domingo, 12 de septiembre de 2010

La Ética del Imam Al-Bâqir (a.s.)


Extraído de: 
Las Virtudes Morales del Profeta del Islam (s.a.w.)
y de la Gente de su Casa (a.s.)

 Bâqer Sharîf Al-Qurashî

Traducido del árabe por:
Feisal Morhell

El Imam Abû Ÿa‘far Muhammad Al-Bâqir (a.s.) se contó entre los pilares de la fe y la piedad en el Islam, habiéndose destacado en el terreno de las ciencias, por sus dotes y genialidad, como la más eminente personalidad académica. Los historiadores son unánimes en el hecho de que él era un faro del conocimiento y un ideal de la elevada moral y la ética. Los musulmanes dan fe de lo abundante de su saber, su eminente liderazgo en la jurisprudencia, los asuntos religiosos y las normas de la Sharî‘ah, y se nutrieron de su consumado conocimiento, aceptaron su liderazgo académico, y reconocieron su superioridad sobre todos los sabios de su época.
Antes de hablar sobre sus elevadas cualidades morales expondremos algo de lo que se narró de él para incentivar a los musulmanes a investirse de los más bellos atributos y advertirles de las malas actitudes.

Las más elevadas virtudes

El Imam (a.s.) se preocupó por difundir las más nobles virtudes y propagarlas entre la gente, puesto que las mismas constituyen elementos para el desarrollo en la vida social y el bienestar del ser humano, impidiéndole a éste desplomarse en los excesos de la vida. Las fuentes del Hadîz, la Jurisprudencia y la Moral han reunido muchas de sus sabias palabras. Las siguientes son algunas de ellas:

El Imam (a.s.) incitaba a realizar actos de benevolencia de manera continuada puesto que la misma conlleva la proliferación del afecto, la afinidad y la unión de la sociedad. Prestemos atención a sus palabras (a.s.):
“No se intercede ante mí a través de ningún recurso, ni se recurre a ningún medio que acerque más hacia lo que a Él le place, que una mano que se adelanta a mí y cuya hermana (la otra mano) le sigue en actuar correctamente al atender y satisfacer (a los demás), puesto que vedar a los rezagados corta las voces de agradecimiento a los adelantados. Ciertamente que mi alma no me permite denegar las necesidades básicas”.[1]
¿Veis cómo el Imam encomienda realizar continuas buenas acciones, y dice que las mismas son los mejores asuntos para él puesto que siembran el cariño y el amor en los corazones de la gente?

2- La buena acción

En sus numerosos dichos el Imam (a.s.) solía exhortar a los musulmanes a que realizaran buenas acciones puesto que en ello se encuentra la elevación y dignidad del ser humano. Prestemos atención a dos de esos dichos:
1. Dijo (a.s.): “Por cierto que Dios, Glorificado Sea, dispuso entre Su creación gentes para la buena acción; quiso para ellos la buena acción, y les hizo querer su realización. Dirigió a quienes requieren de la buena acción para que las procuren en ellos, y les facilitó el poder satisfacerla tal como facilita la lluvia a la tierra árida para reanimarla y reanimar a su gente. Ciertamente que Dios, Glorificado Sea, dispuso entre Sus criaturas enemigos para la buena acción, quienes la aborrecen, y a los que hizo aborrecer a quien la realiza. Vedó a quienes procuran una buena acción que se dirigiesen a ellos, y les vedó a ellos satisfacerla, tal como veda la lluvia a la tierra árida para devastarla y devastar a su gente… y lo que Dios dispensa es mayor”.[2]
Es fehaciente el hecho de que la buena acción tiene su gente, las cuales son las mejores personas en cuanto a la elevación de sus almas y la grandeza de su moral. Dios, Glorificado Sea, quiso para ellos la realización de la buena acción por lo cual ésta forma parte de sus valores y principios. Asimismo, hay grupos de personas que son enemigas de la buena acción y de todo lo que beneficia a la gente, quienes son los viles de la sociedad y los despreciables de la Creación.
2. Dijo (a.s.): “La realización de la buena acción preserva de la muerte horrenda. Toda buena acción es una limosna y la gente de la buena acción en este mundo son la gente de lo bueno en el Más Allá; y la gente de los malo en este mundo son la gente de lo malo en el Más Allá. Los primeros de la gente del Paraíso en entrar al mismo serán la gente de la buena acción; y los primeros de la gente del Fuego en ingresar al mismo serán la gente de lo malo”.[3]
Este hadîz nos indica la suma relevancia de los que realizan buenas acciones puesto que ellos tendrán la estampa de la nobleza en este mundo y en el Más Allá; al contrario de la gente de lo malo, puesto que ellos serán combustible para el Fuego y son los viles de la Creación en este mundo.

