ’idah: «... Ya os llegó, de Dios, una luz y un Libro lúcido. Por el cual Dios iluminará hacia los caminos de la salvación a quienes procuran Su complacencia...». Por lo tanto, esta guía y orientación de los siervos, que es algo importante y fundamental en el mundo de la creación, comienza con el Sagrado Nombre de Dios, un Dios que es Compasivo y Misericordioso, y hacia Quien será el retorno.


De entre las Suras del Corán, ésta en especial posee un extraordinario esplendor que se origina de las siguientes particularidades:

El tono de la Sura:

La Sura Al-Fâtihah (La Apertura), desde el punto de vista del tono y la melodía, en comparación con otras Suras del Corán, posee un estilo particular que es claramente discernible, puesto que en el resto de las Suras la interlocución es de tal forma que Dios Altísimo se dirige a las gentes, mientras que en ésta Sus Palabras son pronunciadas por parte de la gente. Es decir, en esta Sura, Dios ha enseñado a Sus siervos cómo suplicarle y hablarle, de forma que ellos puedan comunicarse con Él de una manera simple  y sin que hubiese necesidad de intermediario alguno.

La Sura Al-Fâtihah, la base del Corán:

Se transmitió que el Noble Profeta (BP) dijo: “¡Por Aquel en Cuyas manos está mi alma!, que Dios no hizo descender ni en la Torá, ni en el Evangelio, ni en los Salmos, y ni siquiera en el mismo Corán, una Sura similar a ésta, y ella es Umm-ul Kitâb (la Matriz del Libro)...”[1] O sea que la base y el origen de todas las virtudes y excelencias es esta misma Sura.

En realidad, además de referirse a la Resurrección, trata sobre la Unicidad de la Esencia Divina, la Unicidad de los Atributos, la Unicidad de los Actos Divinos, y la Unicidad de la Adoración. En otras palabras, esta Sura es un compendio de todos los temas que abarca el Corán.

Se narró de Hadrat Amîr-ul Mu’minîn (P) que: “Todos los secretos de Allah se encuentran en los Libros Divinos, y todo lo que se encuentra en los Libros Divinos, está en el Corán. Y lo que está en el Corán está condensado en la Sura Al-Fâtihah, y lo que se encuentra en la Sura Al-Fâtihah está reunido en el bismil·lah. Lo que está en el bismil·lah, está concentrado en la letra bâ’ (ب) del bismil·lah, y yo soy el punto de la letra bâ’ del bismil·lah.”[2]

De la totalidad de las narraciones y tradiciones, se comprende que este hadiz indica claramente la importancia y grandeza del Corán y del bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm, en los cuales están contenidas todas las ciencias y los conocimientos, desde el principio hasta el final, y cuyo interpretador y dilucidador fue el Profeta (BP) y tras sí sus verdaderos sucesores, entre quienes se encuentra Amîr-ul Mu’minîn ‘Alî (P).

La Sura Al-Fâtihah, un gran honor para el Profeta (BP):

La Sura Al-Fâtihah fue presentada como una gran merced concedida al Noble Profeta (BP) y como equivalente a todo el Corán. Las siete aleyas o versículos de esta Sura son una síntesis de todo el Corán, desde que dice: «Sin duda que te hemos otorgado las Siete Aleyas reiterativas, así como también el Magnífico Corán».[3]

Este mismo contenido fue transmitido en un hadîz de Amîr-ul Mu’minîn ‘Alî (P) quien narró del Profeta (BP): “Por cierto que Allah, Exaltado sea, me ha particularizado con (Su) Gracia al otorgarme la Sura Fâtihat-ul Kitâb (la Apertura del Libro), y la dispuso como equivalente a todo el Majestuoso Corán, y ciertamente que Fâtihat-ul Kitâb es lo más noble de lo que se encuentra en los tesoros del Trono Divino” [4].

La importancia de su recitación:


La recitación de esta Sura, debido a la particular importancia que posee, fue enfatizada en las tradiciones y narraciones islámicas.

Fue narrado del Santo Profeta (BP): “Todo musulmán que recite la Sura Al-Fâtihah, recibirá de recompensa lo que recibiría si recitara dos tercios del Corán, y recibirá también tanta recompensa como si hubiera hecho caridad a todo creyente y a toda creyente”[5].


Los nombres de la Sura:


Fueron mencionados diez nombres para la Sura Al-Fâtihah en los libros de Exégesis del Corán: Fâtihat-ul Kitâb, Umm-ul Kitâb, Umm-ul Qur’ân, Sab‘-ul Mazânî, Al-Wâfiah, Al-Kâfiah, Ash-Shâfiah, Al-Asâs, As-Salât, y Al-Hamd. Cada uno de estos nombres fue tomado de las narraciones y tradiciones.[6]



Sura Al-Fâtihah (La Apertura)



Nº 1 ( 7 Aleyas )
بِسْمِ اللَّهِ الرَّحْمَنِ الرَّحِيمِ ﴿1
bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm
الحَمْدُ لِلّهِ رَبِّ العَالَمِينَ ﴿2
al-hamdu lil·lah-i rabb-il ‘âlamîn
الرَّحْمنِ الرَّحِيمِ ﴿3
ar-rahmân-ir rahîm
مالِكِ يَوْمِ الدِّينِ ﴿4
mâlik-i iaûm-id dîn
إِيَّاكَ  نَعْبُدُ وَإِيَّاكَ نَسْتَعِينُ ﴿5
iîâka na‘budu ua iîâka nasta‘în
اهْدِنَا الصِّرَاطَ المُسْتَقِيمَ ﴿6
ihdinâs-sirâtal mustaqîm
صِرَاطَ الَّذِينَ أَنْعَمْتَ عَلَيْهِمْ غَيْرِ المَغضُوبِ عَلَيْهِمْ وَلا الضَّآلِّينَ ﴿7
sirât-al-ladhîna an‘amta ‘alaîhim gaîr-il magdûbi ‘alaihim ua laddâl·lîn

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Sura Al-Fâtihah  (La Apertura)

Nº 1 ( 7 Aleyas )

1. En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso.

2. La Alabanza sea para Dios, Señor del Universo,

3. El Clemente, el Misericordioso.

4. Soberano en el Día del Juicio.

5. ¡Solo a Ti adoramos y solo a Ti imploramos ayuda!

6. Condúcenos hacia el camino recto.

7. El camino de aquellos a quienes agraciaste,
no el de aquellos que han sido objeto de Tu ira,
ni el de los extraviados.


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Aleya 1

بِسْمِ اللَّهِ الرَّحْمَنِ الرَّحِيمِ ﴿1

1. En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso.

Exégesis:

Es costumbre entre la mayoría de las gentes, antes de empezar cualquier tarea importante y preciada, pronunciar el nombre de grandes personalidades y relacionar dicho trabajo desde el comienzo con tales personas eminentes.

De entre todos los seres, aquello que es sempiterno, es la pura Esencia de Dios. Por ello, debemos comenzar cada acto pronunciando Su Nombre, disponiéndonos bajo la sombra de Su Benevolencia y requiriendo Su ayuda. Así, en la primera aleya del Corán decimos: Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm.

Esta acción no debe ser realizada solo de palabra y en apariencia, sino que debe ser llevada a cabo verdadera y significativamente, puesto que este tipo de relación dispone al acto por realizarse en una correcta dirección, manteniéndolo alejado de toda desviación, y seguramente llegará al final y estará colmado de bendiciones.

Leemos en una tradición del Noble Profeta (BP): “Todo asunto importante que haya sido comenzado sin mencionarse el Nombre de Dios, permanece incompleto.” [7]

Tras narrar este hadîz, Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (P) agrega: “Ante cada tarea que desee realizar la persona, debe decir Bismil·lah, o sea, “comienzo este trabajo con el Nombre de Dios”; y cada acción que se inicia con el Nombre de Dios, es bendita.”[8]

Respecto a la excelencia e importancia de la frase Bismil·lah, se transmitió de Hadrat ‘Alî ibn Mûsâ Ar-Ridâ (P): “(La frase) Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm se halla más próxima al Exaltado Nombre de Allah que la pupila a lo blanco del ojo.” [9]

Asimismo, transmitió Ibn ‘Abbâs del Noble Profeta (BP): “Cuando el maestro dice a su alumno: “Di: Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm, Dios registra la inmunidad (del Fuego) para el niño, su padre, su madre y el maestro.” [10]

Dijo el Imam As-Sâdiq (P): “No descendió Libro Sagrado alguno del cielo sin que comenzara con Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm.”.[11]

En “Al-Jisâl”, del Shaij As-Sadûq, se cita que el Imam Al-Bâqir (P) dijo: “... Antes de comenzar una acción, ya sea grande o pequeña, es apropiado que recitemos Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm y dicha acción será bendita.” [12]

En síntesis, la permanencia y estabilidad de una acción depende de la relación con Dios. De aquí que Dios Todopoderoso, en la primera aleya que reveló al Profeta (BP), le ordena, al comienzo de la difusión del Islam, que inicie esta gran misión con el Nombre de Dios: «¡Lee! En el Nombre de tu Señor...» [13]. Y las palabras del Profeta Noé (P) a sus seguidores, durante el Diluvio Universal: «Noé les dijo: “¡Embarcaos en ella! ¡Que zarpe y ancle en el Nombre de Dios...!”» [14]. Así también la carta del Profeta Salomón (P) a la Reina de Saba comienza con Bismil·lah: «Es de Salomón, y es (como sigue): “En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”» [15].