3- Corresponder lo bueno con la benevolencia

Entre las pautas de moral de los ‘alawíes se encontraba el hecho de corresponder lo bueno con la benevolencia. El Imam (a.s.) enfatizó ello diciendo:
“Quien actúe de igual manera que como se actuó con él, ciertamente que habrá compensado; quien obre doblemente habrá sido agradecido, y quien es agradecido es generoso. Quien sepa que lo que llevó a cabo fue para sí mismo, que no considere que la gente se demora en agradecerle, ni procure mayor aprecio de su parte; así pues, no solicites de otro el agradecimiento por lo que hiciste por ti mismo y con lo cual resguardaste tu propio honor. Debes saber que aquél que pide por necesidad no ennoblece su rostro con su pedido, así pues, ennoblece tú tu rostro respondiendo afirmativamente a su pedido”.[4]
Estas doradas palabras rebosan de incentivos para realizar lo bueno mediante lo que es bueno, sin procurar ni recompensa ni agradecimiento, puesto que, si así fuera el caso, habrá sido realizado para uno mismo.

4- Tratar a la gente del mejor modo

De entre las elevadas pautas de moral del Imam es que solía incentivar a los musulmanes a tratar a la gente del mejor modo. Dijo (a.s.): “Decid a la gente lo mejor que deseéis que se os diga a vosotros, puesto que Dios, Glorificado Sea, aborrece al que maldice, al que insulta, al que injuria a los creyentes, al desvergonzado que habla indecentemente, y al mendicante que inoportuna; en tanto que quiere al escrupuloso, al tolerante, al pudoroso, al casto”.[5]
El Imam (a.s.) incitaba al musulmán a investirse de las más elevadas cualidades de nobleza y perfección en tanto le advertía respecto a los malos atributos que rebajaban su dignidad.

5- El rostro afable

Entre las enseñanzas del Imam (a.s.) se encuentran las siguientes brillantes palabras:
“El semblante jubiloso y el rostro afable captan el afecto y acercan a Dios, Glorificado Sea; y el rostro ceñudo y el semblante hosco atraen la ira y alejan de Dios”.[6]
Parte de la ética del comportamiento con la gente es mostrar un rostro afable y dar una buena acogida, puesto que acarrea el cariño y el afecto. En cuanto al de rostro ceñudo, éste provoca la ira y la lejanía respecto de Dios, Glorificado Sea.

6- Satisfacer las necesidades de la gente

El Imam Abû Ÿa‘far (a.s.) recomendaba satisfacer las necesidades de la gente puesto que ello conforma una de las auténticas enseñanzas islámicas que apunta a la cooperación y afecto entre los musulmanes. Dijo (a.s.):
“No hay siervo que se abstenga de ayudar a su hermano el musulmán y de esforzarse por él en relación con su necesidad, ya sea que ésta sea satisfecha (de otro modo) o no, sin que se vea afectado con muchos más gastos en aquello que enfada a Dios”.[7]
¿Véis esa advertencia sobre el descenso del pecado y la consiguiente ira de Dios, Glorificado Sea, sobre quien no se ocupa de auxiliar a sus hermanos y esforzarse en satisfacer sus necesidades?

7- Fortalecer los vínculos de parentesco

El Imam (a.s.) se preocupaba por fortalecer los vínculos de parentesco puesto que los mismos motivan la cohesión de la familia y el estrechamiento de las relaciones entre los musulmanes. El Imam (a.s.) ha mencionado los resultados que obtiene la persona mediante su fortalecimiento de los vínculos con sus parientes. Dijo (a.s.):
“El estrechamiento de los vínculos de parentesco purifica las acciones, produce el incremento de bienes, aleja el infortunio, facilita el cómputo (de las acciones) y hace olvidar (esto es, retrasa) la muerte”.[8]