Así, todas las Suras del Sagrado Corán –a excepción de la Sura At-Taubah- comienzan con Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm, a fin de concretar con éxito, desde el mismo comienzo hasta su conclusión, el objetivo primordial, esto es, la guía y conducción del hombre hacia la felicidad y prosperidad.

De esta manera, cuando comenzamos nuestros actos apoyándonos en el Supremo Poder Divino, un Poder que se encuentra sobre todos los demás poderes, sentimos, desde el punto de vista psíquico, una fuerza y poder mayor, más confianza en nosotros mismos, y así nos esforzamos más, y no nos sentimos desanimados ni desesperanzados ante la magnitud de los problemas que se nos presentan. Además, tanto nuestra intención como nuestras acciones son más puras y sinceras. El secreto del éxito, en el momento de iniciar los asuntos, es el Nombre de Dios.

Aún si nos explayáramos todavía más en la exégesis de esta aleya, habremos dicho poco, desde que es sabido, según una narración, que Hadrat ‘Alî (P), desde el comienzo de la noche hasta el amanecer, explicó para Ibn ‘Abbâs la exégesis del Bismil·lah, pero, en todo este tiempo, no concluyó ni con el comentario de la letra bâ’  (ب) del bismil·lah.[16]

Notas:

1. ¿Acaso (la frase) “Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm” forma parte de cada Sura?:

No existe discrepancia entre los sabios islámicos sobre que el Bismil·lah forma parte tanto de la Sura Al-Hamd como del resto de las Suras del Corán –excepto la Sura At-Taubah-, y una prueba valedera para ello la constituye el hecho de que el “Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm” se encuentra registrado en el texto del Sagrado Corán, puesto que sabemos que no fue agregado ni cambiado nada del texto del Corán, desde épocas del Profeta (BP) hasta hoy en día.

Mu‘awiah ibn ‘Ammâr, uno de los compañeros del Imam As-Sâdiq (P), dijo: “Pregunté al Imam si es que debía recitar el Bismil·lah al comienzo de la Sura Al-Fâtihah cuando me pongo de pie para rezar. Respondió: “Sí”. Nuevamente le pregunté: “¿Y debo leer el Bismil·lah cuando concluyo con la Sura Al-Fâtihah y antes de comenzar con la siguiente Sura?”. Otra vez respondió: “Sí”.[17]

Dâr Qutnî, sabio sunnita, en un hadîz con una cadena de transmisión confiable, transmite de Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (P) que cierta persona le preguntó: “¿Qué es Sab‘ul Mazânî (Siete Aleyas)?”. El Imam (P) le respondió: “Es la Sura Al-Hamd”. El hombre dijo: “¡La Sura Al-Hamd tiene seis aleyas!”. A lo que el Imam (P) le respondió: Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm también es una de sus aleyas”.[18]

Además, los musulmanes, al recitar el Corán, siempre preservaron la tradición de decir la frase Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm al comienzo de cada Sura –excepto en la Sura At-Taubah-, y fue demostrado a través de numerosas cadenas de transmisión, que el Profeta (BP) solía recitarla también.

Se transmitió en una narración que se le preguntó a Amîr Al-Mu’minîn (P): “¿Acaso (la frase) Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm forma parte de Fâtihat-ul Kitâb?”. Hadrat ‘Alî (P) respondió: “Sí. El Enviado de Dios acostumbraba leerla y la consideraba como una aleya de la Sûra Fâtihat-ul Kitâb, y solía decir: “Fâtihat-ul Kitâb es lo mismo que Sab‘-ul Mazânî; son siete aleyas”.[19]

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2. Al·lah, el más abarcador Nombre de Dios:

En la frase Bismil·lah nos encontramos primeramente con el término “ism”. Los sabios en literatura árabe consideran que la raíz de este vocablo es “sumuw” que significa “altura, elevación”, y de aquí es que todo nombre es llamado “ism” puesto que luego de ser dispuesto como tal, su sentido llega, desde lo oculto y recóndito, a ser manifiesto y elevado; o se debe a que cuando un término es establecido, encuentra una significación, saliendo de lo ambiguo y la falta de sentido.

 Después del vocablo “ism” nos encontramos con la palabra “Al·lah”, que es el más abarcador Nombre de Dios, puesto que, al analizar los Nombres Divinos en el Sagrado Corán y en el resto de las fuentes islámicas, entendemos que cada uno de esos nombres refleja un aspecto particular de los epítetos de Dios, en tanto que el único Nombre que hace referencia a todos los atributos y perfecciones divinas, y que abarca a todos los epítetos de Gloria y Belleza, es “Al·lah”.

Es por ello que generalmente el resto de los Nombres de Dios son tomados como atributo para “Al·lah”. Por ejemplo, “Gafûr” (Indulgentísimo) y “Rahîm” (Misericordioso), que hacen referencia a la indulgencia de Dios Altísimo, vienen acompañados de “Al·lah”: «...Al·lah es Indulgentísimo, Misericordioso»[20].
Asimismo, “Samî‘” (Omnioyente), que hace alusión a que Dios está informado respecto a las cosas audibles, y “‘Alîm” (Sapientísimo), que hace alusión a Su conocimiento de todas las cosas: «... Al·lah es 
Omnioyente, Sapientísimo»[21].

“Basîr” (Observador) recalca la información que posee Dios respecto a todas las cosas visibles: «... Al·lah es Observador de cuanto hacéis»[22].

El vocablo “Razzâq” (Sustentador), alude al hecho de que Dios otorga el sustento a todas las criaturas, en tanto que “Dhû-l Qûwah” (Poseedor de la Fuerza) revela Su Poder y Firmeza en Sus acciones y programas: «Ciertamente que Al·lah es el Sustentador, Poseedor de la Fuerza, Inflexible»[23].
“Jâliq” (Creador) y “Bâri’” (Originador) hacen referencia a Su creatividad e inventiva, y “Musaûwir” (Configurador), a que Dios otorga las configuraciones a las cosas: «Él es Al·lah, Creador, Originador, Configurador. Suyos son los más sublimes Atributos»[24].

También, en la Sûra Al-Hashr, aleya 23, leemos: «Él es Al·lah, no hay más divinidad que Él; Soberano, Santísimo, Pacífero, Celador, Dominante, Poderoso, Compulsor, Supremo...».

Otra clara evidencia que indica la globalidad del Nombre Al·lah, es que solo se puede manifestar la aceptación de la Fe y el Monoteísmo por medio de pronunciar la frase “Lâ ilâha il·la Al·lah” (No hay divinidad más que Al·lah). Expresiones tales como: “Lâ ilâha il·la Al-‘Alîm”, o: “Il·la-l Jâliq”, o: “Il·la-r Razzâq” (No hay divinidad más que el Sapientísimo, o el Creador, o el Sustentador), u otras semejantes, por sí solas no son prueba del Tauhîd y el Islam de la persona. Por esto, cuando el resto de las doctrinas y religiones desean referirse a Aquel a Quien adoran los musulmanes, dicen “Al·lah”, puesto que solo los musulmanes son quienes utilizan dicho término para referirse a Dios.

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3. Ar-Rahmân Ar-Rahîm, la Misericordia general y particular de Dios:

Las palabras Ar-Rahmân (Clemente), y Ar-Rahîm (Misericordioso) son adjetivos o epítetos, y ambos derivan del término “Rahmah” (Misericordia).

Es bien sabido entre un grupo de exegetas y comentadores, que el epíteto “Rahmân” indica la Misericordia general de Dios, la cual abarca tanto al amigo como al enemigo, al creyente como al incrédulo, a los bienhechores como a los malhechores. Sabemos que la lluvia de Su infinita misericordia cubre a todos, en todos lados; todos los siervos gozan de las diferentes bondades de la vida, y recogen su sustento diario de la mesa servida de Sus bendiciones infinitas. Ésta es Su Misericordia general que abarca a toda la existencia y donde todos están sumergidos.

Pero “Rahîm” se refiere a la Misericordia particular o específica de Dios que es especial para los siervos creyentes, obedientes, correctos y virtuosos. Debido a su verdadera fe y buenas acciones, merecen esta exclusiva misericordia, indulgencia y benevolencia de la que no gozan los incrédulos y pecadores.

Una particular evidencia que puede ratificar este tópico es que la palabra “Rahmân” fue utilizada siempre en el Sagrado Corán en forma absoluta e incondicional, indicando generalidad. En tanto que la palabra “Rahîm” fue mencionada a veces en forma limitada, condicionada y particular, como cuando dice: «...Y Él es Misericordioso para con los creyentes» [25], y otras veces fue utilizada como en la Sûra Al-Fâtihah.

Se transmitió que el Imam As-Sâdiq (P) dijo: “Dios es Aquel a Quien adoran todas las cosas; es Compasivo (Rahmân) con todas sus criaturas, y Misericordioso (Rahîm) especialmente con los creyentes.”[26]

Por lo tanto, cuando deseamos comenzar nuestros actos en el Nombre de Dios, debemos procurar Su vasta Misericordia, tanto la Misericordia general como la particular, ya que el Atributo de Misericordia es una fuerza que, tal como la fuerza de gravedad, es general y tiene la capacidad de unir a los corazones; entonces se debe utilizar este Atributo para lograr una relación entre las criaturas y el Creador.

Por ello, los verdaderos creyentes comienzan sus labores diciendo Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm, apartándose de toda otra cosa, apoyándose solo en Dios, y pidiendo ayuda solo a Él. La Misericordia de Dios es abarcadora y ninguna criatura se ve privada ni siquiera de una parte de ella.
También podemos aprender la siguiente lección de Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm: que los actos de Dios están basados en la Misericordia, y que los castigos que impone tienen un aspecto excepcional, que no serán concretados a menos que se den ciertas razones decisivas e ineludibles. Leemos en la Súplica Yaushan Kabîr, fragmento nº 19: “Iâ man sabaqat rahmatuhu gadbatahu”“¡Oh Aquel Cuya Misericordia precede a Su Ira!”.

Los seres humanos también deben comportarse de esta manera en la vida, disponiendo como base y fundamento de sus actos la misericordia y el afecto, y solo valerse de la ira en los momentos necesarios e imperiosos.

Damos por terminado este tema recordando un dicho expresivo y lleno de significado del Noble Profeta del Islam (BP): “Ciertamente que Dios Altísimo posee cien misericordias, de las cuales, hizo descender solo una de ellas a la Tierra, distribuyéndola entre todas Sus criaturas, y de la cual emana toda la misericordia y afecto que ellos poseen. Las noventa y nueve restantes, Él las ha reservado para Sí, para derramarlas sobre sus siervos el Día de la Resurrección.”[27]

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Aleya 2

الحَمْدُ لِلّهِ رَبِّ العَالَمِينَ ﴿2
                                
2. La Alabanza sea para Dios, Señor del Universo.

Exégesis:

El mundo está sumergido en Su Misericordia:

Tras recitar la frase Bismil·lah-ir rahmân-ir rahîm, que es el encabezamiento de la Sura, el primer deber de los siervos es recordar al Gran Creador y Originador del mundo de la existencia, y Sus abundantes e infinitas bendiciones que cubrieron todo nuestro ser, las que serán tanto “una guía” para ayudarnos a conocer a Dios, como “un motivo” para demostrar nuestra devoción y adoración a Él.

Decimos que es “un motivo” porque toda persona, cuando recibe un obsequio o bendición, inmediatamente desea conocer a quien le otorgó tal bendición, y, siguiendo el llamado de la fitrah, esto es, su naturaleza primordial e innata, agradecerle debidamente y manifestarle su gratitud.
Debido a ello los sabios en la ciencia del Kalâm (‘Aqâ’id o doctrina islámica) mencionan siempre en el primer tópico de discusión de esta ciencia, los motivos que llevan a conocer a Dios, entre los que se encuentra “la necesidad y obligación de agradecer al Agraciador”, lo cual es un dictado del intelecto y de la fitrah.

Y decimos que Sus bendiciones constituyen “una guía” para ayudarnos a conocer a Dios, porque el mejor y más abarcador camino para conocer al Originador, es el estudio de toda la creación y los misterios de la misma, especialmente la existencia de las bendiciones en la vida de los seres humanos.

Tal vez sea por estas mismas razones que la Sûra Al-Fâtihah sigue, después del Bismil·lah, de la siguiente manera: “Al-hamdulil·lah-i rabb-il ‘âlamîn”- «La Alabanza sea para Dios, Señor del Universo».
En otras palabras, esta aleya indica tanto la Unicidad de la Esencia Divina como la Unicidad de los Atributos y Actos Divinos.

Básicamente, calificar a Al·lah como Rabb-ul ‘âlamîn (Señor del Universo), es, de hecho, mencionar el argumento después de exponer la premisa. Es como si alguien preguntara: “¿Por qué la alabanza es particular para Dios?”. Y se le respondiera: “Porque Él es el Señor del Universo.”

El Sagrado Corán dice: «Quien perfeccionó todo lo creado...».[28]

Y también dice: «Y no existe ser viviente sobre la Tierra cuyo sustento no incumba a Dios...».[29]

De la palabra Hamd” (Alabanza), se entiende claramente que Dios originó todas estas bendiciones y mercedes por Su Voluntad y Arbitrio. De esto se deduce que no son correctas las presunciones de aquellos que consideran a Dios como el Sol: compelido en su condición de fuente de suministro.

Lo interesante es que no solo es provechoso utilizar la palabra Hamd” al comienzo de los asuntos, sino que también al finalizarlos     –así como nos lo enseña el Corán. Respecto a la gente del Paraíso leemos: «...Donde su invocación será: “¡Glorificado seas, oh Dios!”. Allí su saludo será “¡Paz!”, y su última invocación será: “¡La Alabanza sea para Dios, Señor del Universo!”».[30]

La virtud de esta aleya:

Respecto a la virtud y mérito de esta aleya, se transmitió del Imam As-Sâdiq (P): “El Enviado de Dios (BP) dijo: “Toda la Alabanza y Exaltación es particular de la Esencia de Dios, así como también es Digno y le corresponde la alabanza y la exaltación.” En otras palabras, la grandiosidad solamente es adecuada a Él. “Cuando el siervo creyente dice: “La Alabanza sea para Dios como Él es digno de ello”, los ángeles se sienten impotentes de escribir (su recompensa). Entonces, de parte de Dios, se escucha: “¿Por qué no anotasteis en el registro de sus acciones la recompensa de esta frase que el siervo creyente pronunció?”. Responden los ángeles: “¡Oh Dios nuestro! ¡Qué sabemos nosotros en qué nivel de recompensa se encuentra el hecho de pronunciar esta frase, que contiene una alabanza tal como solo Tú eres digno de la misma, como para que la escribamos!”. Entonces Dios Altísimo dice: “Vosotros registrad esta frase, y para Mí se torna obligatorio que sea Generoso con él mediante una recompensa acorde a la exaltación de la que Yo Soy digno”.[31]

La palabra “Rabb”, originalmente significa “el dueño y poseedor de algo, que procede a educar y enmendar”. Esta palabra, en forma absoluta, se aplica a Dios solamente, y en caso de aplicarse a otro que Dios, vendrá, en árabe, como rección gramatical que indica posesión (idâfah). Por ejemplo decimos: Rabb-ud Dâr (el dueño de la casa); Rabb-us Safînah (el dueño del barco). En todo caso, en el significado original de la palabra Rabb, se encuentra inserto el sentido de educación e instrucción.

En el Tafsîr Mayma‘ Al-Baiân se añadió otro significado para esta palabra, que es: “una persona importante cuyas órdenes son obedecidas”. De todos modos, es probable que ambos significados procedan de un mismo origen.

El término “ ‘Âlamîn” es plural de “ ‘Âlam”; y “ ‘Âlam” (mundo) significa “un grupo o conjunto de diferentes seres que poseen características y/o tiempo y lugar comunes”. Por ejemplo decimos: “el mundo de los seres humanos”, o “el mundo de los animales”, o “el mundo de las plantas”, o decimos: “el mundo oriental y el mundo occidental”, o “el mundo de hoy y el mundo de ayer”. Por lo tanto, la palabra “‘Âlam”, por sí misma ya tiene un sentido colectivo, y cuando la escribimos en la forma de plural: “‘Âlamîn”, se refiere a todos los grupos o conjuntos del universo.

El autor de “Tafsîr Al-Manâr” dice: “Se transmitió del Imam As-Sâdiq –que la complacencia de Dios sea sobre él- que el propósito de “‘Âlamîn” son solo los “seres humanos”.[32]

Luego él agrega que: “En el Corán también “ ‘Âlamîn” es usado con el mismo sentido, como cuando dice: «Para que fuese un amonestador para la humanidad (‘Âlamîn)».[33]

Pero si tomamos en cuenta todos los casos en que fue utilizada la palabra “ ‘Âlamîn” en el Corán, nos percataremos de que, si bien el término “ ‘Âlamîn” en muchas de las aleyas coránicas fue utilizado con el sentido de “seres humanos”, en algunos casos también viene con un significado más amplio, abarcando tanto a los seres humanos como al resto de las criaturas del universo, por ejemplo: «¡La Alabanza sea para Dios, Señor de los Cielos y Señor de la Tierra, Señor del Universo (‘Âlamîn)!».[34]

O como cuando dice: «Dijo el Faraón: “¿Y quién es el Señor del Universo?”. Dijo: “Es el Señor de los Cielos y de la Tierra y de todo cuanto hay entre ambos...».[35]

Lo interesante es que en una narración, As-Sadûq, en el libro “‘Uiûn Al-Ajbâr”, transmitió que el Imam ‘Alî (P), respecto a la exégesis de la aleya “Al-hamdulil·lah-i rabb-il ‘âlamîn”, dijo lo siguiente: “(La frase) “Rabb-ul ‘Âlamîn” se refiere a todos los grupos de seres, ya sean éstos inanimados o animados.”[36]

Pero no debemos equivocarnos; no existe contradicción entre dichas narraciones, ya que, si bien el sentido de la palabra “'Âlamîn” es vasto y amplio, el Hombre es el más preponderante ser entre las criaturas del universo, es por ello que a veces se hace particular referencia a él, dependiendo el resto de las criaturas de él y encontrándose bajo su sombra. Por lo tanto, si en la narración del Imam As-Sâdiq (P) el término fue interpretado como que se refiere a los “seres humanos”, se debió a que el principal propósito de la creación en este enorme conjunto de seres, es el Hombre.