8- El afecto hacia los huérfanos

Entre las nobles cualidades morales que recomendaba el Imam (a.s.) está la benevolencia para con el huérfano y el débil. Dijo (a.s.):
“Hay cuatro (características) que, para quien las posee, Dios, Glorificado Sea, ha construido moradas en el Paraíso: quien protege al huérfano, quien se compadece del débil, quien es tierno con sus padres y quien es benévolo con quien tiene bajo dominio”.[9]

9- Las más nobles virtudes morales

Entre las más nobles virtudes morales que el Imam (a.s.) recomendaba, están los atributos que acercan a la persona a Dios, Glorificado Sea, y que le salvaguardan de Su ira y Su castigo:
“Hay cuatro (características) mediante las cuales, el que las posee ha perfeccionado su Islam, ha sido asistido en su fe, han sido borrados sus pecados, y encontrará a Dios, Majestuoso e Imponente, estando complacido de él, de manera que, aunque tuviera pecados desde la coronilla hasta la punta de los pies, Dios los apartará de él. Esas (características) son: cumplir con lo que Dios, Glorificado Sea, dispuso como deber; ser veraz con la gente; el pudor respecto a lo que es desagradable ante Dios y ante la gente; y tener un buen carácter con la propia familia y con la gente.
Asimismo, hay cuatro (características) por las que Dios, Glorificado Sea, hará habitar al que las posea de entre los creyentes junto a los más elevados de entre los enaltecidos, en aposentos (que se encontrarán) por sobre el resto de los recintos: quien ampare al huérfano, cuide de él y sea un padre para él; quien se compadezca del débil, le asista y le brinde lo que le baste; quien gaste para sus padres, sea tierno con ellos y los haga felices sin entristecerles; y quien no se sobrepase con quien tiene bajo dominio y le asista en lo que le encomienda realizar”.[10]
Estas cualidades que el Imam (a.s.) recomienda, son las madres de las virtudes y de entre los mejores atributos y acciones.



En cuanto a los atributos reprobables, éstos son los que hacen que la persona se desplome a un nivel decadente. El Imam advirtió respecto a los mismos para preservar la personalidad del musulmán y éste no se contamine con conductas reprobables. A continuación mencionamos cómo se refirió a las mismas:

1- La soberbia

Dijo (a.s.): “No ha ingresado en el corazón de una persona algo de soberbia sin que merme su intelecto en la misma medida que lo que ingresó, ya sea ello poco o mucho”.[11]
También dijo (a.s.): “El soberbio disputa con Dios en Su investidura”.[12]
La soberbia conforma un defecto y una decadencia del ser humano, puesto que si pensara en lo que le espera luego de dejar la vida, cuando su cuerpo se convierta en una masa de polvo insignificante, no se ensoberbecería por sobre la Creación de Dios, ni elevaría su cabeza por sobre la de éstos.

2- La hipocresía

En cuanto a la hipocresía, ésta se cuenta entre los más viles atributos que son objeto de la ira de Dios, Glorificado Sea. El Imam (a.s.) advirtió respecto a la misma diciendo:
“¡Qué desgraciado es el siervo que tiene dos caras, dos lenguas! Ensalza a su hermano cuando está presente y le consume (con la maledicencia) cuando está ausente. Cuando (a aquél) se le da algo le envidia y cuando es afligido de algún modo le abandona”.[13]
La hipocresía deja al descubierto un fuero interno vil, una maligna conciencia. Quien se ve afectado por la misma no tiene parte en la fe y en el Islam.

3- La maledicencia y la calumnia

El Imam (a.s.) dejó en claro la diferencia entre la maledicencia y la calumnia diciendo:
“La maledicencia es que digas sobre tu hermano lo que Dios ha cubierto de su persona, pero en cuanto a lo manifiesto de su persona como su presteza para montar en cólera o su condición de impulsivo, no hay problema en que lo digas. En cuanto a la calumnia, es que digas sobre tu hermano lo que no hay en él”.[14]
Las dos particularidades han sido prohibidas por Dios y prometió a quien se invistiera de ellas que sería introducido en el Fuego.

4- La vanidad

Entre los atributos que son objeto de la ira divina está que el ser humano se envanezca de sí mismo o de aquellas cosas mundanas que le fueron concedidas. El Imam (a.s.) advirtió al respecto diciendo:
“¡Me sorprendo de aquél que es engreído y jactancioso! Por cierto que sólo fue creado de una gota de esperma para luego convertirse en carroña, y entre esos dos estados no sabe qué será de él”.[15]

5- La ira

Entre los flagelos que devastan la vida y arrojan al ser humano en un inmenso mal, se encuentra la ira, sobre la cual el Imam (a.s.) advirtió diciendo:
“Ciertamente que el hombre se encoleriza y no se complace nunca, hasta ingresar en el Fuego”.[16]
La ira arrastra a la persona a perpetrar el crimen y le introduce en el Infierno.

6- Los atributos execrados

Entre los atributos execrados sobre los cuales el Imam (a.s.) ha advertido y mencionado, se encuentran los siguientes:
“¡Qué detestable es la rudeza para con el pobre, la insensibilidad para con el vecino, la tacañería para con el allegado pobre, contender con el compañero, el mar carácter con la familia, abusarse en el uso de un poder, la codicia en la pobreza, mencionarle al contertulio una maledicencia contra alguien, mentir al hablar, esforzarse por realizar lo malo, la traición realizada por el gobernante y la falsa promesa del que posee hombría de bien. En cuanto a quien solicita más allá de su medida, es acreedor a la privación”.[17]
Estos rasgos se cuentan entre los atributos execrados y el Imam (a.s.) ha advertido respecto a los mismos puesto que destruyen la personalidad del ser humano y le arrojan en los sombríos laberintos de la vida.



En cuanto a las más elevadas virtudes morales del Imam Abû Ÿa‘far (a.s.), éstas eran las mismas que las de sus grandes padres, quienes iluminaron la vida intelectual mediante su elevada ética y moral. Las siguientes son muestras de su moral:

1- Su tolerancia

El Imam Abû Ÿa‘far (a.s.) era de las personas más tolerantes. Solía corresponder con magnanimidad y benevolencia a quien le ofendía. Los historiadores han narrado acontecimientos en los que se manifestó su tolerancia. Entre ellos:
1. Una persona de “la Gente del Libro” arremetió contra el Imam (a.s.) dirigiéndosele con aspereza y diciéndole:
- “¡Tú eres “vaca” (baqar)!”.
El Imam sonrió y le dijo con apacibilidad:
- “No, yo soy Al-Bâqir”.
El hombre arremetió en contra nuevamente, diciéndole:
- “Tú eres el hijo de una cocinera”.
- “Sí. Esa era su profesión”.
El hombre siguió agrediendo al Imam de esta manera:
- “Tú eres hijo de una negra africana que profiere indecencias”.
El Imam no se enfureció, sino que le contestó:
- “Si es que es como tú dices, que Dios la perdone a ella; y si es que mientes, que Dios te perdone a ti”.
El hombre de la Gente del Libro quedó estupefacto por esa elevada moral que se asemejaba a la moral de los profetas, por lo que anunció su conversión al Islam.[18]
2. Entre esas magníficas muestras de su tolerancia está lo siguiente: un sirio solía concurrir a sus reuniones y escuchar sus disertaciones, y se sorprendió de las mismas, por lo que le dijo:
“¡Oh Muhammad! Vengo a tus reuniones no por tenerte afecto, e incluso puedo decir que no hay nadie que yo aborrezca más que a vosotros Ahl-ul Bait (a.s.); y sé que la obediencia a Dios y la obediencia al Emir de los Creyentes (esto es, el califa) está en aborreceros, pero te veo un hombre elocuente, educado y que se expresa de buena manera. Ciertamente que sólo concurro a tus reuniones para verte por tu buena educación”.
El Imam (a.s.) le miró con simpatía y afecto y le colmó de su bondad y magnanimidad, al punto que el hombre se enmendó y le quedó en claro la falsedad de la propaganda desviadora contra Ahl-ul Bait (a.s.). De este modo, su creencia se transformó, del aborrecimiento al Imam, a una lealtad total hacia su persona; y permaneció aferrado a él hasta que se le presentó la muerte, encomendando que fuera el Imam quien le rezara (la oración del fallecido).[19]
El Imam (a.s.), en lo elevado de su moral, se asemejaba a su abuelo el Mensajero de Dios (s.a.w.), quien mediante sus elevadas pautas morales pudo aunar los corazones, unir los afectos y congregar a la gente en base a la expresión del Tauhîd o Monoteísmo después de haber estado adorando a ídolos de piedra y madera.