También es interesante mencionar el hecho de que algunos han dividido a “‘âlam” (mundo) en dos partes: “el gran mundo” (macrocosmos), y el “pequeño mundo” (microcosmos). El propósito de microcosmos o “pequeño mundo” es la existencia del Hombre, puesto que su existencia por sí sola es una conjunto de diferentes fuerzas que gobiernan sobre el macrocosmos o “gran mundo”. En realidad, los seres humanos son un modelo de todo el universo, es por ello que Amîr Al-Mu’minîn (P) en uno de sus poemas, refiriéndose al Hombre dice: “¡¿Acaso piensas que eres un pequeño cuerpo?! Sabe pues, que el “gran mundo” (macrocosmos) está oculto dentro de ti”.[37]

Lo que nos lleva a enfatizar especialmente el vasto sentido de “‘âlam”, es que dicho término vino tras la frase “Al-Hamdulil·lah”. En esta frase consideramos que toda la alabanza y enaltecimiento es especial para Dios. Luego, mencionamos “Rabb-ul ‘Âlamîn” como una razón para ello.

Decimos que toda la alabanza es solo para Dios, porque Él es el Amo y Señor de toda perfección, bendición y merced que existe en el universo.

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Aleya 3

الرَّحْمنِ الرَّحِيمِ ﴿3

3. El Clemente, el Misericordioso.

Exégesis:

El significado de “Rahmân” (Clemente) y “Rahîm” (Misericordioso), ambos, con su amplio sentido, así como la diferencia que existe entre estas dos palabras, han sido explicados bajo el comentario y exégesis de la frase “Bismil·lah”, por lo que no hace falta repetirlo aquí.

Un punto que sí debe ser añadido respecto a “Rahmân” y “Rahîm”, es que estos dos adjetivos, que son de entre los más significantes atributos de Dios, son repetidos por lo menos treinta veces, cada día, en nuestras cinco oraciones diarias; dos veces en la Sûra Al-Fâtihah, y una vez en la Sura que recitamos después de la misma. Por lo tanto, enaltecemos a Dios por lo menos sesenta veces cada día con Sus calificativos de Clemente y Misericordioso.

Esto, en realidad, es una lección para que todos los seres humanos, más que cualquier otra cosa en la vida, traten de adquirir este atributo divino, y practicarlo en sus actividades diarias. Además, ello señala el hecho de que si nosotros nos consideramos esclavos y siervos de Dios, no debemos seguir o imitar el comportamiento que utilizan los tiranos dueños de esclavos contra sus siervos.

Leemos en la historia de la esclavitud:
“Sus amos se comportaban con ellos con un sorprendente sadismo y crueldad. Por ejemplo, si un esclavo era un poco negligente al realizar sus servicios, recibía severísimos castigos: se le propinaban latigazos, era encadenado, atado en los molinos, enviado a trabajar en las minas, encarcelado en sótanos y pozos profundos, oscuros y húmedos; y si su falta era mayor, era ahorcado.”[38]

En otra parte leemos: “Arrojaban a los esclavos condenados a las jaulas de las fieras salvajes, y en caso de salir con vida, hacían entrar otra bestia a la jaula.”

Esto fue un ejemplo del comportamiento de los amos con sus esclavos. Pero Dios, el Señor del Universo, repetidamente nos recuerda en el Sagrado Corán que: “Si Mis siervos actúan oponiéndose a Mis órdenes y se arrepienten, los perdonaré, los eximiré e indultaré, puesto que Soy Clemente y Misericordioso”. En la Sura Az-Zumar (39), aleya 53, dice: «Di: ¡Oh siervos Míos que habéis transgredido en detrimento propio! ¡No desesperéis de la Misericordia de Dios!; ciertamente que Dios perdona todos los pecados, puesto que Él es Indulgentísimo, Misericordioso».

Por lo tanto, el hecho de que después de la frase Rabb-ul ‘Âlamîn (Señor del Universo), vengan los términos “Ar-Rahmân”  (el Clemente) y “Ar-Rahîm” (el Misericordioso), indica que Él, aun poseyendo un absoluto Dominio y Poder, se comporta con Sus siervos con compasión y piedad. Esta cualidad Suya atrae a Sus siervos para que, con un mundo de amor, digan: “Ar-Rahmân-ir Rahîm”.

Así, la persona se percata de cuánta diferencia existe entre el comportamiento de Dios Altísimo con relación a Sus siervos, y el método utilizado por los amos para con sus siervos, particularmente durante la espeluznante época de la esclavitud.
De esta manera, la “creencia en Dios” es el primero de los cinco principios del Islam.

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Aleya 4

مالِكِ يَوْمِ الدِّينِ ﴿4

4. Soberano en el Día del Juicio.

Exégesis:

La creencia en la Resurrección, el segundo principio:

Esta aleya dirige la atención hacia el segundo principio importante en el Islam, esto es, la Resurrección y el Día del Juicio Final. Dice: «Soberano en el Día del Juicio».

De este modo, el eje del “Origen” y del “Retorno”, que es la base principal para cualquier reforma ética y social, es objeto de una completa  atención en la existencia del Hombre.

Aquí se hizo referencia a la Soberanía de Dios, que ostentará Su máximo dominio y señorío sobre todos y sobre todas las cosas el Día de la Resurrección, aquel Día en que todos los seres humanos se presenten en aquel Gran Juicio para el cómputo, ante su real y genuino Señor. En aquel Día verán presenten todos sus actos e incluso sus pensamientos y palabras. Nada, ni en la medida de la cabeza de una aguja habrá sido extinguido u olvidado, y será ahí que este hombre deberá soportar sobre sus hombros la carga de la responsabilidad por todos los actos que hubiere cometido. Incluso, en caso de que hubiera sido el promotor de una religión, costumbre o tradición que otros practicaron, aún cuando él mismo no las hubiere puesto en práctica, de todos modos deberá aceptar su parte de responsabilidad por sus resultados.

Sin dudas, la Soberanía de Dios en aquel Día no será una Soberanía “convencional”, como aquella que nosotros tenemos con relación a aquello que en este mundo nos pertenece, puesto que ésta es una soberanía convencional y estipulada, se origina por medio de un documento y una serie de formalidades y protocolos, y desaparece de la misma manera, por medio de otro documento y protocolo. La Soberanía de Dios en relación con el mundo de la existencia es una Soberanía Real. Si es que la unión y relación especial que existe entre los seres y Dios se cortase por un momento, aquellos se extinguirían, de la misma manera que, si se cortase la relación que existe entre las lámparas eléctricas con la usina principal, se extinguiría la luz en ese mismo momento.

En otras palabras, la Soberanía es el resultado de Su Poder para Crear y Su Divinidad. Aquel que creó a los seres y los guía bajo Su protección, y en todo momento les otorga la bendición de la vida y la existencia, es el Real Soberano de todas las criaturas.

Podemos encontrar un débil ejemplo de la real soberanía en los miembros de nuestro propio cuerpo. Nosotros somos los soberanos o propietarios de nuestros ojos, oídos, corazón y nervios, pero no en el sentido de soberanía convencional, sino un tipo de soberanía real, que se origina de la relación, dependencia y dominio.

Pero, ¿acaso Dios Altísimo no es el Soberano de ambos mundos, que nosotros lo calificamos aquí como “Soberano del Día del Juicio”?

La respuesta a este interrogatorio se esclarece teniendo en cuenta un punto: a pesar de que la Soberanía de Dios comprende a ambos mundos, se manifestará y exteriorizará mayormente en el Día de la Resurrección, puesto que en aquel Día se cortarán todas las relaciones materiales y soberanías convencionales y entonces nadie tendrá nada de sí mismo, y hasta si llegara a darse una intercesión, ésta se concretaría por orden de Dios: «Será el Día en que nadie pueda abogar por otro, porque el mando en ese Día solo será de Dios».[39]

El hombre en este mundo a veces ayuda a otro, lo defiende de palabra, lo respalda con sus bienes, se levanta en su ayuda con sus soldados y poder; y otras veces lo dispone bajo su protección con diversos proyectos y planes; pero en aquel Día no existirán ningunas de estas cuestiones. Por ello, cuando en ese Día en que salgan de sus sepulcros a las gentes se les pregunte: «¿A quién pertenece hoy el Reino?», dirán: “¡A Dios, Único, Dominador!”».[40]

La creencia en el Día de la Resurrección y del Gran Juicio, donde todos recibirán su merecido de una forma exacta y precisa, tiene un efecto extraordinariamente poderoso en controlar al hombre frente a las malas e inadecuadas acciones, y es ésta misma una de las causas por las que se dice que la oración evita lo aborrecible y execrable. La oración recuerda al hombre el “Origen” que está informado de todo lo que él hace, y le recuerda la Gran Corte de Justicia de Dios.

Apoyarse en la Soberanía de Dios con relación al Día del Cómputo también tiene otro efecto, que es que se levanta en contra de la creencia de los idólatras y los que niegan el Día de la Resurrección, puesto que se comprende perfectamente de las aleyas del Corán que la fe en Dios ha sido una creencia común, incluso hasta para los idólatras de la Época de la Ignorancia, y por eso el Corán dice sobre ellos: «Si les preguntas: “¿Quién ha creado los Cielos y la Tierra?”, dirán: “¡Dios!”»[41], mientras que ellos no aceptaban las palabras del Profeta (BP) sobre la Resurrección: «Y dijeron los incrédulos: “¿Queréis que os indiquemos a un hombre que dice que cuando seáis reducidos a polvo seréis creados nuevamente? ] ¿Acaso fraguó una mentira contra Dios o acaso ha enloquecido?”...».[42]

En un dicho sobre Imam As-Sayyâd (P) leemos: “Cuando ‘Alî Ibn Al-Husain (P) leía la aleya “Soberano en el Día del Juicio”, la repetía tantas veces que parecía que estaba a punto de perder la vida”.[43]

La frase “iaum-ud dîn” (Día de la Religión) se repite más de diez veces en el Corán, y en todos los casos tiene el sentido de “Día del Juicio”, así como lo explicita la Sûra Al-Infitâr (82) en las aleyas 17 a 19: «¿Y qué te hará entender lo que es el Día del Juicio? Otra vez: ¿qué te hará entender lo que es el Día del Juicio? Será el Día en que nadie pueda abogar por otro, porque el mando en ese Día solo será de Dios.»