2- Su paciencia

Otra manifestación de sus predisposiciones morales es la paciencia ante los graves sucesos por los que tuvo que pasar desde su más tierna infancia. Él vio en la tierra de Karbalâ’ a su abuelo el Imam Al-Husain (a.s.), el Señor de los Jóvenes de la Gente del Paraíso, a los más selectos de la Gente de su Casa, y a sus nobles compañeros que se encontraban con él, ser descuartizados como a las bestias de sacrificio, y acompañó las desgracias y aflicciones que le ocurrieron a la Gente de la Casa del Profeta (s.a.w.), siendo él uno de sus transmisores.
El Imam Abû Ÿa‘far (a.s.) soportó infortunios y graves asuntos que consternan a todo ser vivo, entre los cuales se cuentan los siguientes:
1. Los agravios cometidos por el poder omeya contra sus puros padres, entre los que se cuenta el hecho de insultarles sobre los púlpitos en las disertaciones del Viernes y las Oraciones de las dos Festividades, así como en otras ocasiones. Mu‘âwîiah, el hijo de Hind, había dispuesto que insultar a Ahl-ul Bait fuese parte de la doctrina de los musulmanes y una imposición a ellos. El Imam escuchaba todo eso y su alma se fragmentaba de dolor sin poder decir nada, siendo paciente ante tal penosa adversidad.
2. Entre las duras aflicciones que tuvo que soportar y que rasgaban su alma, está que veía y escuchaba el tremendo suplicio que azotaba a los seguidores de Ahl-ul Bait (a.s.) a manos de los verdugos y agentes del poder omeya, sin tener él el poder de protegerles y defenderles.
3. El Imam (a.s.) tenía un hijo por el que sentía un especial cariño, que enfermó gravemente. Él se apenó tanto que se llegó a temer por su propia salud. Finalmente el niño murió y su corazón se calmó. Se le dijo:
- “Temimos por ti, ¡oh hijo del Mensajero de Dios!”.
Él respondió con sosiego y complacencia por el designio de Dios, diciendo:
- “Por cierto que nosotros suplicamos a Dios aquello que Él quiere, y si ocurre lo que a nosotros nos disgusta, no contrariamos a Dios en lo que Él quiere”.[20]
El Imam (a.s.) se armó de paciencia y enfrentó las calamidades de este mundo con una férrea voluntad, sin disgusto ni fastidio, soportando con perseverancia sacrificios que serán retribuidos por Dios, Glorificado Sea.

3- Su desapego

Otra de las características preponderantes del Imam Abû Ÿa‘far (a.s.) era el desapego a lo mundano y el rechazo a todos sus esplendores y ornamentos, de manera que en su casa no había suaves alfombras sino que se sentaba sobre esterillas.[21]
Ÿâbir ibn Iazîd Al-Ÿu‘fî transmitió acerca del desapego del Imam (a.s.) lo siguiente: Me dijo Muhammad ibn ‘Alî ibn Al-Husain (a.s.):
- “¡Oh Ÿâbir! Ciertamente que estoy triste y mi corazón está preocupado”.
Ÿâbir se apresuró a decir:
- “¿Qué es lo que te acongoja y preocupa a tu corazón?”.
- “¡Oh Ÿâbir! Por cierto que cuando en alguien ha ingresado lo puro de la religión de Dios, Majestuoso e Imponente, eso le abstrae de todo lo demás”.
“¡Oh Ÿâbir! ¿Qué es el mundo? ¿Y qué puede llegar a ser? ¿Acaso no es sino (como una) montura sobre la que te has subido, una ropa con la que te has vestido, o una mujer que te ha tocado en suerte?”.[22]
Es así como él se desprendió de la vida mundanal y se divorció de la misma tal como lo hizo su abuelo el Imam Amîr Al-Mu’minîn (a.s.), quien desdeñó la vida mundanal y se dirigió hacia la Verdad sin ataviarse con ninguno de sus ornamentos.

4- Su generosidad y magnanimidad

1. En cuanto a la generosidad, era uno de los constituyentes esenciales de la persona del Imam Abû Ÿa‘far (a.s.), quien estaba dotado de la cualidad innata de ser benevolente y altruista para con los afligidos con la pobreza y los desposeídos, y el hecho de alegrarles. Dijo Ibn As-Sabbâg:
“Muhammad ibn ‘Alî ibn Al-Husain, con todo el conocimiento, virtud, liderazgo e Imamato que poseía, era una manifestación de la magnanimidad tanto para con sus allegados como para con la gente en general. Era conocido por ser generoso con todos, era famoso por la virtud y la benevolencia a pesar de lo numerosa de su familia y lo moderada de su situación económica”.[23]
Los historiadores han narrado numerosas muestras de su magnanimidad, entre las que están las siguientes:
2. Narró Sulaimân ibn Qaram lo siguiente: “Abû Ÿa‘far solía concedernos de quinientos a seiscientos dírhams, e incluso hasta mil. No se cansaba de estrechar vínculos con los hermanos, con quienes se dirigían a verle y con quienes tenían alguna esperanza en él”.[24]
3. Dijo Al-Hasan ibn Kazîr: “Me quejé ante Abû Ÿa‘far Muhammad ibn ‘Alî de una necesidad que yo tenía y del desdeño de los hermanos. Eso le afectó y dijo (a.s.):
“¡Qué mal hermano es aquel que te brinda consideración cuando eres rico y cercena los vínculos contigo cuando eres pobre”.
Luego dio una orden a su sirviente y sacó una bolsa en la cual había setecientos dírhams, y dijo (a.s.):
“Gasta de esto y si se termina házmelo saber”.[25]
¿Observáis esa magnanimidad con la que el Imam (a.s.) fue innatamente dotado y que formaba parte de su constitución esencial, y cómo no se proponía con ello ningún elogio ni retribución de nadie más que de Dios, Glorificado Sea?
4. Narraron ‘Abdul·lâh ibn ‘Ubaid y ‘Amr ibn Dînâr lo siguiente: “No encontramos a Abû Ÿa‘far Muhammad ibn ‘Alî sino trayéndonos sustento y vestiduras, en tanto decía:
“Esto estaba preparado para vosotros antes de que me encontrarais”.[26]
5. Su sirvienta Salmâ narró lo siguiente: “Solían llegar a verle sus hermanos, y éstos no se retiraban de su presencia sin que antes él les alimentara con excelente comida, les obsequiara buenas vestiduras y les diera dírhams”. Luego le decía a ella:
“No se cifra esperanzas en este mundo más que en el saber y en los hermanos”.[27]
Solía decir (a.s.):
“El mundo sólo es atractivo por (poder) estrechar los vínculos con los hermanos y por (poder acceder) al saber”.[28]
Éstas fueron algunas muestras de su generosidad y magnanimidad.

5- Honrar a los pobres

Entre las elevadas pautas de moral del Imam Abû Ÿa‘far (a.s.), se encuentra el hecho de honrar a los pobres y su consideración por ellos, para no tener que verlos humillados pidiendo. Había encomendado a su familia que cuando un mendigo les pidiese algo no le dijeran: “¡Oye mendigo! Toma esto”, sino que le dijeran “¡Oh siervo de Dios, que seas bendecido”.[29]
También dijo (a.s.): “Llamadles por sus mejores nombres”.[30] Así era la moral de los profetas, la cual fue traída para elevar al ser humano, nutrirle de grandeza y dignidad y eliminar de él la humillación y el sometimiento.

6- Su vínculo con los pobres de Medina

El Imam (a.s.) daba mucha caridad y limosna a los pobres de Medina. Se llegaron a contabilizar sus limosnas en ocho mil dinares.[31]
Solía dar un dinar como limosna a los pobres de Medina cada día viernes. Él decía: “Dar limosna el día viernes tiene el doble de virtud que darla en cualquier otro día”.[32]