Ahora, ¿por qué ese Día fue llamado “el Día del Dîn”? En aquel Día se dará a cada uno su recompensa o merecido, y “dîn” etimológicamente significa “recompensa, retribución”. Y sabemos que el más evidente programa dispuesto para el Día del Juicio será el hecho de retribuir a cada uno con la recompensa o el castigo. En aquel Día serán corridas las cortinas sobre los actos, y las acciones serán computadas en forma precisa, y cada uno verá el fruto de sus propias acciones, ya sean buenas o malas.

En un hadîz de Imam As-Sâdiq (P) leemos: Iaum-ud Dîn es el Día del Cómputo”.[44]
Es de hacer notar que algunos exegetas del Corán creen que la razón por la que la Resurrección fue llamada “Iaum-ud Dîn (Día de la Religión) es que en aquel Día cada uno verá su retribución de acuerdo a su propia religión o doctrina que hubiese practicado.

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Aleya 5

إِيَّاكَ  نَعْبُدُ وَإِيَّاكَ نَسْتَعِينُ ﴿5
5. ¡Solo a Ti adoramos y solo a Ti imploramos ayuda!

Exégesis:

El hombre ante la Presencia de Dios:

En esta aleya se comienza a exponer las necesidades del siervo y sus requerimientos de Dios. En realidad, desde aquí cambia el tono y la forma de expresión, puesto que las aleyas anteriores eran alabanzas y exaltaciones a Dios, la manifestación de Fe en Su Pura Esencia, y el reconocimiento y admisión del Día de la Resurrección, pero desde aquí es como si el “siervo”, con esta firme base de fe y conocimiento de Él, se viera a sí mismo frente a Dios, frente a la Pura Esencia, y tras dirigirse a Él, le hablara, primero de Su propia adoración, y luego sobre la ayuda y auxilio que de Él espera. De este modo dice: «¡Solo a Ti adoramos y solo a Ti imploramos ayuda!».

En otras palabras, cuando los conceptos y nociones de las aleyas anteriores se consolidan en el alma del hombre, y lo más profundo de su ser se ilumina con la Luz de Dios, el Señor de los Mundos, y comprende Su Misericordia general y particular y Su Soberanía en el Día del Cómputo, se convierte en una persona perfecta desde el punto de vista de la creencia y la fe. El primer fruto de esta profunda creencia en la Unicidad, por un lado, es el hecho de ser un siervo puro y sincero de Dios, alejado de todo tipo de servidumbre a los ídolos, los tiranos y la lujuria; y por otro, es extender la mano en procura de ayuda solo hacia la Pura Esencia Divina.

En realidad, las aleyas anteriores expresaban la Unicidad de la Esencia y de los Atributos Divinos, y aquí se habla sobre la Unicidad de la Adoración y la Unicidad de los Actos.

“Unicidad de la Adoración” significa que consideremos que nadie ni nada merece ser adorado excepto la Esencia Divina, que solo nos sometamos a Su orden, que solo reconozcamos Sus leyes y que nos abstengamos de cualquier tipo de sumisión y subordinación ante otro que Él, la Pura Esencia.

“Unicidad de los Actos” significa que solamente lo reconozcamos a Él como el único que realmente provoca efecto en el mundo de la existencia. Esto no significa que debamos negar el principio de “causalidad” y evitar ir en busca de las causas de las cosas, sino que quiere decir que debemos estar convencidos de que toda causa, si es que tiene un efecto, se debe a la orden divina. Es Él Quien ha otorgado calor al fuego, luminosidad al sol y la capacidad al agua de que la vida se  produzca en ella.

El resultado y consecuencia de esta creencia es que el hombre solo se aferrará y apoyará en Dios, considerará que el Poder y la Grandeza solo a Él pertenecen, y todo lo que no sea Él está destinado a perecer, a ser aniquilado y es carente de todo poder.  Solo la Esencia Divina es digna de confianza, idónea de ser adorada y de ser dispuesta por el ser humano como sostén y apoyo para todas las cosas.

Este pensamiento y creencia hace que el hombre no dependa de nadie ni de ninguna otra criatura, y que solo se aferre a Dios, e incluso si es que va en busca de las causas, es por Su orden, o sea que en las causas observa el Poder de Dios, Quien es el Causador de las causas.

Esta creencia expande de tal manera el alma del hombre y eleva de tal modo los horizontes de sus pensamientos, que alcanza la eternidad y la infinitud, se libera de todo entorno limitado, y esto llega a ser tan amplio, que algunos han interpretado y dado sentido a esta bendita aleya de la siguiente manera: “Te adoramos para entrar al Paraíso, y Te pedimos ayuda para liberarnos del Fuego del Infierno”.
Hadrat Amîr Al-Mu’minîn, el Señor de los Monoteístas, ‘Alî ibn Abî Tâlib (P) se dirige a Dios de la siguiente manera: “No te adoro por temor al Fuego de Tu Infierno, ni por anhelo de Tu Paraíso; sino que Te encontré digno de adoración, y entonces Te adoré.”

Notas:

Solo Él es el punto de apoyo:

De acuerdo a la gramática árabe, cuando el objeto directo del verbo (maf‘ûl) precede a su sujeto (fâ‘il), se comprende el significado de “restricción” (hasr), y aquí, el hecho de que la palabra “iîâka” (a Ti) haya precedido a los verbos “na‘budu” (adoramos) y “nasta‘în” (imploramos ayuda), indica la exclusividad, y el resultado es esa misma Unicidad de la Adoración y Unicidad de las Acciones que explicamos anteriormente.

Incluso en la adoración y en el sometimiento necesitamos de Su asistencia, y para ello debemos procurar Su ayuda, no sea que nos veamos envueltos en la vanidad, desviación, hipocresía y otros asuntos similares que arruinan nuestra adoración y sometimiento. Entonces, en todos los asuntos y actividades, debemos prestar total atención a Dios Altísimo.

En otras palabras, éste es uno de los niveles del Tauhîd o Monoteísmo, incluso el más elevado de los mismos, que es definido como “Monoteísmo Contemplativo”; es decir que en todas sus acciones y circunstancias el hombre debe contemplar a Dios, no debe tener esperanzas ni encomendarse a otro sino a Dios, y no debe temer de nadie ni tampoco confiar en nadie excepto en Dios. No ver a nadie excepto a Él, no querer a nadie sino a Él, y no amar a nadie sino a Dios, así como dice el Sagrado Corán en la Sûra Al-Ahzâb (33), aleya 4: «Dios no dispuso para ningún hombre dos corazones en su entraña...»

El aspecto grupal de la adoración:

El hecho de que se mencione el pronombre en plural en “na‘budu” (nosotros adoramos) y “nasta‘în” (nosotros imploramos ayuda) y así también en las aleyas siguientes las cuales están todas en la forma de plural, indica que el fundamento de la adoración –en especial el salât u oración- está cimentado en el grupo y en la comunidad. Incluso cuando el siervo se pone de pie frente a Dios para suplicarle e invocarle, debe considerarse a sí mismo como parte de la comunidad y el grupo; ni qué hablar entonces del resto de las actividades de la vida diaria. De esta forma, desde el punto de vista del Corán, cualquier tipo de individualismo, soledad o aislamiento no es aceptado en el Islam.

Particularmente la oración ritual, esto es el salât, que desde la llamada a la oración: Haiia ‘Alâs Salât” (Venid a la Oración), que es una invitación para reunirse para la oración, hasta la Sûra Al-Hamd que es la que da comienzo a la oración, e incluso la frase “As-Salâm-u ‘Alaikum” (La Paz sea con Vosotros) que constituye el final de la misma, todos son indicios y pruebas para el hecho de que esta adoración básicamente posee un aspecto social, o sea que debe ser llevada a cabo en forma de oración comunitaria. Por supuesto, es verdad que la oración realizada individualmente también es aceptada en el Islam, pero se considera que la adoración individual y personal posee un aspecto secundario.