7- Su contrición a Dios

El Imam Abû Ÿa‘far (a.s.) se había dedicado enteramente a Dios y le era contrito. Su sincera y exclusiva dedicación a Él era la mayor que se puede concebir. Cuando se dirigía a rezar su color se tornaba amarillento por temor a Dios, Glorificado Sea. Solía dirigir letanías a Dios en la oscuridad del final de la negra noche. En sus letanías solía decir:
“Me has ordenado y no he acatado; me has reprendido y no he escarmentado. ¡He aquí a Tu siervo que se encuentra ante Ti!”.[33]
Su sirviente Aflah narró lo siguiente: Peregriné a La Meca junto a Abû Ÿa‘far (a.s.) y cuando ingresó a la Mezquita Inviolable de Dios, elevó su voz en llanto. Le dije:
- “¡Que mi madre y mi padre sean sacrificados por ti! ¡La gente te está observando! ¡Si sólo bajaras la voz un poco…!”.
Me respondió:
- “¡Oh Aflah! Yo elevo mi voz en llanto para que tal vez Dios, Glorificado Sea, me observe con misericordia y pueda lograr el triunfo el día de mañana”.
Luego realizó la circunvalación a la Casa de Dios y rezó tras el sitial de Ibrahîm (a.s.). Cuando concluyó, vi que el lugar que había posado su frente durante la prosternación se encontraba empapado con sus lágrimas.[34] Durante la mayor parte del tiempo se encontraba entregado con pasión a proferir dhikr o recuerdos de Dios;[35] solía reunir a sus hijos antes de la salida del sol y les ordenaba hacer dhikr a Dios, Glorificado Sea, hasta producirse el saliente.

Hemos mencionado algunas luminosas muestras de su adoración a Dios, Glorificado Sea, y de su obediencia a Él, en el primer tomo de nuestro libro Haiât Al-Imâm Muhammad Al-Bâqir (a.s.)” (La vida del Imam Muhammad Al-Bâqir, con él sea la paz).



[1] Tuhaf al-‘Uqûl, p.296.
[2] Haiât Al-Imâm Muhammad Al-Bâqir (a.s.), t.1, p.296.
[3] Amâlî As-Sadûq, p.225.
[4] Haiât Al-Imâm Muhammad Ibn ‘Alî (a.s.), t.1, p.297.
[5] Ibíd.
[6] Tuhaf al-‘Uqûl, p.296.
[7] Tuhaf al-‘Uqûl, p.292.
[8] Tuhaf al-‘Uqûl, p.298.
[9] Al-Jisâl, p.204.
[10] Ad-Durar an-Nadzîm, p.191.
[11] Sifat as-Safwah, t.2, p.61; Hiliat al-Auliâ’, t.2, p.180.
[12] Tuhaf al-‘Uqûl, p.213.
[13] Amâlî As-Sadûq, p.30.
[14] Haiât Al-Imâm Muhammad Al-Bâqir (a.s.), t.1, p.203.
[15] Haiât Al-Imâm Muhammad Al-Bâqir (a.s.), t.1, p.204.
[16] Ÿâmi‘ as-Sa‘âdât, t.1, p.289.
[17] Tadhkirat Ibn Hamdûn, p.60.
[18] Manâqib Âl Abî Tâlib, t.4, p.207; Bihâr al-Anwâr, t.46, p.289; A‘iân ash-Shî‘ah, t.4, p.504 (primera parte).
[19] Haiât Al-Imâm Muhammad Al-Bâqir (a.s.), t.1, p.121.
[20] Ta’rîj Dimashq, t.57, p.229; ‘Uiûn al-Ajbâr, de Ibn Qutaibah, t.3, p.57.
[21] Da‘â’im al-Islâm, t.2, p.158.
[22] Ta’rîj Dimashq, t.57, p.219; Al-Bidâiah wa an-Nihâiah, t.9, p.310.
[23] Sifat as-Safwah, t.2, p.62.
[24] Al-Fusûl al-Muhimmah, p.227.
[25] ‘Uiûn al-Ajbâr wa Funûn al-Âzâr, p.217.
[26] Al-Irshâd, p.299.
[27] Sifat as-Safwat, t.2, p.63.
[28] Ibíd.
[29] ‘Uiûn al-Ajbâr, t.3, p.308.
[30] Al-Baiân wa at-Tabîin, p.258.
[31] Sharh ash-Shâfîiah Abî-l Firâs, t.2, p.176.
[32] A‘iân ash-Shî‘ah, t.4, p.471 (primera parte).
[33] Sifat as-Safwat, t.2, p.163; Nûr al-Absâr, p.130; Hiliat al-Auliâ’, t.3, p.182.
[34] Ta’rîj Ibn ‘Asâkir, t.51, p.44; Mir’ât az-Zamân, t.5, p.79; Nûr al-Absâr, p.130.
[35] A‘iân ash-Shî‘ah, t.4, p.471 (primera parte).

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