Pedimos a Al·lah ayuda al confrontar las fuerzas:

El ser humano en este mundo se enfrenta a diversas fuerzas, tanto a las fuerzas naturales como a las fuerzas innatas y de su propia esencia. Para poder resistir frente a los factores destructivos, devastadores y descarriantes, el hombre necesita de ayuda y asistencia, y así, se dispone bajo la sombra del apoyo de Su Señor. Cada día que se levanta de dormir, reconoce su sometimiento y sumisión a Dios al repetir la frase: «¡Solo a Ti adoramos y solo a Ti imploramos ayuda!». Requiere ayuda de Su Pura Esencia para triunfar en esta gran lucha, y todas las noches también, tras reiterar esta misma frase, se acuesta en su lecho. Se levanta con Su recuerdo y se duerme con Su recuerdo pidiendo ayuda de Su Puro Ser. ¡Dichoso de aquel que alcanza tal nivel de fe! No se inclina ante ningún tirano ni opresor, ni pierde la cabeza ante la atracción de las cosas materiales, y así como dice el Corán con relación al Profeta del Islam (BP): «Por cierto que mi oración, mis devociones, mi vida y mi muerte pertenecen a Dios, Creador del Universo.»[45]

Como sea que fuere, recitar esta bendita aleya soluciona los problemas de la vida y posee muchos beneficios en todos los asuntos, acarreando además la salvación. En una tradición, se narra de uno de los compañeros del Enviado de Dios (BP) que: “Me encontraba junto al Profeta de Dios (BP) en una de las batallas. Al complicarse y dificultarse la batalla, el Enviado de Dios alzó la cabeza y dijo: “¡Oh Soberano del Día del Juicio! ¡Solo a Ti adoramos y solo a Ti imploramos ayuda!”. En ese momento vi que el ejército enemigo fue vencido y batido, obteniendo así el Profeta (BP) y los musulmanes la victoria final.”[46]
En otra tradición se narró que: “Cada vez que se le presente alguna dificultad para el creyente, y él recite esta bendita aleya, dicha dificultad se le aliviará”.[47]

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Aleya 6

اهْدِنَا الصِّرَاطَ المُسْتَقِيمَ ﴿6
6. Condúcenos hacia el camino recto.

Exégesis:

Transitando por el Camino Recto:

Tras manifestar la obediencia al Señor del Universo y llegar al nivel de sometimiento y solicitud de ayuda y asistencia a Su Pura Esencia, el primer requerimiento del siervo es la guía hacia “el sendero recto”, el camino de la pureza y la bondad, de la justicia y equidad, el camino de la fe y las buenas acciones, para que de esta manera, su Señor, que le bendijo con todas las mercedes, le otorgue también la bondad de la guía.

A pesar de que esta persona, en tal condición es creyente y conoce a su Señor, aún así es posible que, debido a ciertos factores, sea privado de esta bendición, extraviándose y descarriándose del camino recto. 

Entonces, debe pedirle a su Señor por lo menos diez veces cada día que no se presente para sí la debilidad y el consecuente extravío.

Además, “el camino recto”, que es esa misma doctrina Divina, posee niveles y categorías, donde no todas las personas que atraviesan estos niveles son iguales. Tras cada nivel que la persona logre alcanzar, aún quedan niveles o grados más altos y elevados que aquellos, y el hombre creyente debe pedirle a Dios para que lo guíe hacia dichos niveles.

Ahora, ¿por qué nosotros continuamente estamos requiriendo de Dios que nos otorgue la guía hacia el sendero recto, como si estuviésemos descarriados? Además, suponiendo que ello se diera en nosotros, ¿qué sentido tiene esto respecto al Profeta (BP) y los Imames (P) que son el modelo del ser humano perfecto?

En respuesta a esta interrogación decimos en primer lugar que, así como señalamos anteriormente, el  ser humano en su travesía hacia la guía está expuesto continuamente a la desviación, al desliz y a la tentación. Por ello, debe encomendarse a Dios y requerirle constantemente que lo mantenga firme e inquebrantable en el sendero recto.

No debemos olvidar que la existencia y la vida, y todas las bendiciones divinas, continua e incesantemente nos llegan desde Aquel Gran Origen. Anteriormente dijimos que nuestro ejemplo y el de todas las criaturas –desde un cierto punto de vista- es como el ejemplo de las lámparas eléctricas. Si es que nos parece que la luz de la bombilla se expande y propaga en forma constante y continua, ello se debe a que permanentemente fluye fuerza desde el generador eléctrico hacia la lámpara. El generador está constantemente produciendo algún poder eléctrico nuevo que llega a la lámpara por medio de cables que los conectan.

Nuestra existencia es similar a la luz de estas lámparas. A pesar de que aparece como una existencia prolongada y continua, en realidad, en forma ininterrumpida nos está llegando una existencia nueva desde la Fuente de la Existencia, el Creador Agraciador.

Por lo tanto, así como en cada instante nos llega una existencia nueva, necesitamos asimismo de una nueva guía y orientación. Es obvio que si se producen obstáculos y barreras en los “cables” espirituales que nos conectan a Dios, los vicios, la injusticias, impudicias, corrupciones, etc., cortarán nuestra relación con esta Fuente de Guía, y en ese mismo momento nos desviaremos del camino recto. Entonces, pedimos a Dios que estos impedimentos y barreras no se nos presenten y que podamos mantenernos firmes y seguros sobre el sendero recto.

En segundo lugar, “guía” significa transitar por el camino de la perfección donde el hombre progresivamente va franqueando y supe­rando los diferentes niveles de deficiencia e imperfección, hasta llegar a los niveles más elevados.

Sabemos también que el camino hacia la perfección es ilimitado y prosigue hacia lo infinito, por lo tanto no debemos sorprendernos si es que los profetas y los imames requerían de Dios la guía hacia el sendero recto, puesto que la Perfección Absoluta solo es Dios, y todos nosotros, sin excepción, nos encontramos en la senda de la perfección, entonces ¿qué impedimento existe en el hecho de que los profetas y los imames inmaculados requieran de Dios que los ayude a alcanzar niveles aún más elevados?
¿Acaso nosotros no enviamos nuestros saludos y bendiciones al Profeta (BP) por medio de una frase en particular a la que llamamos Salawât” (esto es, decir: “¡Dios mío! Bendice a Muhammad y a la Familia de Muhammad”)? ¿Acaso el  Salawât” no significa requerir constantemente nuevas bendiciones de Allah para el Profeta Muhammad y la Familia de Muhammad -la Bendición y la Paz sean con él y su familia-? ¿Acaso no es cierto que el mismo Profeta (BP) solía decir: «¡Señor mío! ¡Incrementa mi conocimiento!»? [48]
¿Acaso el Corán no nos dice: «Y Dios incrementa la guía a los que se han encaminado» [49], y también: «...A quienes se han encaminado, Él les aumentará su guía y les concederá Su piedad»?[50]

Esta explicación dilucida también la respuesta a la pregunta relacionada a las bendiciones que requerimos de Dios para el Profeta (BP) y los Imames (P). Estas bendiciones y saludos en realidad, son una solicitación de una posición todavía más alta y elevada para todos ellos.

Para que quede en claro lo que hemos dicho, prestad atención a las siguientes dos tradiciones:

1. Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (P) dijo respecto a la exégesis de la aleya: «Condúcenos hacia el camino recto»: “(¡Dios nuestro!) Continúa otorgándonos Tus bendiciones como lo hiciste durante nuestros días pasados y por medio de las cuales hemos tenido éxito en obedecerte, a fin de que podamos obedecerte también en el futuro de nuestras vidas.”[51]
2. Imam As-Sâdiq (P) dijo respecto a la misma aleya: “Significa: (¡Dios nuestro!) Indícanos la senda que llega hasta Tu Amor, nos une a Tu Paraíso e impide que sigamos nuestros deseos destructivos o nuestras erradas y desacertadas decisiones.”[52]

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¿Qué es el “Camino Recto”?:

De acuerdo a lo que se desprende del análisis del Sagrado Corán, el “Camino Recto” es ese mismo Credo Monoteísta, la religión de la Verdad y el ceñirse a las órdenes y preceptos de Dios, así como leemos: «Diles: Por cierto que mi Señor me condujo por el camino recto, el de una religión íntegra, el credo de Abraham, el monoteísta, que nunca se contó con los idólatras.»[53]

Aquí se ha definido y presentado a la religión firme y estable, a la doctrina monoteísta de Abraham y a la negación de cualquier tipo de asociación, como “el Camino Recto”, lo cual indica el aspecto “ideológico”.
Pero en la Sûra Iâsîn (36), aleyas 60-61 leemos: «Por ventura, ¿no os recomendé, ¡oh hijos de Adán!, que no adoraseis a Satán porque es vuestro enemigo declarado, T y que Me adoréis, porque éste es el  camino recto?».

Aquí se hizo referencia al aspecto “práctico” de la religión de la verdad, que niega todo tipo de acto satánico o práctica desviada. Según nos lo explica el Sagrado Corán en la Sûra Âlî ‘Imrân (3), aleya 101, la manera de llegar al camino recto es la unión y relación con Dios: «Mas quien se aferre a Dios se habrá encaminado hacia el camino recto».

Es necesario mencionar el hecho de que el Camino Recto siempre es un solo camino, puesto que entre dos puntos sólo existe una sola línea recta, y es esta línea recta la que conforma el camino más cercano entre dichos puntos. Por lo tanto, si es que el Corán dice que el Camino Recto es esa misma religión y credo divino en los aspectos doctrinales y prácticos, se debe a que el camino más cercano para la conexión con Dios es ese mismo.

Y es por esta misma razón que la verdadera y real religión no es más que una: «Ciertamente que para Dios la religión es el Islam»[54], y por ello el Sagrado Corán nos dice: «“Y que ésta es Mi recta senda. ¡Seguidla y no sigáis las demás sendas para que éstas no os desvíen de la Suya!”. Esto es lo que Él os preceptúa para que tal vez así le temáis».[55]

Sobre la base de esto, luego veremos que Islam posee un vasto significado que abarca a la religión monoteísta vigente en aquella época, y que no fue abrogada por ninguna nueva religión. 

De aquí se nos hace evidente que las diferentes interpretaciones que transmitieron los exegetas a este respecto, esto es, en cuanto al Camino Recto, todas, en realidad, se refieren a la misma cosa. Algunos han interpretado que tiene el significado de Islam y Puro Monoteísmo; otros dijeron que tiene el significado de Corán, y otros lo interpretaron como que se refiere al Profeta (BP) y a los Rectos Imames (P).

Todos estos significados vuelven a esa misma religión y credo divino en los aspectos doctrinales y prácticos.
Asimismo, las tradiciones y narraciones que fueron transmitidas en las fuentes islámicas con relación a ello, donde cada una se refiere a una dimensión diferente del asunto, todas vuelven a la misma esencia u origen.
Se transmitió del Noble Profeta (BP) que: “El Camino Recto es el camino de los Profetas, y ellos son sobre quien Allah ha derramado Sus bendiciones.”[56]

El Imam As-Sâdiq (P), interpretando la aleya: «Condúcenos hacia el camino recto», dijo: “El sentido de ello es el camino y el conocimiento del Imam”.[57] Y en otra narración, se transmitió de él (P) que dijo: “¡Juro por Dios! que nosotros (Ahl-ul Bait) somos el camino recto”.[58]

Nuevamente, en otra tradición del Imam As-Sâdiq (P) leemos: “El camino recto es Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (P)”.[59]

Ahmad ibn Muhammad ibn Ibrâhîm Az-Za‘labî transmitió de Abû Buraidah, quien era uno de los compañeros del Noble Profeta (BP), lo siguiente: “El camino recto es el sendero de Muhammad y la Familia de Muhammad (BP)”[60]. Esto significa que su camino está basado sobre los fundamentos de la religión y doctrina del Islam la cual consiste en la creencia en el Monoteísmo, la Justicia Divina, el Profetado, el Imamato y la Resurrección.

No cabe dudas de que el sendero de Ahl-ul Bait (P) es el camino recto y la senda firme, y que transitar sobre él redunda en la salvación y la prosperidad, en tanto que elegir otro camino conduce hacia los perjuicios y la perdición.

Ibn Al-Magâzalî ha narrado del santo Profeta (BP): “El ejemplo de la Gente de mi Casa (Ahl-u Baitî) es como el ejemplo del Arca de Noé. Quien se embarca en ella se salva y quien es negligente a su respecto se ahoga”.[61]

Tanto sunnitas como shi’itas transmiten la siguiente tradición del Profeta (BP): “Por cierto que dejo entre vosotros Az-Zaqalain (los dos valiosos tesoros), y si os aferráis a ambos no os desviaréis jamás: el Libro de Dios y mi Familia, Ahl-u Baitî.[62] Esta narración es una prueba evidente para este tema.

Así como dijimos anteriormente, es obvio que el Profeta (BP), ‘Alî (P) y los Imames de Ahl-ul Bait (P) invocaban todos hacia esa misma religión monoteísta, una invocación que abarcaba los aspectos doctrinales y prácticos y que hace alcanzar la cima del poder, la guía, la grandeza y las virtudes humanas.

Además, no debe ignorarse el hecho de que la guía es de dos tipos: la guía existencial y la guía legislativa.

La guía existencial la constituye el intelecto humano otorgado a la persona por Dios, el cual reconoce la diferencia entre: el bien y el mal, lo correcto y lo errado, el beneficio y el perjuicio, la felicidad y la desgracia, la virtud y el vicio, etc., constituyendo en realidad el profeta y mensajero interior de la persona.

La guía legislativa la constituye el envío, por parte de Dios, de los Mensajeros y Profetas, la revelación y descenso de los Libros Divinos y la disposición de las leyes para guiar al ser humano. Es por medio de ellos que Dios Altísimo indica al hombre todos los beneficios mundanales y del Más Allá, informándole de los perjuicios y peligros de ambos mundos. Si es que acaso el hombre se condujera bajo su guía y actuara en concordancia a ello, sería merecedor de llegar hacia las bendiciones del otro mundo, esto es, la perfección del alma, la adquisición de conocimientos, buenos hábitos, y moral encomiable, alcanzando así la felicidad de este mundo y el Más Allá, además de la infinita Gracia de Dios.

El intelecto es llamado guía, debido a que le señala al hombre lo que es bueno o malo. A los Profetas, Imames (P) y sabios se les llama guías porque conducen hacia la felicidad y salvación en ambos mundos. Pero, en realidad, Allah es la principal Guía Suprema, y ellos solo constituyen los medios que Él ha dispuesto para la guía de los seres humanos.

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Aleya 7

صِرَاطَ الَّذِينَ أَنْعَمْتَ عَلَيْهِمْ غَيْرِ المَغضُوبِ عَلَيْهِمْ وَلا الضَّآلِّينَ ﴿7

7. El camino de aquellos a quienes agraciaste, no el de aquellos que han sido objeto de Tu ira, ni el de los extraviados.

Exégesis:

Dos líneas de desvío:

Esta aleya, en realidad, es una clara ilustración del “Camino Recto” que fue tratado en la aleya previa. El orante dice: “Dirígenos hacia el sendero de quienes abarcaste con Tus diversas bendiciones; la bendición de la guía, la gracia del triunfo, la bendición del liderazgo de la gente de la verdad, y la misericordia del conocimiento, la acción, la lucha por Tu causa y el martirio; no hacia el sendero de aquellos sobre quienes recayó Tu ira a causa de sus malas acciones y creencias desviadas, ni tampoco hacia aquel de quienes abandonaron la senda de la verdad, descaminándose y divagando así por el sendero del descarrío.” «El camino de aquellos a quienes agraciaste, no el de aquellos que han sido objeto de Tu ira, ni el de los extraviados.»

En realidad, debido a que nosotros no estamos familiarizados en forma completa con el camino y método de la guía, en esta aleya Dios Altísimo nos ordena anhelar el camino y la línea de los profetas, virtuosos y aquellos que fueron abarcados por Su Bendición, Misericordia y Favores.

Esta aleya nos advierte además, que continuamente existen dos caminos desviados frente a nosotros: el camino de aquellos que han sido objeto de Su ira, y el camino de aquellos que están extraviados.


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Notas:

1. ¿Quiénes son “aquellos a quienes agraciaste”?:

La Sûra An-Nisâ (4), aleya 69, nos presenta a este grupo: «Mas quienes obedezcan a Dios y al Mensajero se contarán entre los agraciados de Dios: los Profetas, los Veraces, los Mártires y los Virtuosos. ¡Qué excelentes compañeros!».

Así como podemos observar, esta aleya ha presentado a las personas sobre quienes recayó la gracia divina. Éstas son cuatro grupos: los Profetas, los Veraces, los Mártires y los Virtuosos.
Estos cuatro niveles quizás pretenden indicarnos el hecho de que para construir una sociedad humana sana, próspera y creyente, en primer lugar deben entrar a escena los líderes divinos y los profetas. Tras ellos, los difusores veraces y sinceros, cuyos actos concuerden con sus palabras, para así propagar por todas partes la meta de los Profetas (P).

Después de este período de formación del pensamiento, naturalmente es posible que elementos contaminados y que obren de barreras en el camino de la verdad, puedan aparecer en medio del camino, ante lo cual debe haber un grupo que se levante en su contra, dando como resultado una lucha en la cual algunos de estos defensores de la verdad puedan caer martirizados, regando con su pura sangre el árbol del Monoteísmo.

En la cuarta etapa, el fruto de este esfuerzo y lucha es la aparición de personas virtuosas dentro de una sociedad pura, propicia y rebosante de espiritualidad.

Por lo tanto, nosotros en la Sûra Al-Hamd, durante la noche y el día, continuamente le pedimos a Dios que nos disponga en la línea de estos cuatro grupos, la línea de los Profetas, la línea de los Veraces, la línea de los Mártires y finalmente la de los Virtuosos. Está claro que en cada porción de tiempo debemos desempeñar nuestras funciones en una de estas líneas, y cumplir con nuestra misión.

2. ¿Quiénes son “aquellos que han sido objeto de Tu ira” (al-magdûbi ‘alaihim), y “los extraviados” (ad-dâl·lîn)?:

El hecho de establecer una separación entre estos dos grupos en la aleya mencionada demuestra que cada uno se refiere a una clase de personas en particular. Respecto a la diferencia que existe entre ambos grupos, se hicieron tres interpretaciones:

1- Por la manera en que fueron utilizadas estas dos frases en el Sagrado Corán, entendemos que “al-magdûbi ‘alaihim” es un nivel peor y más execrable que “ad-dâl·lîn”. En otras palabras “ad-dâl·lîn” son los extraviados común y corrientes y “al-magdûbi ‘alaihim” son los descarriados tercos o hipócritas. A ello se debe que en muchas ocasiones se mencionó la ira y la maldición de Dios respecto a ellos.

En la aleya 106 de la Sura An-Nahl (16), leemos: «...Pero la ira de Dios solo recaerá sobre quienes abran sus corazones a la incredulidad».

En la aleya 6 de la Sura Al-Fath (48), leemos: «...Y castigar a los hipócritas y las hipócritas, a los idólatras y las idólatras, que piensan malamente de Dios. ¡Les azotará la vicisitud! Dios se encolerizará con ellos, les maldecirá y les dispondrá el infierno. ¡Qué pésimo destino!»

De cualquier modo, “al-magdûbi ‘alaihim” son aquellos que, además de la incredulidad, siguen el camino de la terquedad, obstinación y enemistad con Dios, e incluso cada vez que les es posible, molestan y contrarían a los líderes divinos y a los profetas. La aleya 112 de la Sura Âli ‘Imrân (3), dice: «E incurrieron en la ira de Dios y serán desdichados; ello por haber negado las leyes de Dios y haber asesinado sin razón alguna a los profetas, y porque fueron desobedientes y transgresores».

2- Un grupo de exegetas es de la idea de que el propósito de “ad-dâl·lîn” son los desviados de entre los Cristianos, en tanto que el sentido de “al-magdûbi ‘alaihim” son los extraviados de entre los Judíos.
Se deduce esto debido a la postura particular de estos dos grupos frente a la invocación del Islam, puesto que así como lo expresa el Corán claramente en varias de sus aleyas, los desviados de entre los Judíos demostraban una enemistad y hostilidad especial en relación con el Islam, a pesar de que al principio sus sabios eran de entre los que albriciaban el surgimiento del Islam, pero no pasó mucho tiempo que por efecto de las desviaciones ideológicas, doctrinales y tribales, y también a causa de encontrarse en peligro sus intereses materiales, se convirtieron en los enemigos más empedernidos y obstinados, y no escatimaron energías en hacer todo lo posible para evitar el avance del Islam y los musulmanes, así como hoy mismo también es bien sabida la postura de los sionistas con relación al Islam y los musulmanes.

Por lo tanto, parece muy correcto denominar a estas personas con el apelativo de “al-magdûbi ‘alaihim”.
Pero, en cuanto a los extraviados de entre los Cristianos, cuya postura en contra del Islam no fue tan rigurosa hasta cierto punto, desviándose solamente en el sentido de no haber sabido discernir y conocer la religión divina, se los denominó “ad-dâl·lîn”, puesto que ellos creían en el “Padre, el Hijo y el Espíritu Santo” abandonando así el Monoteísmo Verdadero, que consiste en adorar solo a un Dios Único. Éste es uno de los más grandes referentes de “extravío” y “descarrío”.

En las tradiciones islámicas se ha interpretado reiteradamente a “al-magdûbi ‘alaihim” como apuntando a los Judíos, y “ad-dâl·lîn” como refiriéndose a los Cristianos, y la base de esta interpretación es la misma que mencionamos anteriormente.

3- Existe la posibilidad también de que “ad-dâl·lîn” se refiera a las personas desviadas que no se empeñan en descarriar a los demás, en tanto que “al-magdûbi ‘alaihim” son aquellos que, además de estar ellos mismos extraviados, conducen a los demás también hacia el descarrío, esforzándose vigorosamente por hacer que los otros sigan su misma senda.

Prueba de ello son las aleyas que hablan sobre aquellos que impidieron que los demás fueran guiados hacia el sendero recto, quienes son mencionados como “iasuddûna ‘an sabîl-il·lah” (desvían del sendero de Dios). En la aleya 16 de la Sura Ash-Shûrâ (42), leemos: «En cuanto a quienes arguyen acerca de Dios, después de haberle aceptado, sus argumentos serán inválidos ante su Señor, Cuya ira pesará sobre ellos y sufrirán un severo castigo».

Se transmitieron otras exégesis para esta aleya, entre ellas, lo que se narró de Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî: “Todo aquel que es incrédulo respecto a Dios, es objeto de Su ira, y se ha descarriado de Su senda”.[63]

En Al-Ma‘ânî, un libro de tradiciones, se transmitió que el Noble Profeta (BP) dijo: “Los Shi‘as (seguidores) de ‘Alî (P) son aquellos sobre quienes recayó la gracia y misericordia de Dios por medio de la Wi­lâiah de ‘Alî ibn Abî Tâlib (P); éstos no son objeto de Su ira ni están extraviados”.[64]

Súplica:

¡Oh Señor! No nos dispongas entre “aquellos que han sido objeto de  Tu ira” ni entre “los extraviados”, mas considéranos de entre los musulmanes y creyentes verdaderos, y seguidores de la escuela de Ahl-ul Bait (P).

¡Oh Señor! Condúcenos en todos nuestros estados y en todos
nuestros asuntos hacia el camino recto.

¡Oh Señor! Te agradecemos por esta bendición divina y decimos: “La Alabanza sea para Dios, Quien nos dispuso entre los que se aferran a la Wilâiah de ‘Alî ibn Abî Tâlib
y de los Imames Inmaculados (P).”

Fin

Sura Al-Fâtihah
(La Apertura)


[1] Mayma Al-Baiân, T. 1, p. 17.
[2] Tafsîr Majzan Al-‘Irfân, T. 1, p. 28; Masâbîh Al-Anwâr, T. 1, p. 435.
[3] Sûra Al-Hiyr; 15: 87.
[4] Tafsîr Al-Burhân, T. 1, p. 26; Masâbîh Al-Anwâr, T. 1, p. 435.
[5] Mayma‘ Al-Baiân, T. 1, p. 17.
[6] Tafsîr Abûl Futûh Ar-Râzî, T. 1, p. 16.
[7] Bihâr Al-Anwâr, T. 76, capítulo 58; Tafsîr Al-Baiân, T. 1, p. 461.
[8] Bihâr Al-Anwâr, T. 76, capítulo 58; Tafsîr Al-Baiân, T. 1, p. 461.
[9] Mayma‘ Al-Baiân, T. 1, p. 18.
[10] Mayma‘ Al-Baiân, T. 1, p. 18.
[11] Al-Mahâsin, por Bargî, p. 40. Bihâr Al-Anwâr, T. 92, p. 234.
[12] Tafsîr As-Sâfî, T. 1, p. 70. Al-Mizân, T. 1, p. 26 (de la traducción al persa).
[13] Sûra Al-‘Alaq; 96: 1.
[14] Sûra Hûd; 11: 41.
[15] Sûra An-Naml; 27: 30.
[16] Majzan Al-‘Irfân, T. 1, p. 28.
[17] Usûl Al-Kâfî, T. 3, p. 312.
[18] Al-Itqân, T. 1, p. 93.
[19] Atiab Al-Baiân, T. 1, p. 93.
[20] Sûra Al-Baqarah; 2: 226.
[21] Sûra Al-Baqarah; 2: 227.
[22] Sûra Al-Huyurât; 49: 18.
[23] Sûra Adh-Dhâriiât; 51: 58.
[24] Sûra Al-Hashr; 59: 24.
[25] Sûra Al-Ahzâb; 33:43.
[26] Al-Kâfî; At-Tauhîd, de As-Sadûq, y Ma‘ânî Al-Ajbâr (según se cita en Al-Mizân)
[27] Mayma‘ Al-Baiân; T. 1, p. 21.
[28] Sûra As-Saydah; 32: 7
[29] Sûra Hûd; 11: 6.
[30] Sûra Iûnus; 10: 10.
[31] Minhay As-Sâdiqîn, t.1, p.105.
[32] Tafsîr Al-Manâr, T. 1, p. 51.
[33] Sûra Al-Furqân; 25: 1.
[34] Sûra Al-Yâziah; 45: 36.
[35] Sûra Ash-Shu‘arâ; 26: 23-24.
[36] Tafsîr Nûr-uz Zaqalain, T. 1, p. 17.
[37] Diwân ‘Alî ibn Abî Tâlib, p. 175.
[38] Ta’rîj Al-Barmâlah, T. 1, p. 150.
[39] Sûra Al-Infitâr; 82: 19.
[40] Sûra Al-Mu’min; 40: 16.
[41] Sûra Luqmân; 31: 25.
[42] Sûra Saba’; 34: 7-8.
[43] Tafsîr Nûr Az-Zaqalain; T. 1, p. 19.
[44] Mayma‘ Al-Baiân; T. 1, p. 24.
[45] Sûra Al-An‘âm; 6: 162.
[46] Kanz Al-‘Ummâl, T. 4, p. 360 (tomado de Tafsîr Al-Bagawî  y ‘Amal-ul Iawm wal Lailah).
[47] Tafsîr Minhây As-Sâdiqîn, T. 1, p. 114.
[48] Sûra Tâhâ; 20: 114.
[49] Sûra Mariam; 19: 76.
[50] Sûra Muhammad; 47: 17.
[51] Ma‘âni Al-Ajbâr y Tafsîr Imâm Hasan Al-‘Askarî (P), según lo transmitido por Tafsîr As-Sâfî  bajo la aleya mencionada.
[52] Ibíd.
[53] Sûra Al-An‘âm; 6: 161.
[54] Sûra Âli ‘Imrân; 3: 19.
[55] Sûra Al-An‘âm; 6: 153.
[56] Tafsîr Nûr Az-Zaqalain, T. 1, p. 20, hadîz nº 86.
[57] Ibíd., p. 21, hadîz nº 88.
[58] Ibíd., hadîz nº 89.
[59] Ibíd., hadîz nº 94.
[60] Bihâr Al-Anwâr, T. 24, p. 16; Manhay As-Sâdiqîn, T. 1, p. 116.
[61] Bihâr Al-Anwâr, T. 23, p. 124, hadîz nº 50.
[62] Ihqâq Al-Haqq, T. 9, p. 309.
[63] Tafsîr As-Sâfî, T. 1, p. 74.
[64] Ma‘âni Al-Ajbâr, p. 32. Tafsîr Furât Al-Kûfî, T. 1, p. 52.

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